Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

19 TIC TAC

TIC TAC TIC TAC
¿Ilusión?

TIC TAC TIC TAC
¿Quién dijo esa palabra?

TIC TAC TIC TAC
¿Fuerza?

TIC TAC TIC TAC
¿Eso existe?

TIC TAC TIC TAC
¿Paz?

TIC TAC TIC TAC
Imposible.

TIC TAC TIC TAC
¿Futuro?

TIC TAC TIC TAC
No existe para mí.

TIC TAC TIC TAC
No tengo nada.
Ahora no soy nada.
Ni nadie.
Es el fondo.
Sin salida.

TIC TAC TIC TAC
¿Qué dices reloj?

TIC TAC TIC TAC
¿Me quieres decir algo?

TIC TAC TIC TAC
No. No hay salida para mí.

TIC TAC TIC TAC
O…

TIC TAC TIC TAC
¿Dices que sí?

TIC TAC TIC TAC
¿Puede que sí?

TIC TAC TIC TAC
¿Es posible que pueda seguir adelante?

TIC TAC TIC TAC
¿Merece la pena que empiece a caminar?

TIC TAC TIC TAC
Gracias Reloj.
Te hago caso.
Sonrío.
Me levanto.

TIC TAC TIQUITIC TAC

18. Ingenuidad

Pedaleando camino del colegio no para de pensar en su madre. Desde la llegada de aquel hombre siempre está triste y no logra entender por qué. A él le regaló la bicicleta para no tener que ir andando a la escuela. A su padre un tractor para poder arar mejor el campo. A su madre una lavadora para no romperse la espalda en el arroyo. Aunque la que tuvo más suerte fue su hermana gemela. El desconocido se la llevó a la ciudad «para desposarla». No sabe lo que significa, pero viendo su bici tiene que ser algo bueno. 

17. HOMBRECITO

Cuando mi hermano mayor, mujeriego impenitente, heredó el reloj del abuelo, igualmente conocido por sus hábitos crepusculares, comprendí que no me quedaba mucho tiempo para crecer lo suficiente y convertirme en el cabeza de familia en caso de que a mi padre, como todo parecía indicar, se lo llevara una pulmonía o una descarga de fusiles, así que decidí hacerme grande por otros medios, empezando por pintarme bigote, impostar la voz y resucitar palabras en desuso, cambios de los que bien se burló mi hermano, pero que hicieron de mí un tipo serio por la imagen que proyectaba y curioso por el aire de petimetre tan impropio de un mocoso de mi corta edad, lo que también hizo soñar a mi madre hasta que, harta, se marchó de nuestro lado. Contra lo improbable de mi proyecto, al quedarme huérfano y solo tras una reyerta tabernaria entre mi padre y mi hermano, lo que también me situaba al frente de la familia, rescaté el reloj del monte de piedad y, habiéndome librado de aquella carga, comprendí que aquellos tipos no eran de los míos, ni tampoco lo eran de mi madre, que seguramente había escogido a otro para engendrarme.

16. PEQUEÑA GRAN HERMANA

No recuerdo a mi madre embarazada pero sí recuerdo aquel día. Ya éramos tres niños en casa y llegó mamá con un bebé en brazos y la  acostó en una cunita  que yo no había visto hasta ese momento.  Los tres  apoyados en la barandilla nos asomamos a verla y preguntamos ¿porqué no abre los ojos? A lo que nos respondieron que acababa de nacer,  que tardaría un poco.

Creció siendo una niña mimada aunque no lo necesitaba, siempre fue autosuficiente e independiente y con el tiempo se ha convertido en el mayor apoyo de toda la familia en muchas ocasiones.

Levanto la vista y en el reloj son ya las diez de la noche.  ¡Ups! ¡Es tarde!

Suena el teléfono. Hoy se ha adelantado ella y hablamos durante un buen rato haciendo ambas  balance del día. Volcamos la una en la otra una cascada de informaciones, chismes, cuitas y alegrías que necesitamos compartir antes de desearnos buenas noches.

Aunque mis hijas piensan que nuestra relación de hermanas es demasiado intensa  todos los días preguntan :”¿ Has hablado con la tita?”

Entonces veo cómo después de cenar,  relajadas en el sofá,  intercambian ellas sus vivencias del día, al fin….HERMANAS.

 

15. Proverbio

No puede evitar acordarse del padre, gran aficionado a los refranes, cuando dada la actual crisis vocacional, el hermano cartujo tiene que estar en misa y repicando.

14 RELOJ NO MARQUES LA HORA (Nani Canovaca)

Cada reloj señala una hora, pero nada que ver con la latitud. El de la mesita quedó marcado en el momento de su nacimiento, no fue capricho de madre, sino consecuencia de la bomba en el hospital. El de bolsillo acaramelado, se quedó detenido en el instante que detuvieron al abuelito. El de pulsera de becerro color negro, se paró en seco, tras el pisotón de aquel soldado de metralleta. El de color rosa, tiene una mancha carmesí, que ha interrumpido la marcha de las agujas y de la pequeña. El de la plaza, tras un impacto, marca las seis cuarenta y ocho. El de la estación de ferrocarril, no marca ninguna hora, ya que las agujas se han quedado colgando y en cualquier momento se estrellarán contra el asfalto. El del panadero, después de saltar por los aires, se ha llenado de harina teñida de rojo. El de la iglesia, sigue aun latiendo el péndulo, como si estuviera esperando un fin, pero el cristal de la caja está empañado y lleno de dolor. El de la madre, sigue el ritmo del tren que la aleja con sus vástagos, del peligro y de la vida compartida con sus hermanos.

13. Versión original

Mis padres desatendieron nuestra educación. No los culpo. Habían sufrido el mayor desengaño que un ser humano es capaz de soportar y desde entonces ya no fueron los mismos de antes. No quiero con ello excusar mi comportamiento. Dicen que nada justifica un homicidio, y puede que así sea; aunque, en mi descargo, he de decir que creé escuela. He recorrido mundo y en todos los lugares he encontrado a quienes me han acogido con hospitalidad por tiempo indefinido.

Si aquel maldito día no hubiese hecho un sol de justicia en el valle y, paradójicamente, no hubiese llovido sobre mojado, porque el viejo metomentodo sembraba cizaña en nuestra relación, quizá la suerte de mi hermano Abel, y la mía, habría sido otra. Aún recuerdo cuando juntos inventábamos juegos con los que entreteníamos los solitarios días de nuestra infancia.

12. Clepsidra

Los últimos rayos de su sol arrancan la sombra más larga al gnomon de una vida inmersa en el solsticio de invierno. Sin esperanza de más primaveras, se aferra a ella como el recuerdo más nítido de una llama que no volverá. Se prepara para la noche oscura, sereno, lleno de recuerdos gratos, sin derramar ni una sola lágrima. Sabe que a partir de ahora ya no será la luz la que marque el tiempo que le queda. Aguza el oído como en otros tiempos limpió su mirada, dispuesto a saborear cada segundo que le ha sido regalado: esperando escuchar hasta la última gota de agua que vierta su vasija con la misma plenitud que siente en su alma en ese momento.

11. EL RELOJ DE FLORA (Mariángeles Abelli Bonardi)

Está convencida: a las mejores las marcan ellas, cada una abriéndose y cerrándose a su hora señalada…

Cinco de la mañana: despierta la amapola, lista para enrojecer el día.

A las seis, se desenreda la enredadera, sólo para volver a enredarse en cuanto muro o tutor encuentre.

Siete de la mañana: el nenúfar se abre y se mira en el espejo de agua.

A las once, el cardo despliega su punzante arquitectura.

Pasado el mediodía, se repliega la caléndula. Deja de rugir el diente de león. Bosteza el Don Diego de Noche, ha sido todo por hoy para él… Flora las nutre con tierra, les da de beber; arropa con nailon sus ritmos circadianos… Se despide con un beso al aire y cierra el invernadero: mañana será otro día.

10. EL RELOJERO (Edita)

Nadie sabe de dónde vino. Llegó una tarde cualquiera a la taberna del pueblo. Buscaba algún local disponible para él y su taller de relojería. Le ofrecieron el del boticario, fallecido meses atrás sin descendencia.

Una semana después, ya había instalado el negocio en la farmacia y convertido la rebotica en vivienda unipersonal. Cambió el rótulo viejo por RELOJES A MEDIDA. Luego le pidió al tabernero que corriera la voz: un primer arreglo gratis. Esta oferta y la curiosidad provocada por el nuevo letrero resultaron efectivas; quien no disponía de reloj defectuoso lo consiguió prestado.

Quedaron satisfechos con las reparaciones y la explicación del forastero: hacía relojes por encargo, de cualquier material, forma o color solicitados; podrían adelantar o atrasar al gusto del cliente, e incluso marcar hora exacta; a un precio razonable y con garantía vitalicia.

Se extendió su fama por toda la comarca. El lugar pasó de ser aldea ignorada a destino turístico.

Los años fueron dejando huella en todo el mundo. Menos en el relojero, que seguía luciendo el mismo aspecto del primer día. Cuando alguien, asombrado, elogiaba tan joven apariencia, él sonreía malicioso tentando su reloj particular oculto bajo la ropa, siempre parado.

09. TEMPUS FUGIT (Susana Revuelta)

Fue apearse del taxi, subir a la habitación del hotel, contemplar desde la terraza el azul del Mediterráneo, abrir las maletas, ponerse las chanclas y el bañador, bajar corriendo a la playa, zambullirse en el agua… y de pronto invadirle esa deliciosa sensación de ingravidez que tantos meses llevaba esperando. Once, concretamente.

Después del chapuzón se tumbó sobre la toalla, dejándose arrullar por el vaivén de las olas. «Aah, todo agosto por delante», pensaba dichoso mientras cogía un puñado de arena y miraba cómo se escurría entre los dedos. Pero de repente sintió que la tierra se lo tragaba, como cuando se arremolina el agua en el sumidero o volteas un reloj de arena. Esto último se le ocurrió mientras era arrojado al otro lado; de pequeño se le hacía eterno mirar el hilillo cayendo, pero en aquel momento le pareció más breve que un parpadeo.

No fue hasta que su mujer encendió la luz de la mesilla y le dio un codazo ―«eh, despierta»— cuando comprendió abatido que el eco impreciso que le taladraba el cerebro era el despertador, que estaba en su cama de siempre y que eran las siete de la mañana del lunes uno de septiembre.

08. CUESTIÓN DE TIEMPO (Ángel Saiz Mora)

Camino con torpeza hasta el centro comercial. La prisión que hubo aquí y fue derribada continúa en mi interior, como lo sucedido hace tantos años. Bajo los cimientos permanece la misma tierra, indiferente a las andanzas de quienes sostiene.
Nos creíamos inmunes, revestidos del halo que otorgan las grandes convicciones.
Gritos de dolor atronaban aquellos pasillos sórdidos, hoy espacios donde reina una luz despreocupada y consumista.
Llegó mi turno. Descargas eléctricas, quemaduras, cortes, ahogamiento, rotura de huesos, amenazas contra mi familia. Fue un trabajo integral.
Tuve que asistir al simulacro de juicio de Andrés, Antonio, Fidel y tantos otros, como después a su fusilamiento. Ya casi en la salida me devolvieron mis escasas pertenencias, entre ellas un reloj roto, detenido a las cinco de la tarde, cuando fuimos apresados con violencia.
Soy parte de la historia, dicen, organizan homenajes en mi honor. Me consideran un héroe lleno de coraje, pero pocos saben, como yo, lo que supone vivir con miedo a lo inevitable.
Mi viejo corazón se detiene para siempre, incapaz de continuar. Sé que son las cinco.
Ya puedo sentirlos. Volvemos a encontrarnos. Mis compañeros, hermanos en la causa, aguardan ansiosos a su delator.

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