Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
días
1
1
horas
0
8
minutos
2
0
Segundos
1
4
Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

74. DESAPARECIDA (Paloma Casado)

La foto le sorprende desde una farola de su antiguo barrio por donde, después de años de ausencia, ha querido volver a pasear. En ella, Julia sonríe descubriendo la mella del diente que acaba de canjear con el Ratoncito Pérez. Aún cree en lo imposible, por ejemplo, que su padre es un héroe capaz de protegerla siempre.
Si no la llevara soldada a la memoria, quizás no hubiera distinguido sus rasgos. El cartel lleva pegado tanto tiempo, el sol y la lluvia han sido tan eficaces en su erosión, que han borrado los números de un teléfono que ya ni si quiera existe. Lo mantuvo mientras duró la esperanza de recibir una llamada, cualquier indicio que no resultara un fraude. Sin embargo, la ilusión de encontrarla hace que la busque en las adolescentes que pudieran tener su edad y su apariencia. A veces, cuando los ojos de alguna se le enfrentan, ve en ellos el temor o la repugnancia que provoca un degenerado o un loco. Entonces, baja la mirada y reprime las ganas de contarle que daría la vida a cambio de que le llamara papá.

73. COMUNIÓN

Conserva cinco fotos de su comunión: dos con otra niña y con un angelito con

cara de enfado, en una están leyendo atentamente el misal; en la otra, mirando

de frente con las manos unidas, haciendo que rezan; su madre asoma un poquito

en una esquina. Se ve un cartel con algún muñeco telerín, los de “Vamos a la

cama”. La tercera, en la puerta de la iglesia, muy sonriente en el escalón más

alto, dos más abajo su madre con traje de chaqueta negro, en la falda se aprecia

el cordón del hábito por alguna promesa. En otro más inferior su prima la que le

prestó el vestido de `mini novia´, complementado con una coronita que luce

incrustada en un moño alto. La cuarta, cerca de un árbol con un ramo de flores;

su madre y otra prima, a prudencial distancia para no robarla protagonismo. Y la

quinta, flanqueada por sus padres en la barbacana, la mejor de todas. Hubo una

sexta con un niño que la persiguió todo el santo día. ¡Hasta se puso a su lado

para comulgar! Y se empeñó en que les hicieran una foto juntos. Le cogió tanta

manía que acabó por romperla.


72. Desencuadres (fuera de concurso)

A Danilo le cortaron la cabeza. Fue sin querer, un acto involuntario, un accidente. Ana Patricia disparó sin pretender hacernos daño pero se convirtió en verdugo. Sonreíamos ufanos, hasta Danilo ignorante de la suerte que más tarde correría. Allí estaba él tan bien plantado en medio de los cinco, con sus casí dos metros, con su flequillo seductor y sus dientes en perfecta formación, con su traje impecable y sus brazos enormes rodeándonos a todos. Era grande Danilo. Algunos sostuvieron que Anapa se moría por sus huesos, que no soportó que Danilo ennoviara con aquella chica de ultramar y ahora nos reuniera para decirnos adiós así sin más, para cerrar una amistad de tantos años por faldas extranjeras. Por más que me empeñe no puedo imaginar a mi amiga como una Robespierre con vestido de organdí y lazo azul en la melena ni a aquella Kodak de ocasión como una revolucionaria guillotina. Fue en el revelado cuando descubrimos que Danilo, sobresaliente en todo, sobresalía también de los límites del diez por quince y cuando su cuello, seccionado por el filo de papel, dejó rodar su testa por la alfombra apolillada de una iglesia perdida en medio de otro continente.

71. DIFERENCIAS (Nani Canovaca)

Mi intención era  releer un libro que me dejó una enorme huella siendo joven y en un momento difícil en mi vida. Recuerdo que me gustó mucho y cuando lo he vuelto a retomar, me ha recorrido un escalofrío por la espalda que el libro ha ido a dar con todas sus hojas y letras contra el suelo y con la estampida, ha salido de dentro lo que creo era el motivo de mi malestar. Varias fotos de la bisabuela Mercedes y mis tíos varones. Una de las caras está recortada y solo se muestra su cuerpo enfundado en un traje que se supone distinto. No se distingue bien, ya que todas son sepia y están con manchas de humedad.  Había olvidado que el tío Paolo se fue a hacer las américas y desde entonces, su madre y bisabuela mía, dijo que había dejado de tener aquel varón. No puedo entender porque a veces los padres somos tan duros con nosotros mismos y sobre todo con los hijos. ¿Valía más tenerles bajo el yugo y guardar las apariencias, aunque con ello dejaran de vivir toda la familia y allegados? Pero me pregunto, ¿Qué son las apariencias? ¿Y la vida?

70. EL SOLTERÓN (Belén Sáenz)

Esas mujeres pasan todo el día limpiando nuestra porquería y cuando pueden apoyar la sien en la ventanilla del autobús caen rendidas. Dormitan con la boca abierta, el cuerpo torcido, relajadas las manos que aferraban el bolso.

Es entonces cuando les robo la cartera. Un frenazo, un leve roce y me apeo sin girarme a mirarlas.

Y no es por necesidad ni por morbo delictivo. La poca calderilla que tienen acaba en la palma de algún mendigo y la documentación en un buzón de correos. Mi botín son sus fotografías. Descartados los niños repeinados y los maridos velludos, el tesoro es Dulce María con cintas en su trenza morena ante el santuario de la Virgen de Guadalupe o Elisabeta con labios de carmín en la boda de su hermana. Imágenes desarraigadas de su juventud con los bordes doblados, con marcas de celo. De mujeres limpias y honestas. Buenas mujeres.

Diréis que soy mala persona, que ultrajo su alma además del sudor de su frente, pero si vierais la sonrisa de mi madre enferma cuando le muestro a la novia de turno y le prometo que pronto la traeré a merendar para que la conozca, no me juzgaríais tan duramente. No.

69. Precariedad

El llanto brotó a destiempo y de forma incontrolada, lo que levantó entre las demás plañideras un murmullo de reproche. Siempre que algo le traía el recuerdo de su Marcelino lloraba a mares, pero la clientela era exigente y le hacía falta el dinero, así que ahogó las lágrimas y se esforzó en componer el semblante. Al cabo de unos minutos, la comitiva salió de la parroquia arropada por el toque a muerto de las campanas. Cuatro familiares portaban el féretro a hombros. Sobre la caja había una corona de flores y el retrato del fallecido, una foto de Marcelino ante la cual la mujer reprimió sus sentimientos mientras, ahora sí, soltaba el lagrimeo remilgado por el que le pagaban. Ya lloraría a moco tendido cuando llegase a casa.

68. LA MUDANZA

Aprovechando una mudanza, decidí subir al trastero para seleccionar qué cosas me acompañaban a mi nueva vida y cuáles irían a la fosa común del olvido. Estas últimas serían mayoría, pero algunos trastos viejos se resistían a acabar en vertederos, especialmente algunos libros y, para mi gran sorpresa, la máquina que me regalaron al cumplir quince años y que di por perdida ese mismo verano. Lo mejor de todo es que dentro había un carrete sin revelar. Ya no nos acordamos de la impaciencia por ver las fotos de las vacaciones ni de la inseguridad de que todas salieran bien o que simplemente salieran, pero todo aquello tenía su encanto. Tras tanto tiempo, qué podría salir de ahí, quiénes aparecerían en ellas, cuántas valdrían la pena. Quién sabe si esas imágenes podrían acabar con carreras políticas y matrimonios o descubrir viejos engaños. Nunca lo sabré, y además ya no existen sitios para revelar película.

Trataré de vencer la nostalgia y resistir la tentación de husmear en mi pasado. No sería buena idea cuando voy a pasarme treinta años en prisión.

66. Secretos de familia

Secretos de familia

Olía a puchero en toda la casa como cada domingo. Sentada en la cocina, llenaba la cabeza de mi abuela de preguntas, ¡cómo me gustaba oír historias de su vida!

Guiaba mi mano de niña la curiosidad cuando abrí aquel pequeño cofre y encontré algunas fotografías de gente que no conocía… y pregunté.

El baulito era obra de mi abuelo, carpintero de oficio.  Mi madre guardó ahí la correspondencia que intercambió con mi padre durante la mili en Sidi Ifni y luego albergó las fotos de un “secreto”:  Mi tío, un chico bueno  y enmadrado, envuelto en malas compañías decidió alistarse en la legión. Allí olvidó a su novia de toda la vida en brazos de una morita de la que se enamoró. Cuando volvió a casa no había lugar para su amada y acabó casándose a regañadientes con su novia “oficial”,  que le perdonó….siempre.

En la cajita, las fotos de un niño vivo retrato de su padre y estampas de la vida de mi tío en aquellas tierras.

No sé si mis primos conocen la historia….pero el mayor secreto se lo llevó su padre a la tumba, ¿alguna vez añoró la vida que tuvo que abandonar?

65. Cenizas

En Disneyland disfrazado de Darth Vader, ¿te acuerdas?, aquí con el loro en el hombro en Punta Cana, en esta, desde lo alto de la Torre Eiffel, el paseo en góndola, un selfi en el cañón del Colorado, la que sujetas la Torre de Pisa y esta última, juntos cortando la tarta. Y ahora que ha parado el viento, saco el mechero y mientras quemo las fotos que tanto te gustaban, comienzo a esparcirte por el vertedero.

64. Lo que no pudo ser (Alberto Jesús Vargas)

La foto de boda de los abuelos debería presidir en sepia el gran salón familiar. Desde ella, la abuela nos miraría con altivez coronada de azahares y el abuelo, triunfante, dibujaría una sonrisa en su rostro curtido de trabajo y sol. Nadie llegó a explicarse cómo él, un pobre jornalero, pudo alcanzar el corazón de niña rica que en ella latía, pero lo cierto es que la abuela nunca amó a ningún otro hombre, ni el abuelo a otra mujer tanto como a ella. Sólo por merecerla se embarcó rumbo a ultramar dispuesto a conseguir la fortuna que le abriese la puerta de la casa grande donde ella, atrapada en los usos de su tiempo, le esperaría sentada al piano acariciando habaneras con dedos de marfil. Y en la triste distancia sin olvido, unas fiebres malditas convirtieron el afán de vida del abuelo en un silencio de tierra al abrigo de la sombra sagrada de una ceiba. La abuela, fiel a su promesa de amante, quedó en esta orilla para siempre aferrada al sueño roto y sus descendientes, la gran familia que de ellos habría nacido, nos quedamos en el limbo de lo que no pudo ser.

63. Rumbo equivocado

Garabateo trazos indefinidos mientras tu afinas las palabras con un trago de ginebra.

Te escucho abstraída en la terraza de nuestro bar. Aquel bar donde yo, en cada servilleta, dibujaba un barco velero. El barco que, sin entender por qué, era lo que siempre quería llevarme a la isla desierta. La isla en donde tú, lejos de todas las miradas, prometías formar nuestro hogar. El hogar que me hacías imaginar de color rosa antes de que arreciara aquella tormenta.

Te escucho lejano mientras pinto nubes negras en la servilleta de papel. De tu maleta, ahora, sobre la mesa, sacas un retrato de hace años; y de tu cartera, donde ocultabas tu alianza, otro más reciente. Comprendo por qué me muestras en este momento las fotografías. Anegas un último “lo siento” en tu vaso vacío.

Yo zarpo en mi antiguo velero mientras veo como llenas de caricias el incipiente vientre de tu esposa. Y así es como dejo desierta la isla donde ya no te espero.

Nuestras publicaciones