Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
días
4
0
horas
1
6
minutos
2
5
Segundos
2
0
Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

19. Siempre a la moda

Recordaba su trabajo como una época preciosa. Llevar esos vestidos de fiesta o de novia, con tules, sedas y organzas, con espaldas y hombros al aire. O la moda de verano con colores intensos, atrevidos bikinis y pareos a juego. Cuando llegaba el frío los jerséis de angora, tan suaves y mullidos, ésos sus preferidos, porque eran los que mejores abrazos le daban…Ahora ni ese consuelo me queda, ni siquiera sé dónde los tengo.

El día que los robots llegaron también para hacer de modelos más reales, nos dejaron abandonados en un almacén y todo se volvió gris. Si al menos pudiese moverme, quizás podría besar esa otra cabeza amontonada junto a la mía y así calmar ese llanto silencioso que brota de sus ojos de muñeca.

 

18. Penumbras (Susana Revuelta)

Le huele a madreselva cada vez que abre el álbum por donde la foto de su hija vestida de Primera Comunión. Fue lo único que su suegra le permitió hacer aquel día, ocuparse de las flores.

Estuvo toda la mañana fuera escogiendo las más coloridas: naranjas, rosas, rojas, lilas. Apenas almorzó y dedicó la tarde entera a trenzar la corona. La hizo y deshizo una y otra vez, de lo que le temblaban las manos. El ramo le resultó más sencillo, solo tuvo que atarle un lazo. Mientras tanto, la suegra arreglaba a la niña. Los calcetines de perlé, los guantes con borlas, las merceditas. Con el vestido tardó un poco más, la cremallera de la espalda no subía, pero resolvió el contratiempo con unos cuantos alfileres y unos imperdibles.

Para la foto no hubo más que discutir, con aquella mujer no se podía. Aunque ahora, años después, al mirar el retrato reconoce que fue la mejor decisión: sentada en la butaca de orejas del salón, para apoyar su cabecita. Y con los cortinones echados, para que no se notara su piel cetrina, los ojos comidos por los peces, la hinchazón tras una semana hundida en el fondo del río.

 

17. Moda de calle (Miguel Ángel Molina)

Modesta observa la portada de la revista que se acaba de encontrar y piensa en qué utilidad pudiera darle. Al hojear las primeras páginas lee sorprendida que esta primavera las botas militares y la chaqueta corta son el complemento perfecto de los pantalones altos de cintura. Un poco más adelante aseguran que lo más de lo más es mezclar los colores sin atender regla alguna. Echa un vistazo a su vestimenta y por una vez no se siente como una andrajosa; cumple con todas las tendencias a la perfección. Lo único que le falta para reproducir todos los cánones de estilismo es eso de llevar un bolso pequeño bajo el brazo y vivir de alquiler cambiando cada poco de casa, cuantas más veces mejor. Para lo del bolso ha pensado en el cartón de vino, para la vivienda bastará con dormir cada noche en un banco distinto.

16. DE FICCIONES Y REALIDADES (A. BARCELÓ)

El primer traje de superhéroe que tuvo se lo compró mamá allá por 1982. Luego, vinieron muchos más: Spiderman, Batman, Capitán América… Volver a ver algunas de las primeras películas de sus ídolos le da vergüenza. Le pasa lo mismo al revisar álbumes de fotos de su juventud y descubrirse vestido como Don Jhonson en Corrupción en Miami, como Tom Cruise en Top Gun

De aquellas mallas de color azul tan horteras con el slip rojo por fuera poco queda. Ahora, la moda son ceñidísimos e impresionantes diseños que resaltan la envidiable anatomía de los actores.

Salvar a la humanidad de los enemigos que amenazan la supervivencia en el planeta fue siempre su sueño. El vestidor repleto de trajes de superhéroes le servía para imaginarse en el papel.

Nunca pensó que la ficción podría dar paso a la realidad. Ahora, añade a su armario uniformes de héroes reales: el de enfermera de su prima, el de policía de su cuñada, el de reponedor de supermercado de un amigo, su propia  indumentaria de operario del servicio municipal de recogida de basuras…

 

“Un héroe es un individuo común que encuentra fuerza para perseverar y soportar a pesar de los obstáculos.”  CHRISTOFEER REEVE

 

15. La maga de la costura

Era una mujer extremadamente ligera, como una vara de mimbre, pero resistente a los embates de la vida, cumpliendo con sus deberes de madre y de modista.
Sus manos grandes y morenas dibujaban con el jaboncillo en la tela, prendida con alfileres que sujetaba entre los labios.
Absorta, la veía girar la rueda de la Singer, golpeando el pedal con el pie, sin desviar la aguja para evitar que se rompiera… Aquellos sutiles movimientos con el taca-taca de fondo, la transformaban en una maga de la costura.
Escucho todavía las risas de mi hermana, correteando para llenar el vacío de una ausencia, de la que jamás supimos nada.
«Sois muy niñas para entenderlo», nos dijo a mi hermana pequeña y a mí, después de mostrarle una foto descolorida que hallamos en su armario dentro de una bolsa de tela. «¿Quién era aquel hombre bien trajeado del brazo de mi madre?», pensé.
Para Feli, no existía diferencia alguna entre el día y la noche, ambos extremos se sobrehilaban como un dobladillo, rematando costuras y entregando prendas sin denotar cansancio. Lo principal era labrarnos un buen futuro.

 

14. JUAN Y YO (Jorge Zas)

Juan es un chico guapo, quizás demasiado guapo para ser varón y yo…yo me he enamorado estúpidamente de él. Él me mima comprándome ropa, porque le gusta verme siempre a la última moda, luciendo vestidos de fiesta o faldas muy muy cortas. Cuando estreno modelo, me toma de la cintura y se queda embelesado mirando nuestros cuerpos esbeltos reflejados en el enorme espejo de su dormitorio.

La noche abre la puerta a sus juegos secretos: goza sacándome las prendas una a una y al final, muy lentamente, me quita el tanga, y al hacerlo, sus largos dedos acarician la seda contra mi cuerpo. Él es muy cariñoso conmigo… pero no me desea. Cuando termina  de desvestirme, me guiña un ojo y con su encanto habitual me dice: “trae pa’qui, tú no necesitas esto, tú nunca tienes frío”, y se pone él toda la ropa que acaba de quitarme, se encasqueta mi peluca rubia y comienza a bailar con su imagen en el espejo.

Lo observo frustrada. Me había hecho ilusiones a las que quizás no tenía derecho; por lucir calva, como ahora, por nunca tener frío, por estar condenada, para siempre, a ser solo un pobre maniquí.

13. Nuevas tendencias

Al entrar Camilo en la clase, todo el mundo se quedó mudo. Hasta que la maestra le preguntó sorprendida —¿Has venido a clase en pijama? — y todos empezaron a reírse. A él le dio igual, se sentó. Al salir del colegio, sus compañeros, y otros niños de otras aulas, se acercaron a preguntarle el porqué.

Cuando dio explicaciones, les contó que ya estaba harto de ir como todos los demás y que como en su casa se sentía muy cómodo en pijama, había decidido acudir al colegio también en pijama. A la semana siguiente, su compañero de pupitre imitó su vestimenta, y más tarde, otros niños y niñas de su clase.

No había pasado ni un mes desde que Camilo llegase al colegio y, en el patio del recreo, se podían ver muchos más alumnos con pijama que con chándal o con ropa de calle. También contaban que los sábados hacían «fiestas del pijama» muy divertidas. No había pasado mucho tiempo, cuando en todos los comercios del pueblo, los escaparates exhibían los modelos recién llegados desde la ciudad.

Se había puesto de moda la locura del pijama.

12. Currículum oculto

Los despertares vienen sin previo aviso, y ahí me encontró uno de los míos, en la primera clase de francés.

Puso su nombre en la pizarra, pero yo ni lo vi porque ya estaba mirando las piernas de la primera mujer de verdad que veía en minifalda. Algunas de mis compañeras vestían algo similar, pero me decían más nada que poco.

Odiaba el tablero delantero de su mesa cuando se sentaba. Apagón en el punto álgido.

A veces la seguía al acabar las clases, sabía que ella no iba a reparar en un niñato; y por las noches empecé a hacer eso, que no hace falta nombrar, mientras las veía como columnas del Partenón, aunque fuera materia del curso siguiente.

Me cabreé por primera vez cuando llegaron las vacaciones del verano. Increíble. Y se me hicieron asquerosamente eternas.

Al regreso, iba con un entusiasmo abismal, o abisal por lo profundo, ante el reencuentro. Y apareció con una falda hasta los tobillos, de una tela vaporosa muy coloreada que parecía llamar al viento para que dibujara olas.

Je ne sais pas quelle proportion de la langue des gaulois j’ai appris, me si que l’imagination est encore plus excitante que la réalité.

11. LA REINA DE LA NOCHE

Para Laura fue la noche más feliz de su vida. Estaba sentada en el último anfiteatro.
Su madre se lo había prometido por su sexto cumpleaños:
• Iremos al Teatro Real a ver la Flauta Mágica de Mozart.
Laura observaba los asombrosos personajes.
Dio un respingo. Jamás había visto algo tan bello.
• Mamá, ¿quién es?
• La Reina de la Noche, hija.
Absorta, intentaba descifrar aquel maravilloso vestido negro, con finos hilos dorados que delineaban el escote, los puños y la falda. Mucho después supo que era de organdí suizo bordado. Seguía extasiada el vuelo de su capa de brocado.
En ese momento descubrió lo que quería ser.
Gracias al esfuerzo de su madre, viuda, maestra rural, aprendió el oficio. Se convirtió en la más cotizada modista de teatro y ópera.

Plena de vitalidad, con sus más de 90 años, está sentada en el palco.
Ahí aparece. Su creación definitiva. Petición expresa de la cantante. Luce un exultante vestido acampanado azul turquesa de seda salvaje y grandes mangas. Una obra de arte.
Al finalizar, con los protagonistas saludando al enfervorizado público, la Reina de la Noche le sonríe como solo lo sabe hacer una nieta a su adorada abuela.

10. El apagón

Todas las miradas puestas en él. Ni las jóvenes zancudas que desfilaban sobre la pasarela eran capaces de restarle protagonismo. Mañana saldría en toda la prensa. En las páginas de Sociedad. La Semana de la Moda de Nueva York rendida ante el diseñador consagrado. Intentó ponerse en pie, pero sus huesos se lo impidieron. Desde su asiento en primera fila, movió levemente la mano como agradecimiento. Guantes de piel para ocultar los estragos de la artritis. Demasiados años sobre sus hombros. Deseó morir en ese instante y cerró los ojos. Alguien se los abrió a la fuerza: “Sigue vivo. La descarga solo ha durado cinco segundos”. Otra vez le empaparon con agua salina la cabeza afeitada. Otra vez le ajustaron el casco. Al otro lado del cristal, todas las miradas puestas en él. Extraños olisqueando la carroña. Entre ellos, los familiares de sus dos víctimas. Apretó los párpados con un pensamiento: “El viejo, el viejo… Quiero regresar al viejo”. Pero sus manos robustas seguían luchando contra las ásperas correas que le ataban a la silla. Cubrieron su rostro. Como si una capucha negra fuera capaz de restarle protagonismo. Mañana saldría en toda la prensa. En las páginas de Sucesos.

9. Amelia y Luisi (Javier Igarreta)

Todo empezó con un costurero que le dejaron los Reyes en casa de la abuela Paca. Abrir aquel canastillo de mimbre, con sus hilos de colores, fue para Amelia el descubrimiento de un mundo de fantásticas posibilidades. Algo tuvo que ver su primo “Luisi”, compañero inseparable de juegos. Ambos compartían idéntica pasión por las muñecas y Amelia cosía primorosas ropitas con cualquier trapo que caía en sus manos. Luisi le dejaba hacer sin poder apartar la vista. De vez en cuando intercambiaban miradas de complicidad. Llegó un momento en que se olvidaron de las muñecas. Extenuadas y maltrechas quedaron en el armario del desván. Allí encontraron ropas viejas para seguir con sus juegos. Luisi siempre accedía gustoso ante la desbordante creatividad de Amelia.

Dicen que el tiempo pone a cada uno en su sitio. Amelia llegó hasta lo más alto de las pasarelas. Luisi nunca tuvo claro cuál era su lugar y volvió a la casa vieja. Allá estaba el armario. Se acercó con un nudo en la garganta. Adentro encontró una cuerda. Le pareció algo tan obvio que se acordó de Amelia. Siempre tiraba de la cuerda para encontrar cordura.

8. LOS ENTRESIJOS DE LA MODA

Fue mamá quien le dio este toque de calidad y la que decidió que continuaría yo una tradición de tres generaciones al frente de la boutique de ropa para mujer. Apuntó que debía buscar esposa cuanto antes, alguien especial, capaz de asesorarme en el mundo refinado de la moda. Por eso cada tarde elijo una prenda y salgo en busca de candidata, mientras paseo procuro adivinar sus tallas para advertir si a alguna le sienta bien. Pero no resulta sencillo, a pesar de haberlo intentado con un abrigo de piel de nutria, con un pantalón diplomático de campana, con un gorro de astracán, e incluso con ropa interior de seda. Hasta esta tarde, cuando al abandonar los soportales me empotré contra Juan Luis. Tras el choque supe que a aquel cuerpo le sentaba como a ninguna el jersey de cachemir que llevaba como muestra.

Es una pena que mamá ya no esté entre nosotros, y que compruebe cómo Juan Luis gestiona el negocio, mima a las clientes, y lo felices que somos. Incluso ha salido de él trasladar al sótano el expositor con la colección de prendas de las que pudieron ser mis esposas, para que no se aburra.

Nuestras publicaciones