Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

27. EL INDIANO (Susana Revuelta)

Es el puro que mejor le sabe a don Eduardo, el que se fuma a la puerta de la cantina mientras le lustran los zapatos y observa al personal. Ahí repanchingado en esa silla alta, echando en la cara el humo a los parroquianos que entran y dejando caer la ceniza en el pelo del limpiabotas, se siente como un marajá.

Porque a ver, de todos esos zarrapastrosos que pasan empujando una carretilla o cargando con un saco de paja, ¿alguno tiene una levita blanca de algodón, un automóvil americano, un casoplón con dos palmeras a la entrada, una caja fuerte detrás del cuadro de caza, una criada mulata de labios turgentes siempre arrodillada ante él, cuando él lo manda?

Desde luego que no, menuda panda de muertos de hambre, piensa mientras regresa a casa conduciendo por las calles sin asfaltar. Gentuza sin ambiciones es lo que son, campesinos que nunca llegarán a nada. Pero entonces, se pregunta cada día más malhumorado, ¿a qué carajo vienen esas miradas serenas, esos rostros sonrientes, ese contento al llegar a sus chamizos llenos de niños harapientos, de esposas gordinflonas, de olor a castañas asadas en otoño y a mazapán casero en Navidad?

26. FAMA (Iñaki Ferreras)

Había publicado su primer libro en solitario. ¡Estaba excitado! Tenía un chute de autoestima. La obra fue bien acogida…por el público. Y pensó que su familia y mejores amigos lo celebrarían por todo lo alto. Pensó que todos los compañeros de su grupo literario se alegrarían por este logro, después de tantos años dudando si lanzarse o no. Pero…Pero, en los tres bandos, se encontró con amargos sinsabores, con desprecios y ninguneos. El que más le dolió, el de su hermano, que la pidió un ejemplar, pero nunca le comentó nada ni tampoco se dignó a leerlo. Casi mejor que no se lo hubiera pedido… Entre su grupo de amistades más cercano, varias miradas hacia otro lado y entre el grupo de escritura, dos compañeros sin decir ni pío. Fueron punzadas dolorosas; sí, le dolieron y dejaron herida . Pero se vengó a conciencia: Publicó en una gran revista literaria un relato con estas experiencias y pseudónimos aunque todos ellos bien reconocibles. Aún más:ganó un premio literario y les envió el relato y todos tuvieron que tragar saliva y agachar las cabezas de profunda vergüenza.

25 SOFÍA (Diego Cano-Lasso Pintos)

El nombre de mi hermana es Sofía. No me preguntes por qué; mi madre se llama Laura.

Cuando nació no le di importancia, y mostré indiferencia jugando con mi Alfa Romeo de dinky toys. Pero conforme fue creciendo, mi vida se hizo insoportable al ver que esa mocosa era el horizonte de felicidad de mis padres. Vivían por y para ella y se puede decir que era razón de una existencia.

Son detalles, pero cuando salimos al campo y recogemos flores, luego ella es colmada de alabanzas al presentarlas en ramillete a mi madre. Y a mí ni mu. Son detallitos, pero joden.

Y se ha vuelto una marimandona de armas tomar; no puedo ni rechistar. Me tiene abducido y me cuesta pensar. Hasta el punto que llega a infundir en mí ideas y decisiones.

Te lo digo yo, que soy mi hermana. Mi nombre es Sofía.

24. Falacias

Era mentira que de su pelo se desprendieran escamas de oro, que de sus labios brotaran mieles y de su cuerpo una fragancia irresistible. No era verdad que tuviera voz de ángel y todos la adoraran por su aura multicolor.
Era caspa, eran babas, era pestilencia. Eran timbre chillón y gusto aberrante.
Los pájaros entonaban trinos a su paso; los gatos, coros de maullidos a sus pies, y en las noches de verano, las luciérnagas flotaban a su alrededor como si fuera la reina de las hadas.
Trucos baratos de vulgar embaucadora.
Yo no podía respirar si sentía sus ojos sobre mí, ni osé jamás aproximarme o dirigirle la palabra. Resistí.
Enroscado en mi razón, tratando inútilmente de abrir ojos ajenos a la evidencia, me fui consumiendo. Me volví de color verde. Comencé a tragar culebras, a roer cortezas, a respirar polvo rancio, a beber hiel, a devorar gusanos. Hasta que por fin, por pura cabezonería, me transformé en un ser sorprendente, como ella. Mucho más en realidad.
Pero no logré que nadie se derritiera por mí. Porque las malas lenguas, impregnadas de envidia, se inventaron que las bellas mariposas grises que me salían por el culo olían a mierda.

23. Odio ancestral (Jesús Alfonso Redondo Lavín)

A veces, en Miera, los montes quiebran y los estratos caen como varillas pétreas de abanico cerrando los valles de siglos abiertos por tenaces riachuelos, que tras el colapso vuelven a buscar nuevos cauces.

Merilla está en uno de esos valles que veces se cierran al igual que sus moradores. De largo venían las rencillas entre los Cobo contra sus vecinos los Ruiz. Las miradas torvas de Pilar Cobo eran delatoras de la envidia. Cualquier cosa relativa a Eugenia Ruiz enconaba su ánimo; un pañuelo, un vestido nuevos; una alabanza oída a hurtadillas en la puerta de la capilla: ─ Geniuca me llevó al médico a Solares o me trajo la compra o siempre está dispuesta… Y aquel día, por culpa de una gallina que cruzó un linde, como esos montes que allí se quiebran, la ira de Pilar colapsó su débil cerebro. Mientras Geniuca ocupada en sus tareas recogía hierba en un cuévano, Pilar se lanzó contra ella golpeándola repetidamente con una hoceta de mango largo.

Durante días quedó en aquel lugar el cuévano marcando el lugar del crimen.

Y el río Merilla siguió, ausente,  meandreando nervioso entre los peñascos del argayo, en busca de su destino hacia la mar.

22. Subjetividad (Aurora Rapún Mombiela)

No es la envidia la que guía mis palabras sino la realidad más descarnada cuando asevero que tiene un culo diez. Mi marido diría que ya estoy otra vez con la misma historia, pero es objetivo el hecho de que tenga unos brazos como esculpidos en mármol. Mi querido esposo diría que de qué le estoy hablando, cuando soy experta en reconocer pechos perfectos. Estoy segura de que mi marido haría algún comentario sobre el verdor de mis mejillas encendidas por los celos y de que yo replicaría con contundencia, cargada de razón. 

Mi madre y mi suegra se pondrían de parte de mi marido y me invitarían a reflexionar. <<A mí ni va ni me viene en qué gasta el dinero y el tiempo mi cuñada, la perfecta>>. Así de claro se lo explicaría a mi marido, si no fuera porque ha transcurrido ya un mes desde que me abandonó y porque no sé, objetivamente hablando, qué hacer con toda esta bilis que se me ha quedado dentro.

21. LILITH (Paloma Casado)

Enseguida llegará a El Paraíso, atravesará el camino de guijo que rodea la urbanización y entrará en la vivienda. El frescor de la penumbra de persianas bajadas le producirá un escalofrío gozoso. Recorrerá las estancias sin prisa, sabiéndose sola y se detendrá en la cocina para sustraer un refresco del frigorífico y alguna galletita. Después se repantigará en la “cheslon” -como llaman a ese sofá magnífico- a ver algún programa en el enorme televisor. Quizás también se atreva a irrumpir en la habitación de matrimonio para profanar las sábanas de algodón egipcio imaginando que Ramiro -para sus adentros siempre le llama así, sin tratamiento- le hace el amor. Pero cuando se levante tras el sopor placentero, el espejo le devolverá a la realidad de su cuerpo gastado y rechoncho, de su rostro vulgar ¿Por qué no puede ser Ella? Después hará la cama, recogerá la ropa descartada de las maletas, regará las plantas y saldrá de esa vida de Otra cerrando la puerta con llave prestada. Un autobús y dos trasbordos del Metro la conducirán de vuelta a los infiernos.

 

20. EL EQUILIBRISTA (Sara Lew)

Cada vez que le cuento a mi psicóloga que he trepado por la fachada de un rascacielos sin arnés, o que he hecho el pino con una sola mano sobre la cornisa de un edificio, logro captar una chispa de envidia en sus ojos antes de que me pregunte muy seria: “¿No será que usted coquetea con la idea del suicidio?”. Yo le respondo que no, que a mí lo que me seduce es la vida, siempre preciosa agazapada tras el riesgo.

En nuestra última sesión mencioné el lugar, el día y la hora de mi próxima hazaña, a sabiendas de que ella lo apuntaría como todo lo demás en su libreta. A continuación me hice el ofendido por una de sus frases aleccionadoras y abandoné la consulta vociferando: “¡Y usted que sabrá del peligro si se pasa todo el día en esa butaca!”.

Ha llegado el momento. Me dispongo a hacer funambulismo entre dos torres cercanas. Sé que vendrá. La busco entre los curiosos que se agolpan ahí abajo, sin éxito. Cuando doy el primer paso la veo al otro extremo del cable, en la azotea de enfrente. Ella, a su vez, avanza  hacia mí.

19. DISPARES Y NONES (Juan Manuel Pérez Torres)

Por eso se fue del colegio. Quería hacer la primera comunión vestido con diadema y un vistoso vestido blanco de tul. Aquella intención anunciada antes de tiempo por Martinito causó mucho revuelo entre profesores y alumnos primero, y entre padres y madres después. Al final, se cambió de colegio.

Pero éramos vecinos, vivía en mi bloque, dos plantas más arriba. Crecimos juntos. Yo lo veía cada día ir y venir con su madre a la academia de baile por las tardes. A veces, los días sin cole, o en vacaciones, nos juntábamos un grupito de chicos y chicas para charlar de nuestras cosas y compartir vivencias. Estar juntos, en fin, viviendo su historia junto a la mía. Hasta que se fue a vivir a otro barrio, al otro lado de la ciudad.

Creo que ya lo envidiaba. Durante estos años lo he recordado en muchas ocasiones, si he necesitado apoyo moral, o alguna inyección de optimismo. Martinito era mi alter ego. Ayer, después de tanto, nos encontramos.

Ahora veo que su determinación, su ánimo, su perseverancia y su sinceridad con su cuerpo, lo han convertido en Martina. Y no sabes cómo la envidio.

18. La celadora (Javier Igarreta)

“Si la envidia fuera tiña, cuántos tiñosos habría”, sentenció la celadora clavando su mirada inquisidora en los muchachos. Solícita atendió al enrabietado Bernardito que exageraba su dolor en un rincón. Sin duda, algún interno harto de ser el capacico de las hostias, había descargado su ira en el pobre gordito, según todos el ojito derecho de aquella mujer tan corta de estatura como sobrada de resentimiento. Un suceso de organización interna vino, días después, a cambiar el orden de sus afectos. Desde la llegada al internado de Sor Virginia, la celadora solo tuvo ojos para ella. De aspecto místico y frágil, la monjita desprendía una ambigua espiritualidad. Un domingo, en la misa de doce, Sor Virginia salió al altar para repartir la comunión. Presa de una emoción desbordante, la celadora se revolvía nerviosa en la fila, suspirando por recibir la sagrada forma de tan blancas manos, con tan mala pata que dio con sus ansias en el suelo. Como movido por un resorte, Bernardito salió del banco en ayuda de su benefactora, pero ella lo apartó con un gesto airado. Mientras recomponía su maltrecha figura, la celadora miró con insistencia a Sor Virginia, reclamando un atisbo de su fervor.

 

 

 

17. ALZHEIMER

Yo soy mi padre y soy mi madre. Soy mi abuelo que fue condenado a muerte tras una lucha fratricida sin sentido y soy mi abuela que peleó en solitario por sacar una familia adelante. Soy la tierra en la que se entretejen los genes de mis ancestros. Pero también soy aquel que  hoy es consciente de un universo que sobrepasa su realidad.

Soy yo. Incomprensible, inabarcable e incompleto sin su historia, sin ti.

Hoy deambulo en un mar embravecido de soledades. Pienso, es mi virtud, pero sin saber si mi realidad es certera. Inseguro porque no veo con tus ojos, no oigo con tus oídos ¿Soy yo parte de tu realidad o sólo una sombra en tu recuerdo?

Y luego vendrá en el final del camino la última risa, que es el aleluya de la vida. Y seguramente no seré consciente del momento. Tal vez no lo viva como una oración de agradecimiento. Y sentiré envidia de tu existencia y celos del aire que te llena los pulmones.

Por todo eso me voy, y también para privarte del sufrimiento que ha de venir. Porque el yo es soledad y la carga de la existencia. No es fácil decir adiós.

16. LA PUERTA DEL MAL (Mercedes Marín del Valle)

Consultó su reloj antes de llamar. Tenía cita. Un hombre lúgubre, de pelo pobre y gafas obsoletas, saludó distraído y la hizo pasar a una habitación. Mientras él se preparaba, ella observó sin disimulo los detalles de aquel cuarto. Tres sillas de terciopelo rojo, una mesa vestida, una lámpara de araña, un mueble abarrotado de figuritas de cerámica, un jarrón con flores de plástico, retratos antiguos en marcos plateados y un par de imitaciones de Van Gogh. Aberrante. Lo más opuesto a su concepto de decoración.

Se sintió incómoda, por el lugar y por la intención que la había llevado allí, pero la rabia acumulada le dio la fuerza para reponerse. No permitiría que su marido la abandonara. Los celos, inquilinos de su estómago, no la dejaban comer ni vivir. Era hora de poner fin a su sufrimiento.

Antes de entregarse totalmente al ritual, la voz de su madre resonó en su mente: “Desear el mal ajeno suele atraer tu propia desgracia. “ Cerró los ojos pensando, que nada podía ser peor que aquel sentimiento de frustración sostenida, luego, dejándose seducir por el sonido hipnótico del mantra susurrado en lengua desconocida, mostró su lado más oscuro. La vela negra vibró.

 

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