Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

28. La canción del verano (Aurora Rapún Mombiela)

El perro mueve el cabezón descoyuntado sobre el salpicadero al ritmo de Shakira. A mí, sin embargo, lo que se me remueve es el desayuno. Por lo poco que veo desde mi asiento, todavía faltan unas cuantas curvas para llegar a destino. La cartica que guarda donde le escribió no sé qué se me clava en el cerebro mientras la espalda se arquea en cada nueva sacudida. 

Mi hijo mayor se empeñó en sacarme de la tranquilidad de mi casa para llevarme con su familia de vacaciones y tantas veces me lo dijo que no fui capaz de negarme. Me repitió hasta la saciedad, como si fuera tonto en vez de sordo, que el clima suave iría bien para mi salud. En lo que llevamos de viaje, he estado a punto de vomitar, me duele todo el cuerpo y estoy perdiendo el gusto por la música pachanguera. No sé si la brisa marina irá bien para algo, pero lo que está claro es que a mí otro año no me vuelven a llevar de viaje ni en coche ni en bicicleta.

27. De cómo acallar voces y ser el mejor sin lograrlo (Ana Tomás García)

Félix José Buenaventura de la Paz y la Concordia oía voces. Unas veces eran quejas, otras veces discusiones, casi siempre insultos y malas maneras. Al principio se puso a tocar el violín para acallarlas, pero el ímpetu hacía que sobresalieran a las notas. Descubrió que todos y cada uno de los vecinos de Villa Disputa de la Tormenta vivían enfrentados en un altercado permanente: Que si mírame y no me toques, que si no te cruces en mi camino, que si alcornoque, que si cebollino, que si gaznápiro, que si a ver si te arreo un mamporro… y por cada altercado fue añadiendo un instrumento en su propósito por silenciar aquel tormento.

Al final se convirtió en el famosísimo y  más virtuoso hombre orquesta que hubo en el mundo, y como su arte era reclamado por todo el globo terráqueo y sus giras no tenían fin, nunca más volvió a Villa Disputa de la Tormenta, por lo que dejó de oír las voces de sus paisanos, que no las del resto de las demás gentes, que esa era otra, pero bueno, cargar con semejante número de instrumentos y hacerlos sonar melódicamente ya  tenía su mérito.

26. Alemania (Susana Revuelta)

Sacude alfombras, barre cuartos, friega las baldosas del baño. Y todo lo hace cantando, pero solo por mitigar el dolor que tiene en el pecho, por reprimir el llanto.

Son las mismas coplas con que su abuela, allá en su pueblo del mediterráneo, espantaba la soledad de sus últimos años. Pese al cielo plomizo y acerado que día tras día descarga su furia sobre esta ciudad gris, ella entona su canto. Los grajos que anidan en los tejados enmudecen, el canario que trajo consigo de España tuerce el cuello y la mira, callado.

Desde otro de los barracones surge, algunas mañanas, una voz masculina que junto a la suya se eleva bien alto e inician una danza, a lo agarrado. Suena el estribillo alegre, y ella siente como si bailara en el aire con aquel extraño. Son sus instantes de felicidad, hasta que regresa Paco de la fábrica agotado, amargado, tachando un día más del calendario. Un día menos, aunque aún falte tanto.

Los domingos, se reúnen todos los obreros a comer paella y tortilla de patata y ella, notando el rubor de sus mejillas, le busca en los ojos de cada uno de sus paisanos.

25. Un cuento de Navidad

La tarde del 24 de diciembre la artillería se mantuvo en silencio. En la trinchera francesa, el cabo Antoine preparó su violín y, como si estuviera ante el público más selecto de París, tocó «Noche de paz» como nunca lo había hecho. Los hombres recibieron una andanada de nostalgia y pronto un maltratado trapo blanco surgió de las líneas enemigas. Cubiertos de barro, empezaron a salir como conejos temerosos de sus refugios. Llorando, se abrazaban y se daban la mano; armas y bagajes descansaban olvidados en el mismo montón. Compartieron chocolate, snaps, tabaco. Brindaron por la paz y declararon París, Londres, Viena y Berlín ciudades hermanas. Se entendían sin problema, porque sólo eran jóvenes asustados que querían irse a casa, y no hay nada mejor para entenderse que las ganas de hacerlo. Acordaron no matarse en unos días y no atacar la zona de letrinas, porque el silbido de los obuses provocaba  severo estreñimiento.
En el consejo de guerra por la tregua de Navidad de 1914, nadie pudo identificar al misterioso violinista que había parado la contienda. Cuando preguntaban a los soldados la respuesta era siempre la misma, «yo soy el cabo Antoine».

24 – CONCIERTO CELESTIAL

Entre al teatro y me senté en un asiento de la tercera fila, cómo hacía siempre.
Espere pacientemente a que se apagaran las luces.
Se abrió el telón, y los focos se encendieron, iluminando el escenario.
Y allí estabas tú… sentada al lado de tu mágica arpa.
Cuándo se acallaron los aplausos, empezaste a deslizar los dedos grácilmente por las cuerdas, arrancándole sonidos que no parecían ser de este mundo. Sólo podían estar compuestos por la materia que da forma a los sueños
Durante una hora estuvimos escuchando, embelesados, acorde tras acorde, hasta que diste por finalizado tu actuación con un último tañido que hubieran firmado los propios ángeles.
Estuvimos aplaudiendo más de diez minutos. Tuviste que salir a saludar tres veces. La emoción nos embargaba a todos.
Finalmente cogí mi abrigo, me puse el sombrero y salí del teatro. Saludé cómo siempre al guarda de seguridad. Hoy había otra persona con él.
Mientras me alejaba le oí preguntar: ¿ quién es ese anciano?.
– No lo sé- respondió el guarda.- viene aquí todos los jueves desde que se cerró el teatro. Dicen que hace tiempo tuvo un affaire con una de las músicas… Lo dejo entrar porque es inofensivo…

23. TRAQUEOTOMÍA (Mødes)

Fuiste la única fiera a la que mi voz jamás amansó.
Y ahora, tras recibir tu salvaje zarpazo, enciendo el equipo de música.

Y, sin dejar de llorar, canto nanas en playback a nuestro bebé.

22. Jam Session (Pablo Núñez) (Fuera de concurso)

Acompáñenme a atravesar un pentagrama en el que puedan apreciar, desde un lugar envidiable, cómo un piano rompe el silencio, un bajo lo endulza y una batería lo golpea. En cuanto la base rítmica acabe sus solos y se funda en un compás, dejará pista libre a la sesión de viento. Un saxo tenor, entonces, iluminará una melodía improvisada con la suavidad del terciopelo, a la que una trompeta con sordina, perdiéndose entre notas, envolverá en una caricia. A estas alturas, si tienen alma, sus sentidos se habrán desperezado. No todo terminará aquí; la pieza, aunque correcta, sería un estándar de jazz más. Pero no se preocupen, están dentro de un pentagrama y llegaremos al éxtasis. Tomemos lo anterior como una introducción, un prólogo, una alfombra roja desplegada aún sin pisar. Es el momento para dar paso a una voz femenina que se deslice entre los instrumentos y acune sus oídos. Ira tejiendo, en un escenario adornado por volutas de humo, los retales de una historia de amor y de perdición que le removerá sus entrañas. Les habrá atrapado una música de otro mundo, y quedarán embrujados para siempre dentro de un pentagrama que se mueve a ritmo de jazz.

21. Tempo di Rock

María, zapatos negros de hebilla con calcetines de punto hasta el tobillo; falda plisada por encima de la rodilla, ni demasiado larga ni demasiado corta; camisa blanca metida por dentro, bien abotonada hasta el cuello y dos coletas terminadas en lazo con la raya perfecta dividiendo en dos la cabellera. El ritmo de su vida, con el violonchelo apretado entre sus muslos, lo marcaban el dos por cuatro de las marchas, los tres por cuatro de los vals y algún atrevido nueve por ocho de Wagner o Bach.
Hasta que llegó Jaime, el repetidor, con los vaqueros rotos, la camisa por fuera y el pelo cayendo sobre la frente mientras mueve la cabeza al son de Dream Theater, Pink Floyd y Led Zeppelin.
Ahora, el único ritmo que sigue María es el trece por dieciséis de las mariposas en su estómago.

20. Un brindis valiente (Rosy Val)

«Brindemos». Te dijo alzando la copa de vino al tiempo que los acordes de un anacrónico Julio Iglesias —su cantante favorito—, acompañaban sus buenos deseos. 

«Para que estés siempre conmigo». 

Y como el costado derecho aún te dolía, alzaste la tuya con la mano izquierda, por su distrito, sus preceptos, sus advertencias… por el portazo que desataría tu melena y tus tobillos, por recuperar tus pies, el carmín en tus labios, las palabras de tu boca…

«Brindemos». Repetiste mientras lavabas minuciosamente su copa y «Lo mejor de tu vida» llegaba a su fin.

19. VERISMO

Su timbre preferido era uno limpio y sin disonancias, con tono grave, incluso tenebroso, pero dulce y ágil en los agudos; no era ni el favorito de la multitud, que aplaudía los intrépidos falsetes de los tenorillos, ni por desgracia el más frecuente entre las voces que escuchaba a diario, con las que se despachaba sin la menor indulgencia.

—Vaya, otro verdiano, se lamentaba frecuentemente, aunque ya sin rencor.

El suyo, el escaso barítono noble, se hacía desear, y eso, lejos de desanimarlo a base de fracasos, lo estimulaba por si un día le daba la sorpresa.

—Caramba, este sí, a veces elogiaba una nota distinguida y bien calibrada.

Y así, repasando entre hachazo y hachazo el catálogo de registros vocales transcurría la jornada del verdugo.

18. ¡Elemental, querido Chopin! (Salvador Esteve)

El detective Hipólito Laguardia observaba el cuerpo sin vida de la directora del Conservatorio. Sentada en el sillón de su despacho, su cabeza, con los ojos sanguinolentos, pendía hacia atrás.  La vieja profesora podía impulsar o truncar el acceso a la prestigiosa beca Juilliard School, ese podía ser el móvil.

Reunió a los alumnos en la sala de audiciones y les rogó que, uno tras otro,   interpretaran la sonata nº. 2 para piano de Chopin. Escuchó la pieza  embelesado, Hipólito tenía tres pasiones: su trabajo, los jovencitos de ojos claros y la música. Cuando terminaron, hizo llamar al penúltimo, un pelirrojo con cara de bonachón, y, tras mandar detenerle,  se dispuso a exponer la  evidencia de los hechos.

—La víctima fue estrangulada con una fuerza desmesurada. Todos los dedos están marcados excepto uno, el anular de  la mano derecha. Quizá debido a una disfunción del nervio, o tal vez por una contractura, el motivo en sí es irrelevante.  Los pianistas memorizan la partitura, cada dedo digitaliza una nota, pero cada tecla que pulsaba el dedo anular derecho del arrestado esgrimía, casi imperceptiblemente, menos intensidad de sonido.  Esto extrapolado al cuello de la víctima nos indica que es la mano ejecutora.

17. ASÍ EN EL CIELO COMO EN LA TIERRA (Fernando Antolín Morales)

Entiendo que usted es una buena persona. De verdad que lo entiendo. No hace falta que insista más con eso porque lo tengo muy claro. He leído y releído toda la información a mi alcance y es indiscutible, su vida ha sido ejemplar. Así que lo siento mucho, con toda mi alma, pero es que no se trata solo de eso. Es que verá, perdone mi franqueza, pero es que usted desentona. ¿Cómo va a unirse a nuestro coro celestial cada vez que se obre un milagro? Imagínese cómo quedaría el momento con un gallo de por medio. No puede ser. Le voy a dar un consejo. Practique unos siglos en el purgatorio y ya veremos después si se puede hacer algo.

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