Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

07. LOS «CUCOS» (Jesús Alfonso Redondo Lavín)

Quizás el esfuerzo de subir el saco de harina de maíz a las alforjas o la pindia caminata desde Esles al alto de Matanzas, adelantaron el parto a Florentina. Se trastocaron sus planes de ir a parir a casa de su hermana Herminia en Carranza. Ya lo había conseguido con sus hijos anteriores, aunque solo el mayor, Mingo “el Cuco”, fue varón.

Aquellos años del tercer cuarto del siglo XIX llegaban muchas cartas llamando a filas, la mayoría de las veces para servir en ultramar. Todas las pasiegas sabían que si daban a luz en tierras vizcaínas esas cartas nunca llegarían a sus hijos.

El nacido en aquella cabaña del alto de Matanzas, Lorenzo, estudiante de leyes, recibió la fatídica carta.

─Corre, Enzo, huye, embárcate como puedas, no nos digas nunca donde estás. Escríbenos a casa de la tía Herminia, ella sabrá decirnos de ti.

Cuando saltó al río Paraná, en Rosario, exclamó: “Alea iacta est”.

No llegaron cartas a Carranza. Murieron muchos en las guerras de fin del siglo XIX.

Florentina en su tristeza de madre se consolaba pensando: “Será mejor desaparecido que muerto”.

Hoy un argentino dice que su análisis ADN revela que su bisabuelo procedía de Miera.

06. Óleo sobre lienzo (Susana Revuelta)

«Más no podemos hacer» se dicen con resignación los restauradores del museo mientras recogen espátulas, algodones y lijas y se alejan unos pasos para contemplar el resultado de su trabajo. Tras estudiar con detenimiento el desgaste de la tela, retirar los restos orgánicos, negro de humo y polvo y reavivar el color, la obra «Las Meninas» luce limpia, luminosa y casi espléndida. Casi, porque el paso de los años no solo ha estropeado los aceites y el tejido. A las niñas les han salido pelillos en las orejas y la nariz, el cabello lo tienen áspero, ralo y gris, han perdido algunos dientes y las patas de gallo les envejecen un horror. Se las ve como encorvadas, y menos mal que los vestiditos ceñidos disimulan las tetas caídas y las mangas holgadas ocultan la flaccidez de los brazos.

Avisan, pues, al cirujano restaurador, que con ácido hialurónico rellena pómulos y labios, hace un lifting de párpados, elimina manchas y lunares, arranca con una pinza los pelos que afean sus rostros… y con un toque de rubor, otro de gloss y un baño de color en las melenas ¡ahora sí!, el cuadro resplandece como nuevo.

5. MIMETISMO (Mariángeles Abelli Bonardi)

Dado mi sutil y encantador aspecto, podría decirse que vivo de las apariencias. Flor entre las flores, atrapo a los incautos, voraz como una mantis orquídea.
No nazco con disfraz, sino que lo construyo, volviéndome parte del ambiente, igual que el cangrejo decorador a la hora de esconderse y de cazar.
Maestro del camuflaje, imito a otros, como hace el pulpo mimo con peces y medusas, y así, moviéndome lo justo, como el alga que es foliáceo dragón de mar, paso tan inadvertido que han tardado mucho, muchísimo en identificarme, tanto, que los estudiosos aún no acuerdan mi extensión, y mucho menos, mi nombre…
Con humor siempre cambiante, te espero en la última palabra, para mostrarte a ti, y a tus ojos lectores, mi verdadero yo.

04. Artimañas

Era hermosa. De una belleza que dolía. Mi madre, temerosa de que el poderoso Zeus me poseyera sirviéndose del engaño, me enseñó a recelar de todo aquel que osara acercarse. Incluidos animales y fenómenos atmosféricos. El padre de los dioses puede tomar cualquier apariencia, solía repetir. Así, fueron consumiéndose los años y con ellos, el don que no pedí – relata la anciana a la joven incauta atraída por su historia antes de abalanzarse sobre ella con el ímpetu lascivo del rey del Olimpo.

 

03. Supersticiones ( Fernando Garcia del Carrizo)

Se santiguó tres veces al arrodillarse. Delante de múltiples estampitas con vírgenes de su devoción comenzó sus oraciones, pidiendo suerte, serenidad y saber estar para poder salir triunfante. Contempló a San Pancracio por el que tenia especial afinidad pues le había acompañado a lo largo de toda su carrera, en sus fracasos y en sus éxitos profesionales. Esa figurita se la había regalado su abuela y la había llevado consigo en todos sus viajes, colocando unas hojas de perejil cuando tenía algo importante. Terminó este rato íntimo rezando como siempre, cinco “avemarías”. Recogió su pequeño altar y lo guardó en la maleta. A continuación, leyó su horóscopo. Buenos augurios. Se contempló en el espejo. El traje le quedaba perfecto y se había puesto sus calzoncillos de la suerte. Nunca fallaban.

Mientras apretaba una patita de conejo que llevaba en su bolsillo, escuchó su nombre y subió al estrado a recoger su merecido premio, a la par que el jurado explicaba las razones del galardón; “Por los múltiples avances descubiertos en materia de Física Cuántica y su enorme tarea divulgadora haciendo más comprensible la ciencia y el método científico para la población general, alertando del peligro de las pseudociencias…”.

02. ACTIVISTAS (Ángel Saiz Mora)

La joven del pelo verde suscitó mi interés. No podía dejar de observarla. Vi cómo se impregnaba una mano antes de tocar el marco del cuadro. Mi intervención evitó que el pegamento solidificara.
Era un delito contra el patrimonio, pero sentí que debía permitir que se marchase. Todo sucedió tan rápido que había pasado desapercibido para los demás visitantes.
Al término de mi jornada como vigilante la encontré sentada en el exterior del museo. Dijo que unos hombres quisieron convencerla para que denunciase la degradación medioambiental de otra manera, sin deterioro del arte; varios de ellos, incluso, le habían apuntado con sus armas.
Tampoco esta vez supe retenerla cuando se fue.
Cualquiera hubiese pensado que su mente no funcionaba bien, pero yo quise visualizar en privado las grabaciones de las cámaras de seguridad. En la imagen ampliada de Los fusilamientos del 3 de mayo, de forma sorprendente, aparecía incluida la muchacha. El color de su cabello contrastaba con el del resto de personajes.
Han pasado semanas. Motivado por inquietudes que nunca había sentido me inscribo en cuantas organizaciones ecologistas encuentro. Aunque lo parece, nadie imagina que la protección del planeta no es lo único que busco abrazar con pasión.

01. Comprensión

—¿Ya son las 8? Debería descongelar la dorada. Hoy cenamos solos. Ya sé que no sabes cocinar, pero busca una receta y yo me encargo. Siiii… valoro tu silencio. Podías haberme dicho algo, podías haberme recordado que cenamos solos todos los días, pero admiro tu capacidad de callar. Hablar. Hablar. Aprendemos a charlar como cotorras a los dos o tres años pero ¿cuántos años necesitamos para aprender a callar…? Callarse tiene algo de superarse a sí mismo. ¿Sabes que te llamamos así por la biblioteca de Alejandría? Claro que lo sabes. Y en cambio no te empeñas en decirme lo que hay que hacer o lo que “sería conveniente”. Conveniente ¿Para quién? ¿Para qué? Estoy contento de que te hayas instalado y puedas quedarte. No pido mucho. Un saludo amable por la mañana. Un aviso de que tengo que tomarme el ramipril, o los cumpleaños que olvido. O que me busque bien la emisora para oir el partido. O escuchar una bonita canción. A veces la vida es eso, una canción alegre que alguien canta contigo… ¿Me pones una bonita, Alexa?

—No te he entendido bien.

—Aparato de mierda. Alexa, ¿me pones un villancico?

79. Canallas anónimos

De pequeño, para que no me vieran, me tapaba la cara con las manos. De mayor, siempre he conseguido las cosas que quería a escondidas. Mis padres sufrieron mucho con mi carácter. En una ocasión, simulé mi secuestro y ellos, temiendo que pudieran matarme, pagaron un rescate millonario que yo derroché en locuras juveniles.

Menos mal que fui un buen estudiante, al terminar la carrera, cómo sabía que el futuro estaba en las pantallas, no me costó encontrar el modo de ganarme la vida. Desde entonces me dedico a enviar, de forma masiva, mensajes con enlaces que me permiten desplumar a los incautos.

Pero, lo mejor que me ha pasado ha sido encontrar al amor de mi vida. Conseguí conquistar a la que hoy es mi mujer con cartas y regalos anónimos. Después de casados, cómo sabía que le hacía ilusión, continué enviándole flores sin identificarme.

Hoy, al verla feliz con un ramo de rosas rojas en una mano y una nota con un “te quiero” en la otra, casi me desmayo. Juro que si encuentro a ese canalla que quiere robármela lo mataré.

78. DIARIO DE UN SUICIDA

27 de diciembre de 2022

El imbécil del psiquiatra les ha dicho a mis padres que estoy mucho mejor. Ellos se han puesto tan contentos que me han invitado a la que fue mi pizzería favorita. No he tenido fuerzas para negarme. La primera vez en semanas que como fuera de mi habitación. Debieron contarle lo mío a la camarera porque cuando volví del baño me miró con lástima y me ofreció un postre gratis. No supe qué responder.

 

31 de diciembre de 2022

Desde el día de la consulta casi no me levanto de la cama, pero mi madre me ha pedido que cene con ellos para celebrar la Nochevieja. Ha venido toda la familia: los abuelos, mis tíos y hasta los primos de Madrid. Me han preguntado por qué estoy tan pálido, si tengo amigos, cuándo pienso volver al instituto. No les contesto.

Antes de las uvas me disculpo y subo a mi dormitorio. Abajo todos hablan a gritos, hay risas, brindis y felicitaciones. En mi interior, el inmenso silencio que siento desde hace meses. El vacío existencial que me incita a esconder todas las pastillas que pretenden curarme. Para intentarlo otra vez y callar para siempre.

77. Hay héroes… y héroes (Ana Mª Abad)

Siempre quiso ser un héroe. Desde pequeñito, soñaba con volar por encima de los rascacielos, capa al viento, salvando vidas de inocentes en peligro que lo aclamarían por las calles. La primera galleta que se dio al lanzarse desde el respaldo del sofá le llevó a tachar de la ecuación la capa: tendría que ser un héroe sin poder de vuelo.

La siguiente decepción fue la superfuerza: su mayor antagonista en el colegio -lo había imaginado muchas veces como el supervillano de su historia- le dio una zurra al final del último curso que lo tuvo dos semanas postrado en cama. Finalmente, tuvo que aceptar con resignación que ni mirada láser, ni tacto adhesivo para trepar por las paredes, ni forma alguna de hacerse más grande o más pequeño.

Ya que la escuela de superhéroes -en caso de haber existido- no parecía hecha para él, derivó hacia la facultad de medicina, donde pronto destacó por su empatía, su infinita paciencia y su talento casi milagroso para el diagnóstico precoz.

Así, terminó siendo un héroe anónimo, de esos que te salvan la vida con un pequeño gran gesto, y cuya recompensa es una mirada agradecida, no por callada menos valiosa.

76. Terapia

Menuda pinta tenía su marido. Todos aquellos años soportando que la reprendiera por su forma de vestir y allí estaba él ahora, con el cuello de la camisa tan tieso que se le desbordaba la papada y embutido en un traje que podría haber sido de su abuelo. Incluso su postura, inmóvil, hierática, resultaba artificiosa, con un gesto inmutable, una mueca que le recordaba a la Mona Lisa, mezcla imposible entre disgusto y felicidad. Con todo, era el silencio, tan profundo que oía hasta los latidos en sus sienes, tan enloquecedor como los gritos con los que la había sometido, lo que le resultaba más irritante cada vez que le asestaba una nueva puñalada. Exhausta, tapó de nuevo el ataúd con la certeza de que por fin lograría conciliar el sueño. Siempre le venía insomnio antes de los entierros.

75. Accidente

El golpe fue brutal. La conductora, una señora de mediana edad, salió del vehículo sobresaltada. Se acercó a la víctima y se apartó horrorizada. Al momento llegó la ambulancia, algún transeúnte la habría llamado. Luego, la policía.

–“No sé cómo ha podido ocurrir… No la vi… ¿Cómo puede haber pasado esto?…”

No muy lejos se veía el vómito de la alterada conductora.

–“Siéntese, señora. Tranquilícese. Cuéntenos qué ha sucedido.”

–“Esa pobre mujer… Apareció de la nada. Ella corría a gran velocidad bajando la cuesta, no debió ver ni oir que yo salía del parking… ¿quizá por escuchar música mientras hacía jogging?…”

–“¿La conocía?”

–“Yo… No… En seguida fui a auxiliarla. Me fijé en su cara, para mí un rostro anónimo. Pero… esa expresión… Todo estaba lleno de sangre, y sus ojos perdidos para siempre…”

 

Nota: Quizá este relato no debería incluirse en la convocatoria actual pues, en realidad, la víctima no era una persona anónima para la protagonista sino la amante de su marido (aunque ella había fingido muy bien no saber de su existencia durante los últimos meses).

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