Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

32. Injusticia

Míralo ahí, tan orgulloso, recibiendo los abrazos, las felicitaciones de sus compañeros mientras el estadio entero lo aclama como a un héroe. Pero ¿que hay de mí? ¿Acaso no fui yo quien señaló penalty en un ridículo tropiezo fuera del área?

31. El diario de Carol

Carol tampoco es un nombre de tango. Si te llamas Carol, a secas, pues una de dos: o estás lanzando el birrete en tu fiesta de graduación o tienes a un novio llamado Chuck esperándote con el coche en marcha mientras atracas una gasolinera. Cualquier otra opción es demasiado aburrida si tu nombre es Carol. A Chuck lo dejé después de seis atracos porque era un auténtico inútil y además no sabía derrapar, salvo en la cama. “¡Se derrapa en las curvas, no en las rectas, cretino!”, le decía siempre. Ni caso. Si te llamas Chuck, a secas, pues una de dos: o estás mascando chicle mientras trabajas en un aserradero o tienes a tu novia atracando una gasolinera mientras la esperas afuera con el coche en marcha. Cualquier otra opción desencaja si tu nombre es Chuck. Tenía una hermana gemela que se llamaba Casiopea ¿Cabe mayor despropósito? Si tu nombre es Casiopea, solo tienes una opción: que tu hermana Carol, que tiene un ex llamado Chuck, tras una discusión acalorada, te dispare un tiro en la cabeza. Sin más. Lo mío con Casiopea no era nada personal, pero lo reconozco: nunca he soportado que fuese la preferida de papá.

30.- Envidia cochina (un relato lisérgico basado en heces reales)

Sobrevuela el prado un moscardón decidiendo qué delicia succionar. Los apestosos hierbajos descompuestos están bien, quizá algo sosos. El cadáver putrefacto de algún topillo resulta más suculento, sin duda. Pero, donde esté una boñiga fresca de vaca, que se quite todo lo demás.

Por suerte, percibe ese aroma inconfundible. No tarda en encontrar su tesoro: enorme, reciente y, de momento, solo suya. Aterriza suavemente en el centro, donde aquello tarda más en secar, y hunde gozoso sus palpos maxilares mientras un abejorro zumbador atraviesa atento el lugar.

Unos metros más allá, el abejorro frena en seco y regresa para posarse chulesco junto al moscardón. Pese al hedor, desenrolla la trompa: “Sea lo que sea esto, no va a ser todo para él”, cavila. Pero, ignorante, liba sobre un psilocibe, hongo alucinógeno que abunda sobre las boñigas. Presa del colocón instantáneo, aletea y bucea en el excremento creyendo sumergirse en dulce néctar.

Con sus miles de ojos, el moscón lo observa estupefacto. Siempre ha esquivado los hongos, pero ahora siente envidia al ver disfrutar así al abejorro, y muerde uno.

El apareo interracial desenfrenado en el que deviene tanta euforia les impide detectar, lamentablemente, el cercano vuelo rasante del voraz abejaruco.

29. UN ASCETA

Ni el menor capricho se concedió a sí mismo en sus muchísimos años, aunque tampoco podría decirse de él que fuera avariento o rácano, pues su fortuna la destinaba a vestir modesta y limpiamente y a comer con salud y medida; no gastaba en bares para evitar habladurías, y entregaba al prójimo los restos de su despensa antes de que se echaran a perder, igual que cubría al desposeído con ropa apenas ajada y bien zurcida. Eremita le decían al pobre Prisciliano, pues jamás codició lo terrenal y nunca sintió envidia del ricachón que hacía tintinear las monedas en el bolsillo, ni celos del abogaducho que acabó arrebatándole a la elegida de su corazón. Vivió sin estrecheces ni alardes, aunque tampoco con deudas o arriendos; una vez pagados los gastos fijos, el resto iba derechito a la alcancía, y así mes a mes, año tras año, hasta reunir lo suficiente para construirse un fastuoso templete en medio del huerto, la obra de una existencia lograda y envidiable.

—Un mausoleo -pensaba-, eso sí que es para toda la vida.

La nota que escribió antes de clavarse un hacha en el cráneo decía: «La leña del invierno ya está pagada.»

28. Tano (Pepe Sanchis)

Antes no me llamaba Tano. Pero desde que nos conocimos, Susana empezó a llamarme así. Tano por aquí, Tano por allá. Enseguida me llevó a vivir con ella. Yo era el centro de su vida y estaba encantado. Salíamos mucho. Todas las tardes, por esas calles tan anchas, llenas de escaparates y árboles. Cada uno a lo suyo. La pareja perfecta.

Pero hace unos días Susana conoció a Santiago. Al principio solíamos merendar juntos, los tres en agradable compañía. Hasta hoy, cuando lo ha invitado a nuestra casa. Nada más entrar, he visto cómo se abrazaban y se quitaban la ropa para terminar desnudos, en la cama. Ahí es cuando no lo he podido resistir. Me he plantado en medio de los dos, reclamando la atención de Susana…el amor de mi vida.

Oigo a Santiago gritar, cabreadísimo:

-Susana, ¡este chucho se muere de celos! ¡Haz que baje de la cama!

Y me sabe a gloria su contestación:

-¡Santiago, hemos terminado! ¿Cómo te atreves a llamarle chucho a mi Tano? Que te quede claro que Tano es… Tano…el amor de mi vida.

27. EL INDIANO (Susana Revuelta)

Es el puro que mejor le sabe a don Eduardo, el que se fuma a la puerta de la cantina mientras le lustran los zapatos y observa al personal. Ahí repanchingado en esa silla alta, echando en la cara el humo a los parroquianos que entran y dejando caer la ceniza en el pelo del limpiabotas, se siente como un marajá.

Porque a ver, de todos esos zarrapastrosos que pasan empujando una carretilla o cargando con un saco de paja, ¿alguno tiene una levita blanca de algodón, un automóvil americano, un casoplón con dos palmeras a la entrada, una caja fuerte detrás del cuadro de caza, una criada mulata de labios turgentes siempre arrodillada ante él, cuando él lo manda?

Desde luego que no, menuda panda de muertos de hambre, piensa mientras regresa a casa conduciendo por las calles sin asfaltar. Gentuza sin ambiciones es lo que son, campesinos que nunca llegarán a nada. Pero entonces, se pregunta cada día más malhumorado, ¿a qué carajo vienen esas miradas serenas, esos rostros sonrientes, ese contento al llegar a sus chamizos llenos de niños harapientos, de esposas gordinflonas, de olor a castañas asadas en otoño y a mazapán casero en Navidad?

26. FAMA (Iñaki Ferreras)

Había publicado su primer libro en solitario. ¡Estaba excitado! Tenía un chute de autoestima. La obra fue bien acogida…por el público. Y pensó que su familia y mejores amigos lo celebrarían por todo lo alto. Pensó que todos los compañeros de su grupo literario se alegrarían por este logro, después de tantos años dudando si lanzarse o no. Pero…Pero, en los tres bandos, se encontró con amargos sinsabores, con desprecios y ninguneos. El que más le dolió, el de su hermano, que la pidió un ejemplar, pero nunca le comentó nada ni tampoco se dignó a leerlo. Casi mejor que no se lo hubiera pedido… Entre su grupo de amistades más cercano, varias miradas hacia otro lado y entre el grupo de escritura, dos compañeros sin decir ni pío. Fueron punzadas dolorosas; sí, le dolieron y dejaron herida . Pero se vengó a conciencia: Publicó en una gran revista literaria un relato con estas experiencias y pseudónimos aunque todos ellos bien reconocibles. Aún más:ganó un premio literario y les envió el relato y todos tuvieron que tragar saliva y agachar las cabezas de profunda vergüenza.

25 SOFÍA (Diego Cano-Lasso Pintos)

El nombre de mi hermana es Sofía. No me preguntes por qué; mi madre se llama Laura.

Cuando nació no le di importancia, y mostré indiferencia jugando con mi Alfa Romeo de dinky toys. Pero conforme fue creciendo, mi vida se hizo insoportable al ver que esa mocosa era el horizonte de felicidad de mis padres. Vivían por y para ella y se puede decir que era razón de una existencia.

Son detalles, pero cuando salimos al campo y recogemos flores, luego ella es colmada de alabanzas al presentarlas en ramillete a mi madre. Y a mí ni mu. Son detallitos, pero joden.

Y se ha vuelto una marimandona de armas tomar; no puedo ni rechistar. Me tiene abducido y me cuesta pensar. Hasta el punto que llega a infundir en mí ideas y decisiones.

Te lo digo yo, que soy mi hermana. Mi nombre es Sofía.

24. Falacias

Era mentira que de su pelo se desprendieran escamas de oro, que de sus labios brotaran mieles y de su cuerpo una fragancia irresistible. No era verdad que tuviera voz de ángel y todos la adoraran por su aura multicolor.
Era caspa, eran babas, era pestilencia. Eran timbre chillón y gusto aberrante.
Los pájaros entonaban trinos a su paso; los gatos, coros de maullidos a sus pies, y en las noches de verano, las luciérnagas flotaban a su alrededor como si fuera la reina de las hadas.
Trucos baratos de vulgar embaucadora.
Yo no podía respirar si sentía sus ojos sobre mí, ni osé jamás aproximarme o dirigirle la palabra. Resistí.
Enroscado en mi razón, tratando inútilmente de abrir ojos ajenos a la evidencia, me fui consumiendo. Me volví de color verde. Comencé a tragar culebras, a roer cortezas, a respirar polvo rancio, a beber hiel, a devorar gusanos. Hasta que por fin, por pura cabezonería, me transformé en un ser sorprendente, como ella. Mucho más en realidad.
Pero no logré que nadie se derritiera por mí. Porque las malas lenguas, impregnadas de envidia, se inventaron que las bellas mariposas grises que me salían por el culo olían a mierda.

23. Odio ancestral (Jesús Alfonso Redondo Lavín)

A veces, en Miera, los montes quiebran y los estratos caen como varillas pétreas de abanico cerrando los valles de siglos abiertos por tenaces riachuelos, que tras el colapso vuelven a buscar nuevos cauces.

Merilla está en uno de esos valles que veces se cierran al igual que sus moradores. De largo venían las rencillas entre los Cobo contra sus vecinos los Ruiz. Las miradas torvas de Pilar Cobo eran delatoras de la envidia. Cualquier cosa relativa a Eugenia Ruiz enconaba su ánimo; un pañuelo, un vestido nuevos; una alabanza oída a hurtadillas en la puerta de la capilla: ─ Geniuca me llevó al médico a Solares o me trajo la compra o siempre está dispuesta… Y aquel día, por culpa de una gallina que cruzó un linde, como esos montes que allí se quiebran, la ira de Pilar colapsó su débil cerebro. Mientras Geniuca ocupada en sus tareas recogía hierba en un cuévano, Pilar se lanzó contra ella golpeándola repetidamente con una hoceta de mango largo.

Durante días quedó en aquel lugar el cuévano marcando el lugar del crimen.

Y el río Merilla siguió, ausente,  meandreando nervioso entre los peñascos del argayo, en busca de su destino hacia la mar.

22. Subjetividad (Aurora Rapún Mombiela)

No es la envidia la que guía mis palabras sino la realidad más descarnada cuando asevero que tiene un culo diez. Mi marido diría que ya estoy otra vez con la misma historia, pero es objetivo el hecho de que tenga unos brazos como esculpidos en mármol. Mi querido esposo diría que de qué le estoy hablando, cuando soy experta en reconocer pechos perfectos. Estoy segura de que mi marido haría algún comentario sobre el verdor de mis mejillas encendidas por los celos y de que yo replicaría con contundencia, cargada de razón. 

Mi madre y mi suegra se pondrían de parte de mi marido y me invitarían a reflexionar. <<A mí ni va ni me viene en qué gasta el dinero y el tiempo mi cuñada, la perfecta>>. Así de claro se lo explicaría a mi marido, si no fuera porque ha transcurrido ya un mes desde que me abandonó y porque no sé, objetivamente hablando, qué hacer con toda esta bilis que se me ha quedado dentro.

21. LILITH (Paloma Casado)

Enseguida llegará a El Paraíso, atravesará el camino de guijo que rodea la urbanización y entrará en la vivienda. El frescor de la penumbra de persianas bajadas le producirá un escalofrío gozoso. Recorrerá las estancias sin prisa, sabiéndose sola y se detendrá en la cocina para sustraer un refresco del frigorífico y alguna galletita. Después se repantigará en la “cheslon” -como llaman a ese sofá magnífico- a ver algún programa en el enorme televisor. Quizás también se atreva a irrumpir en la habitación de matrimonio para profanar las sábanas de algodón egipcio imaginando que Ramiro -para sus adentros siempre le llama así, sin tratamiento- le hace el amor. Pero cuando se levante tras el sopor placentero, el espejo le devolverá a la realidad de su cuerpo gastado y rechoncho, de su rostro vulgar ¿Por qué no puede ser Ella? Después hará la cama, recogerá la ropa descartada de las maletas, regará las plantas y saldrá de esa vida de Otra cerrando la puerta con llave prestada. Un autobús y dos trasbordos del Metro la conducirán de vuelta a los infiernos.

 

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