Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

61. Amor ciego

Aún tiembla al cerrar la habitación del hotel. Se quita la ropa y evita el espejo del armario. Sabe que él todavía la busca. Se deshace de su melena a tijeretazos. Los mechones cortados se le pegan en los pies cuando se da la vuelta para mirarse. Se estremece al recordar sus manos dibujando el mapa de lunares de su pecho. Uno a uno, los arranca, hasta que la sangre se une al pelo formando una masa viscosa. Ahora no podrá reconocerme, piensa. Hasta que el espejo le devuelve el verde de sus ojos.

60. El paraguas vengador (Rosy Val)

Lleva toda la mañana triste y al ir a colgarse el bolso se le ha escapado un gemido de dolor. Se ha ido a trabajar sin mí y me ha cambiado por otro, claro, después de lo de ayer yo también ando algo resentido. Al menos hoy no tendrá que ocultar su cara, sus lágrimas se confundirán con la lluvia.  

Anochece y el otro deambula nervioso por la casa. Las baldosas del pasillo tiemblan. Su reloj tirita ante un acoso constante. Cuando por fin aparece la increpa fuera de sí. Ella recula asustada y acorralada de espaldas a la puerta trata de defenderse: que no ha sido culpa suya que salió más tarde del trabajo y perdió el autobús. Entonces me saca del paragüero y me levanta en alto…

Cómo me gustaría llevar un arma secreta dentro de mí, como la del protagonista con traje y bombín —el de aquella serie de los años sesenta—, y acertarle de lleno en el corazón.

Pero esto no es una película.  

Ayer me rompió dos varillas. Hoy sé que me dejará inútil, para siempre. 

59. UN INSTANTE DE VALOR

En el instituto, unos chicos la han tomado con él. Cuando nadie los ve, le obligan a darles dinero y se divierten a su costa. Al grito de mariquita, le acorralan, le tiran al suelo y le pegan patadas hasta que se hartan. Mientras, lo graban todo con sus teléfonos móviles y  después, al verlo en las pantallas, se parten de risa. Orgullosos de su “hazaña”, no tardan en enviárselo a otros colegas.

Desde que le amenazaron con dejarle sin lengua si no guardaba silencio, se ha quedado sin voz. Anda todo el día cabizbajo, muerto de miedo, le sobresalta cualquier ruido, se esconde en los rincones, huye despavorido cada vez que ve una sombra…Al llegar a casa, sus padres, ajenos a todo, ni le miran, sólo  le riñen por sus malas notas. Él no dice nada, se encierra en su habitación y no para de llorar. Se siente perdido, la angustia le asfixia, no sabe qué hacer, ni a quién acudir… no ve otra salida que la de marcharse, desaparecer. Sabe que no será difícil, para este viaje no necesita ni billete, ni maleta, le bastará con tener, por una sola vez, un instante de valor.

58. NO PUEDES HUIR DE LA MUERTE

Sentí que mi boca se desencajaba y como una fría losa pesaba sobre mi cuerpo. ¿Qué hacía allí, cómo había llegado? Muchas preguntas para las que no hallaba una respuesta. Las rodillas se me doblaron y caí de bruces contra el suelo. Temblé de miedo. ¿Quiénes eran esas mujeres? ¡Parecían hilanderas¡.

Penetré en la inmensa oquedad de una cueva sin ninguna dirección. Mis pasos eran torpes y mi mente se negaba a ver la verdad. ¡Estaba en las puertas del averno!

Mi corazón gritaba de una forma absurda y continúa; llega hasta el final de la gruta, no es oscura ni tenebrosa solo silenciosa… huye. La ansiedad se apoderó de mi cuerpo, sin embargo mi mente pensaba en aquellas mujeres junto a la rueca. ¿Qué narices hacían en un lugar así?

Noté en mis labios el cargado sabor de la sangre. La mano mortífera de la parca se acercó alcanzándome de lleno en el pecho provocando quejidos y náuseas. Tras varios espasmos dolorosos, la muerte abrió sus brazos y fue entonces cuando mis labios pronunciaron sus últimas palabras, a la vez que mis ojos sentían el rostro del diablo y la sonrisa de las hilanderas; estoy en el infierno.

57. NIVELES DE MIEDO (J.A. IGLESIAS)

Caí, volando de bruces, sobre el cráter producido por un obús.

Mi compañero salto tras de mí. Vimos reflejado el miedo en nuestros ojos. Él me rodeó con su brazo, en un acto protector.

Otro cañonazo <<demasiado cerca>>. Ahora no podía oír estruendos, ni disparos, ni alaridos de dolor. El silencio, en medio de aquel tumulto desgarrador, tornó la visión mas insoportable, hasta el punto de paralizarme de terror.

La adrenalina me hizo reaccionar, teníamos que seguir a la orden de ¡avanzar, avanzar, avanzar!.

Sentí el brazo de mi compañero aún sobre mí. Cogí su mano para animarlo a seguir, al tiempo que me giré hacia él.

Creía que el miedo no podía ser más intenso, me equivoqué, vi que su brazo era lo único que quedaba de su cuerpo.

Intente levantarme, ¿por qué no podía?. Miré hacía atrás.

Pensé que el miedo alcanzo su máxima expresión, volvía a equivocarme, mis piernas ya no estaban.

Una mano estrechó la mía, elevándome al borde de aquella fosa sepulcral. Era mi compañero.

Observé en el interior del cráter, mi propio tronco junto a aquel brazo y otros cuerpos mutilados.

La ansiedad se había evaporado, ya no sentía ningún sentimiento de miedo.

56. Post Mortem

No debería sentir frío y sin embargo estoy helada. Me repugna el olor a casquería  mezclado con desinfectante y oírles hablar así  me angustia y entristece a la vez. Para ellos solo soy una mujer caucásica, de unos 35 años de edad. Por la forma y tamaño del útero, calculan que tengo un par de hijos. Me gustaría gritarles que sí, que los tuve y que todavía duelen. Dictaminan que mis prótesis mamarias son de 350 centímetros cúbicos con unos diez años de antigüedad y que el contenido de mi estómago se reduce a una papilla semilíquida de color amarillento. La causa de la muerte es clara: sobredosis de alcohol y barbitúricos. Respecto a que mi corazón no presente lesiones aparentes, sinceramente, no estoy de acuerdo.

55. EXTRAÑAMIENTO (Belén Sáenz)

¡Cómo tiemblas, chica! ¿Estás asustada?

La señora no desatiende sus bolsas de la compra; el caballero apenas levanta la vista del móvil. Yo rebusco en los agujeros negros que horadan mis nervios desquiciados. Estoy en el andén, así que he metido el billete en el torno y bajado las escaleras mecánicas. Demasiado tarde. El hormigueo que me paraliza la garganta se propaga al resto de mis miembros. Es como mirarte en un espejo y extrañar tus propios gestos, lentos e inéditos.

Intento en vano despegar la lengua del paladar para responder a la amabilidad del caballero, de la señora. Y esa imagen mía que ya imaginaba ajena se distorsiona más, distanciándome de las demás personas.

Un lejano traqueteo y la megafonía anuncian la llegada del metro. Entonces se acercan. El caballero o la señora, preocupados porque estoy demasiado cerca del borde. Me rozan las mejillas encendidas, me agarran los puños apretados. No lo soporto. Sin pretenderlo, con una fuerza sobrehumana sobrevenida, arrastro al caballero de las solapas, empujo a la señora por los hombros. En el último relampagueo de sus miradas busco la paz y el descanso que ansío. Solo encuentro el miedo y la angustia que ya conocía.

54. Pesadillas (Marta Navarro)

Los terrores nocturnos se habían convertido en rutina habitual. «No pasa nada cariño, son solo pesadillas», la tranquilizaba cada mañana mamá. «Los monstruos no existen, mi niña, no pueden colarse en tu cama», le guiñaba un ojo papá. Ella sorbía despacito el colacao, ensayaba en su rostro una sonrisa y fingía ser valiente. Camino del colegio, trataba de sacar al monstruo de su cabeza. Lo intentaba con todas sus fuerzas pero era tan difícil… ¡Si al menos su cara no fuera tan parecida a la de papá!, musitaba en silencio. Y un pinchazo de culpa anudaba al instante su garganta.

53. Porque era encantador

Nunca me ha gustado hablar de mis íntimas emociones y mucho menos de mis pesadillas, pero tal vez sea el momento de la catarsis y la liberación.

Justo anoche, mi padre era un depredador sexual con la misma apariencia de cuando murió. Estaba estupendo para sus noventa y nueve años.

He sido yo quien lo ha descubierto, estaba abusando de la hija de tres años de Amanda y Víctor. Ni idea de cómo habíamos llegado allí los dos. No importa, estábamos en el mundo onírico.

Le he agarrado del pescuezo, y la poca fuerza de su edad ha sido evidente. No ha habido resistencia y yo no he tenido compasión.

Al despertar me he dado miedo.

52. VIRUS

Se me resbaló de las manos, no sé cómo, siempre pongo el máximo cuidado cuando la manejo. Es muy frágil, escurridiza, pero nunca me había pasado antes. Es la primera, y última, vez, ya nada se puede hacer, había quedado hecha añicos, y lo que tenía dentro… no había cerrado la puerta…

51. ELLA

Entrecerré los ojos preparándolos para el resplandor matutino… y abrí el postigo. Me sorprendieron el cielo encapotado, una calma inquietante que acallaba las voces del bosque, y esa angustia que, salida de no sé dónde, de pronto llenó mi pecho. Fue entonces que tuve la intuitiva certeza de que hoy ella vendría.

No sabía qué hacer, mi ansiedad me impedía permanecer quieto, y salí a buscarla esperando no encontrarla. Caminé hasta extenuarme y al regresar bebí agua del pozo, mientras allá abajo, la umbría frescura sabedora e inquieta, me advirtió que a la que venía la buscara en otro lado.

Al anochecer, cansado de esperarla, cogí el Jeep y bajé al pueblo. En el bar, una botella de whisky  me persuadió de que una intuición absurda me había envenenado el día y, cerca de la medianoche, ya relajado, emprendí el regreso. Era obvio que ella no se presentaría.

Pero nos cruzamos en el camino. No sé quién encontró a quién; nos topamos en un paso a nivel y supe que Ella estaba allí, aunque nunca llegué a verla, encandilado por la luz del tren, que inexorablemente en hora, se abalanzó sobre el Jeep antes de que dieran las doce.

 

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