Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

LO INCORRECTO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en LO INCORRECTO

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el cuarto será LO INCORRECTO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 de JUNIO

Relatos

60. AL REVÉS

Fui recibido en el Ayuntamiento de mi pueblo como un villano. Qué emoción más grande. Allí estaban mis padres que se habían vestido con el traje de misa para la ocasión. Mi hermana traía aquel vestido blanco que solo se lo había puesto cuando le dijeron que su novio, Pedro, había fallecido en la batalla del Ebro. Mi hermano Julián tenía mal anudada la pajarita. Nunca se la puso bien.

 

El señor alcalde había mandado elaborar un pregón que ensalzarán las virtudes del que iba a ser declarado hijo non grato de la villa. El pregonero por oposición lo leyó, no sin alguna dificultad a tenor de su conocida tartamudez. El salón de plenos había sido decorado para la ocasión con los tapices del siglo XVI, bueno con un tapiz, porque el otro fue el que yo quemé adrede y por una apuesta con el hijo de Don Joaquín, el médico. El salón estaba vacío, tan solo el alcalde, el pregonero, mis padres y mis hermanos. Pedí a los guardias civiles que me aflojaran un poco las esposas. Me hacían daño en las muñecas. ¡Qué raro! El alcalde llevaba toga.

59. Renuncias

Ahora sé que nuestro último chat no derivó en ese tema por casualidad. Me reí con ella de aquel cómic en el que un zombi habitaba entre los vivos, aunque no le confesé lo irónico que me resultaba. Comentamos lo absurdo de que, estando ya muertos, se les «mate» con un tiro en la cabeza. Y no sé cómo ocurrió, pero, en cierto momento, la conversación viró hacia las dificultades que tenía el personaje para camuflar su estado decrépito. A partir de ahí, solo hablamos de lo difícil que le resultaba relacionarse con los demás y fue entonces cuando insistió en que debíamos conocernos en persona. Estoy seguro de que lo sabe. No puedo seguir engañándola.
Llego temprano al lugar acordado y busco un rincón entre las sombras para ocultar la descomposición que empezó hace semanas. Aparece con una pistola. Cuando salgo a la luz y muestro lo que queda de mi rostro, no puede evitar un gesto de disgusto que contrasta con mi gozo al descubrir lo hermosa que es. «Ya sabes, un tiro en la cabeza», le digo resignado. Asiente, acerca la pistola a su sien y aprieta el gatillo para estar conmigo por toda la eternidad.

58. Accidente doméstico

¡Que difícil es quitar las manchas de sangre de la ropa! En qué mala hora se me ocurrió ponerme una camisa blanca, en fin, ya no tiene solución, todo lo demás, y eso era lo verdaderamente importante, tampoco.

El cuerpo lo he dejado en mitad del salón, encima de la alfombra, como si pudiera disimular la tragedia. Diría que el pobre parece colaborar, que está ajeno al drama, que parece dormido. Y lo está, pero para siempre.

He limpiado la procesión de gotas de sangre, ¿cómo puede un cuerpo contener tal cantidad de sangre? Si en realidad era muy pequeño.

Estoy intentando despejar de mi cabeza pensamientos absurdos y concentrarme en el presente y sobre todo, ¡ay de mi!, en el futuro. Carmen está a punto de llegar y tengo que encontrar una explicación, pero una buena de verdad, una creíble. No, no creo que la halle.

Ella lo amaba con locura, mucho más que a mi, estoy seguro.

No va a creerme, cómo va a creer que mientras cortaba jamón en la cocina, el gato salto para capturar una pieza y sin querer le rebané el cuello.

57. LA VISITA AL PUEBLO (IsidrøMorenø)

Tras diez años  sin apenas comunicación, el anuncio de visita de los primos emigrantes en Alemania, les produjo gran revuelo.

Limpiaron y remozaron la casa de pueblo. Acabado su raquítico presupuesto, pidieron al propietario de la tienda de muebles, que les cediera por unos días, una estantería de aparente madera noble, unos metros de falsos libros e incluso algunos “de verdad” que adornarían otros anaqueles. Además, les prestaron una cama grande y una hermosa estufa catalítica, tan de moda entonces.

Luis y Pilar llegaron en un llamativo Opel Rekord, azul y blanco. No era nuevo, pero sí muy exótico para aquella España. Ella, abrigo de visón, elegantes tacones. Él, con impoluto traje marengo.

Abrazos, parabienes, historias engoladas, recuerdos de juventud… y, tras unos días, despedida con promesas sin fecha.

Paco devolvió el mueble, los libros, la catalítica y los otros enseres prestados. Ya no necesitaban aparentar y comprarlo no podían. Volvían a la normalidad.

Luis y Pilar regresaron al pisito de Berlín satisfechos de su viaje. Al día siguiente, Luis devolvió el Opel a su jefe, el traje a su compañero. Pilar devolvió el visón a su amiga. Los zapatos y otras ropas, a su vecina.

Volvían a la normalidad.

56. Se me alargó el pacharán (Alberto BF)

Llevo una temporadita que no desconecto. Numerosos temas cruciales entre manos. En un cargo como el mío es algo habitual, pero hay veces que hasta a mí me cuesta gestionarlo.

Cuando alcanzo estos niveles de estrés, pocas cosas me relajan más que una buena comida en el Sosiego. Su cuidada gastronomía, ambiente agradable e inigualable discreción lo han convertido en el restaurante ideal para perfiles de elevada responsabilidad como el mío. Eso sí, para disfrutar en condiciones uno debe abstraerse del mundo exterior, por lo que suelo apagar mi móvil y pido que nadie me interrumpa en esos momentos de desconexión.

Hoy he gozado especialmente de la comida. Me ha acompañado mi amiga Laura, y hemos hablado de nuestros interesantes proyectos. Como suele suceder, se ha alargado un poco la sobremesa, pero esto forma parte de nuestra sana evasión.

Nada más despedirme de Laura, he encendido el móvil: dieciséis llamadas perdidas de mi mujer, y doce de mis hijas. Giro la mirada, y observo en el televisor, desencajado, a los bomberos apagando las llamas que calcinan la fachada de mi casa.

No me queda otra salida: tocará difundir que estuve trabajando en mi despacho, sin cobertura, hasta muy tarde.

55. HASTA QUE DURE

No quiero exagerar, pero la verdad es que esta vez creo que sí lo dejé a punto de caramelo. Al principio, no se creía que yo había sido uno de los estudiantes más sobresalientes de mi promoción en el instituto y el más laureado en la universidad, que en otro trabajo había conseguido ser el mejor vendedor de toda la temporada, y que nunca había encontrado un mejor jefe que él. Después de la borrachera de mentiras, lo primero que espero es una promoción, luego vivir del cuento un poco más, y por último probablemente morir en el intento, otro más.

54. PARA TODA LA VIDA (Juan Manuel Pérez Torres)

El primer día de primavera tras el sepelio de su marido, una fina lluvia de añoranza pareció precipitarse en su memoria y, en la soledad de la tarde, buscó aquel cofre y encontró sus cartas.
No podía creer lo que leía. Había guardado aquellas cartas, más de treinta años, como un tesoro, como una prueba tangible del amor que sentía por ella. Ahora todo se desmoronaba, las palabras, tan dulces y apasionadas, ya no le parecían sinceras. El papel, amarillento por el tiempo, ahora parecía cursi, no decía lo que ella recordaba haber leído tanto tiempo atrás.
¡Cuántas veces le había hablado de cómo se sentía incompleto sin ella!
Había confiado en él, le había entregado su amor con la certeza de que era genuino…
Dejó caer las cartas sintiendo la verdad en el pecho. La mentira había sido tan elaborada que, para toda la vida, había logrado convencerla. Sin pensarlo, rasgó las cartas en pedazos y los dejó volar por el viento. El engaño ya no tenía poder sobre ella, al fin, se sintió libre. Porque… acaso… -pensó- lo falso no fue su amor… sino escribirlo.

 

 

 

53. REINCIDENTE

De niño le confesaba a Don Anselmo que se me habían escapado algunas “mentirijillas” y él lo solucionaba mandándome de penitencia un Avemaría y un Padrenuestro.

Más adelante, ya de adolescente, las “mentirijillas” se transformaron en verdaderos engaños. Yo le decía de rodillas que había soltado unas cuantas trolas, y él, todavía magnánimo y comprensivo, me tranquilizaba mandándome rezar el rosario durante toda una semana.

Pero todo se descontroló y de adulto mi vida era una auténtica farsa repleta de cuentos y embustes, incluso para aquellos a los que yo más quería. La última vez que me atreví a confesarme, me dijo que no tenía solución y que me consumiría irremediablemente en el fuego del infierno.

¡Menudo mentiroso Don Anselmo! Fallecí hace algunas semanas y aquí estoy, dándome la gran vida en el Paraíso a la derecha de Dios Padre.

52. Alma de líder (Elena Bethencourt)

Según andaba por los caminos polvorientos de Cafarnaúm, oí a muchas parejas decirse “Ya no te quiero”. Al llegar al mercado, el carnicero gritaba que vendía carne en mal estado, los comerciantes ofrecían aceite rancio y pescado que no era fresco.

Pensé que se habían vuelto locos y entré en la sinagoga para consultar al rabino, pero sin más le solté que sus últimas intervenciones habían sido penosas. Me cubrí la cara avergonzado por mis palabras, y él respondió que me hedía el aliento. Corrí hasta la casa del sanador, pero solo encontré un papiro en la puerta que decía: “Vuelvo en una hora que voy a yacer con mi siervo”.

Pronto entendimos que por más que intentábamos mentir, de nuestras bocas solo salían comentarios sinceros. No había escapatoria. Nos escondimos en casa, temerosos de meternos en líos con los soldados romanos. No tardamos en perder trabajos, parejas y amigos. Incluso, muchos terminaron presos.

Con los años, tanta verdad destruyó la sociedad y la economía. Por eso, cuando llegó aquel hombre diciendo que andaba sobre las aguas y resucitaba a los muertos, le seguimos seguros de que alguien capaz de mentir así era, sin duda, el salvador del pueblo.

51. Incrédulo

¡Es mentira! ¿No veis que es falso? ¿Cómo os podéis creer esa patraña? —gritaba desesperado el espectro mientras se miraba en el espejo rodeado de amigos y familiares llorosos y ajenos a sus gritos.

50. Se vende moto BMW

Durante toda la semana llevaba una vida de ciudadano ejemplar, amantísimo padre y esposo. Ocho horas de atención al público en el banco, luego comprar en el super, llevar y recoger a los niños, por la noche escuchar las quejas de su mujer.

Pero todas las semanas tienen un sábado. Madruga, hace ejercicios de musculación, recarga energía con el desayuno, luego al garaje, limpia el carenado de su BMW R 1250, se embute en el mono de cuero, y pretrechado de casco, guantes, botas, y arnés para la espalda, sale disparado a todo gas.

Tres kilómetros después, aparca a un lado, se acercar al Ibiza, abre la puerta y antes de nada le estampa un beso en los morros a Marisa, veintitantos añitos, economista.

Vamos, estoy impaciente por empezar.

Mañana de ejercicios gimnásticos en la cama, luego ducha en pareja y a las cuatro Marisa lo devuelve a donde estaba la BMW.

En casa su mujer pregunta:

—¿Qué tal la mañana?

La moto es agotadora, pero un placer. Voy a comer algo y luego me tumbaré a echar la siesta.

Se fue a vivir con Marisa y puso un anuncio: «Se vende moto BMW. Poquísimos kilómetros».

49. LASCIATE OGNE SPERANZA (Belén Sáenz)

Es medianoche, en una plaza desierta donde el viento incapaz de llevarse el confeti pisoteado del carnaval sopla taimado hasta descubrir el pozo de los infiernos. Dante y Virgilio se reconfortan con un abrazo fraterno e inician el descenso por un sendero de lava que abrasa las plantas de sus pies.

Los que mienten penan en el octavo círculo, en las fosas que llaman Malebolge. Les han obligado a desnudarse para impedir que escondan su pecado. Algunos demonios cosen lenguas y labios para inutilizarlos y otros convierten a los niños que cuentan mentirijillas en muñecos de madera con la nariz muy larga. El castigo de las viejas maledicentes es trenzar una y mil veces los flecos de sus embustes, que se les van enredando entre los dedos y trepan por los brazos, amenazando con atraparles el pescuezo. No hay piedad aquí para los adúlteros, aunque estén enamorados, ni para los comerciantes que disfrazan las taras de sus mercancías. Mucho menos para los políticos. Ni siquiera para nuestros poetas, pues engañan por su ingenua ansia de belleza. Ambos habrán de contemplar su propio reflejo mortal, y el planeta descarnado, en un lago ardiente de azogue hasta el final de los tiempos.

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