Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

16. Un secreto enterrado

Aquella calurosa tarde, un arbusto de pitiminí que había en medio de las vides fue el origen de su discusión. Ninguno de los dos sabía que estaba allí para controlar las plagas, así que pasaron horas decidiendo si lo dejaban o lo quitaban. En vistas de que no llegaban a un acuerdo, pensaron que lo mejor era dejarlo donde estaba. Y ellos, cansados de discutir, optaron por cortar por lo sano y separarse. El rosal intruso, como ellos le llamaban, marcaría una imaginaria línea divisoria a lo largo del viñedo. Ella eligió las tierras en la zona norte y él se quedó con las que miraban al sur.

No volvieron a hablarse hasta la siguiente cosecha cuando el embrujo de la vendimia propició una reconciliación. Y lo celebraron como siempre, ella brindó con vino tinto y él con un rosado.

Afortunadamente, las rosas que originaron todo el fregado continuaron creciendo sin complejo entre las parras. Y al final les cogieron cariño, su color carmesí servía de inspiración para los poemas de amor que escribía Bonnie mientras Clyde se dedicaba a regarlas y abonarlas. Sabían que nadie encontraría el cadáver del bodeguero que enterraron bajo el rosal, aquella calurosa tarde.

 

15. TRANSFERENCIAS

La contemplación de una bandada de estorninos atravesando el parque supuso la inspiración. Se le ocurrió mostrar una perspectiva simbiótica entre paisajes urbanos y distintos tipos de aves que habían hecho de la ciudad su hábitat natural.

Todo empezó a sucederle con la primera fotografía: una tórtola turca posada sobre el luminoso de un pub. Se pasó la noche escuchándose respirar entre sueños “cucu-cu”. Le siguió la del gorrión haciendo equilibrismo sobre un cable que colgaba entre dos bloques de edificios al principio de la avenida central. Al día siguiente, amaneció con una especie de corbata negra tatuada en el cuello. Con la del mirlo atravesando el quiosco de música se le afilaron y enrojecieron los labios. Pero la alarma definitiva saltó con la de la paloma despegando desde la fuente. Descubrió, mientras se duchaba, que empezaban a crecerle algunas plumas blancas. Se asustó tanto que resolvió abandonar.

Poco tiempo después, no supo resistirse a la imagen poética de un grupo de vencejos comunes acariciando el aire por encima de las azoteas. Desde entonces, no ha parado de volar.

 

14. Lumifax Destacamento PAP

Amadísimos chupópteros:

Este universo es fascinante. La víspera de la nueva eternidad, los chirifundios, esos duendecillos que pedalean sin cesar y son responsables de su expansión, interrumpieron su quehacer para recargar baterías. Como consecuencia del desbarajuste espaciotemporal provocado aterrizó una criatura que transitaba en ese momento por un agujero de gusano. Presa del pánico, agitaba sin cesar sus once tentáculos y lanzaba chorros de tinta de colores.

No tardamos en congeniar. La endecápoda era el primer ser realmente inteligente que conocía desde que invadimos este planeta. Ilustraba cuanto yo le narraba —historias de los libros que me había zampado—, tapizando con delicadeza hasta la línea del horizonte con sus coloridos chorretones. Un delirio para las probóscides.

Un día imprimió una bellísima nebulosa verde pistacho, su hogar. Al contemplarla derramó una lagrimita y me pasó tres tentáculos por encima del hombro. Yo le acaricié el cabezón. Ella me chorreó… Acabamos enrejados y tuvimos trillizas. Sus ecografías todavía están impresas en roca basáltica, con tinta blanca. Es lo único que conservo de ellas y de sus ilustraciones. Tenía hambre.

Sin más. Gloria al Gran Borrón, nuestro venerado proveedor.

PD: Envíen víveres a Punto Azul Pálido. Ya no quedan libros.

 

 

13. Pañuelo amarillo (Salvador Esteve)

En la dehesa éramos conscientes de nuestro destino.  Veíamos salir a nuestros mayores en grupos de seis, jamás regresaban.  Solo Flamiro, una leyenda en la manada, volvió.  Mientras mis hermanos pacían y correteaban, yo, bajo una encina, le escuchaba y me empapaba de su conocimiento.  Mi plan iba tomando forma.

 

Ahora estoy aquí, esperando en los corrales.  Escucho la alegre música, un réquiem para nosotros, mas el recuerdo de la dehesa me da ánimos, me fui sin mirar atrás porque sé que volveré; lo voy a conseguir.  La tarde asoma rápido, y pronto será mi turno.  En los tendidos he escuchado más abucheos que aplausos, siento lástima por mis hermanos.  Pero yo acallaré las protestas.  Salgo al albero con alegría y arremeto contra los burladeros hasta sacarles astillas del alma.  La pareja que me ha tocado en suerte es un joven torero, Manuel, el Peinao.  Lo veo nervioso, con querencia a salir corriendo.  Podría empitonarlo con facilidad, pero eso no está en el guión, tengo que llegar hasta el final impoluto, sin antecedentes de sangre, la faena tiene que ser perfecta.  Después de tres bufidos respiro hondo y empiezo a embestir; «no me falles, Peinao».

12 DE COMPRAS EN EL PUEBLO

Hoy no nos atiende Margarita.

—La tuvieron que vaciar —murmura su sustituta al oído de mi madre.

Sé que no debo preguntar, que los cuchicheos son escondites de secretos para mayores. Prohibido pasar. Solo me queda la imaginación. La mía se parece a la tienda de Margarita en la que cuelgan chorizos al lado de paraguas y bastones, y rebusco en sus estanterías si entre niñas traviesas, lobos buenos, bellos durmientes, burros que vuelan y pájaros que rebuznas, no habrá una mujer vacía. Pero por mucho que digan que me deje de tantos disparates, tonterías, locuras…, en ella no encuentro nada tan… tan horrible como una mujer vacía.

—¡Vamos, ayúdame con la compra!

—¿Margarita está muerta? —pregunto.

—¿Pero qué dices? Por supuesto que no.

De noche en la cama no puedo dormirme. ¿Margarita como una caja de galletas vacía?, ¿como un globo deshinchado? Me entran arcadas y ganas de llorar. Entonces en la estantería más cómoda de mi imaginación dejo a Margarita junto a un cisne con un ala rota y a una mujer con bata de cirujana. Puedo leer mi nombre escrito en azul en su pechera.

—Espérame, Margarita —murmuro en la casa dormida.

11 ALICIA

Yo crucé el espejo. Pero no desde el anverso amable que refleja imágenes para adentrarme en lo desconocido, sino desde su oscuro reverso, como en un extraño retorno, hacia una realidad que mi psiquiatra elogia con ardua convicción.

Y aquí estoy ahora, ya curada según él, con una vida normal y envidiable. Tengo un trabajo, una pareja y hasta un hijo que en verdad no sé de dónde han salido. Me voy acostumbrando a mi regreso lentamente, aunque todos dicen que nunca me fui.

Lo que peor llevo son los ratos de ocio, libres de obligaciones, porque es entonces cuando mi cerebro se empeña en traerme imágenes de armas blancas, pastillas y callejones que no conozco.

Pero ellos me sonríen y dicen que estoy muy bien.

10. Pórfida, la inalterable

Todo en Pórfida está pensado para permanecer, desde los profundos cimientos que la sustentan hasta las columnas de basas macizas, los arquitrabes y los frontones de sus casas, construidas con los mármoles, calizas y granitos más densos y resistentes. Sus habitantes se mueven de forma cadenciosa, como si en cualquier momento un escultor fuera a cincelarlos en mármol.  Suelen permanecer en silencio, cuando tienen necesidad de comunicarse lo hacen de forma breve, en sentencias que bien pudieran grabarse en letras de oro sobre lápidas de basalto. Solo al morir, enterrados bajo estelas funerarias que recuerdan sus nombres y enumeran sus actos, por nimios que fueran, abandonan su batalla contra la desmemoria. Es por esto que entre los muros de los cementerios de Pórfida hay un resonar de cancioncillas de moda, un ir y venir de cotilleos intrascendentes, un murmullo de risas provocadas por chistes y chascarrillos. Libres del decoro que constriñó sus vidas, los difuntos disfrutan así de la banalidad que les concede la muerte.

9. El hombre del caballete (Jesús Alfonso Redondo Lavín)

Te agradezco, Agustín, que me guiaras por tus espacios bucólicos. Por pasear contigo las orillas del río donde vimos al barquero perchando contra corriente y al pescador de la boina roja mientras las nubes blancas y altas se abrían a los rayos del sol que chocaban en las copas de los chopos y en las hojas limpias de los salces; por parar a charlar con los vecinos junto al inmenso álamo blanco camino de Ambasmestas; por aquella subida a los Picos donde me mostraste  la luz estrellándose en los perfiles de las garmas; y cuando me llevaste al Churrón de Borleña para ver caer rizos de algodón de agua; y también cuando vimos a la muchacha que sacaba agua del pozo bajo la cagiga preñada de primavera y cuando en el alto de Lunada me señalaste las hayas luchando verticales sobre la ladera inclinada del puerto.

Escaleras abajo del Museo pensé que Riancho finalmente salvó su dignidad de artista menospreciada en las ferias de ganado, para conseguir unos pocos reales, vendiendo sus cuadros a algún veterinario que lo colgaría en su casa frente al repujado plateado de la última cena que alguien regalase al albéitar el día de su boda.

8. PALABRA A PALABRA (Ángel Saiz Mora -EdH 2020-)

Creí que se había vuelto loca. La idea de abandonar un trabajo de carácter indefinido en estos tiempos, para montar un negocio con sus ahorros, me pareció un riesgo innecesario por mucho que la ilusionase. Hice cuanto pude para que diera marcha atrás, pero mi hija es testaruda, igual que yo, como decía mi pobre Laura; en las ocurrencias peregrinas, sin embargo, salió a ella. La discusión fue ácida. Me llamó solitario y amargado, aunque la curiosidad pudo al orgullo.
Mucha gente acudió a su establecimiento el día de la inauguración. Yo también. Reconozco que se respiraba un ambiente singular. Oculto tras una columna escuché a alguien decir que esa tienda era mucho más que un espacio comercial, repleto de estímulos y enriquecedor como pocos, un universo lleno de miles de mundos con mucho que ofrecer. El discurso fue tan persuasivo que tuve que comprar algo. Mi hija no quería cobrarme, pero insistí. Sus márgenes de beneficios son pequeños. Además, para cabezón, yo.
He reducido el estrés.
Apenas veo la televisión.
Cada día me conozco mejor a mí mismo.
Participo en el club de lectura mensual, lleno de mujeres interesantísimas.

7. Recortables (MVF)

Mientras su madre otea el horizonte y observa el exterior desde todas las ventanas de la casa antes de salir a recoger la ropa, Alicia despliega sobre la mesa toda su colección de muñecas de papel. Colorea sus vestidos y recorta sus accesorios: una pamela de verano para  Pili y un vestidito de flores para su peque. Ella no teme al lobo como mamá porque, al igual que la Alicia del cuento, es capaz de vivir entre personajes. Hoy a Pili le ha salido un pequeño morado bajo el ojo izquierdo, como a su madre la semana pasada, días antes de tener que mudarse a toda prisa a la nueva casa. Ahora, siempre que salen a pasear, su madre insiste en mimetizarse con el bosque y las dos visten esos apagados mandiles grises que les dio la abuela. Menos mal que en el armario de sus muñecas este color no existe y los verdes, amarillos y azules campan alegres por sus cuerpos, sin que nadie los vete.

6. LAPSO

El pensamiento no se presentaba en palabras que pudieran tomarse como punto de partida para desarrollar una secuencia lógica y llegar a un final, sino más bien como un cúmulo arrollador de sensaciones que acudían vertiginosas a mí, recorriéndome desde la frente hasta la punta de los dedos.

Entre tanto, mis pensamientos parecían ajenos al sentimiento de relación con la avioneta. Estaba pilotando mecánicamente, perdido en mi interior.

De pronto, el mar de pinos se abría para dejar ver las llanuras que se desplegaban a mi frente mostrándome múltiples parcelas, porciones de paisajes que se necesitaban unas a otras para ser paisaje y que se sucedían para ser un vasto paisaje. Sentí la soledad como un objeto que perdía su transparencia y se hacía casi palpable. Al mismo ritmo mi pasado se quedaba más y más atrás, no olvidado sino ajeno.

Al volver la luz me quedé en mi asiento, descontrolado, adaptándome al nuevo ambiente. Sin poder articular movimiento alguno hasta que reconocí la gran pantalla semicircular del Cinerama que se había quedado en blanco.

 

5. Asuntos importantes (Josep Maria Arnau)

«Llamaré y la dejaré boquiabierta», pensó mientras lo anotaba todo en una libreta: «Desde que me dejaste estoy prosperando. Me he mudado al centro de la ciudad, hay luz natural y la vista a la calle es imponente. Recibo muchas visitas de día y las noches son tranquilas. Además, siempre tengo al lado un montón de dinero».

En ese momento alguien aporreó la puerta. Se levantó del colchón y vio al agente de la Guardia Urbana indicándole que saliera del cajero, un coche patrulla lo estaba esperando. Antes de abrir anotó sonriente: «Algunas noches tengo que salir porque me reclaman asuntos importantes».

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