Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

22. ROSA, CASI PÚRPURA (Petra Acero)

¿Cuántas veces fingió divertirse en espectáculos como este? Recuerda el primero que presenció. Era una niña. Venían de lejos. Estaban cansadas y hambrientas. La muchedumbre atronaba la plaza. Su madre le enjugó los churretes de la cara, le atusó el pelo y remetió la enagua. Luego, estiró de su barbilla, empinándola por encima del griterío y las chanzas. Le obligó a reír, patalear y escupir, imitando el jolgorio reinante. Camufladas entre la multitud, escucharon los lamentos finales. Desde entonces, el rosa —casi púrpura— de cada atardecer tiñe de fuego aquel recuerdo.

Adoptan usanzas del lugar. Mienten en gustos y credos. La madre (conocedora del poder de las plantas) elabora ungüentos que recomponen cuerpos y ánimas. La muchacha (cada día más bella) los vende en el mercado del pueblo. Y la envidia (recelosa, lasciva, inquisidora) enraíza entre comadres y extraños.

Hoy, a un palmo de las llamas, rememora aquella tarde aciaga que desvirgó sus miedos. Se siente poderosa frente al raquítico entender del gentío que, exhortado por clérigos sedientos de fe, las acorrala y vapulea.
—¡Akeblichorgümd! —gritan las dos, recuperando su lengua ancestral.
Caen sogas y sayas. Mientras, el rosa —casi púrpura— lame, desganado, los troncos huérfanos de brujas.

21. Mi musa araña

Probablemente, vuestras musas se parezcan a esos juguetones seres de vaporosos tejidos rosa que revolotean entra cabeza y corazón intentando, con dedicación y sutileza, que ambos vibren en sintonía. Pues bien, mi musa no se parece en nada a las vuestras, la mía araña. Más veces de las que me gustaría, me propina enrabietados zarpazos al comprobar los lamentables frutos de la semilla de su inspiración. La verdad es que no me quito merito; sacar de quicio a una musa no está al alcance de cualquiera.

Ya han pasado seis meses desde mi última pifia y no sé nada de ella, se marchó con un «ya te vale…» y aún no ha vuelto. Tampoco me extraña, pedirle paciencia para un tipo como yo, debe ser mucho pedir. Mientras tanto, aquí sigo, esperándola, tumbado boca arriba con mi cabeza hueca apoyada sobre mis manos entrecruzadas sin dejar pasar ninguna imperfección del techo. Solo espero que regrese pronto, porque esa familia de musarañas se está empezando a mosquear conmigo por mirón.

20. Feliz cumpleaños

“It is a boy” dijo el doctor ucraniano con mascarilla poniendo en mis brazos un arrullo cálido y tierno que me dio la mayor felicidad de mi vida.

“Tengo un hijo, se llama Enric”

Temblaba de emoción y me tuve que sentar.

Entonces recordé a mi padre diciéndome: “Los hombres no lloran”

Y lloré.

“Si tú quieres, mi pequeño”, le susurré al oído mientras lo mecía, “jugarás con muñecas y cocinitas y te podrás vestir de princesa cuando te apetezca, porque yo te querré siempre tal y como tú quieras ser”

Lo que más feliz le hace es vestirse de superhéroe. Hoy cumple 4 años y le ha costado elegir disfraz para su fiesta. Spiderman, Superman, Batman, los tiene todos. Menos Aquaman: un secreto, le da miedo el mar.

Entre los invitados a su cumple está Claudia, una niña encantadora vestida de princesa Elsa de Frozen que él dice que es su novia.

También yo me he puesto guapo para su fiesta de superhéroes.

“Enric, ¿de qué me puedo disfrazar yo?, le pregunté buscando en internet.

Tras contemplar varias opciones, me miró y me dijo:

“Papi, de Catwoman”

Y eso he hecho.

Nos lo estamos pasando genial.

19. Rosa Rosae

La culpa fue del latín; bueno, de que me quedara para septiembre. Mi madre y mis hermanas se habían ido a pasar el verano al chalet de la playa. Y yo, mientras tanto, soportando el calor de Madrid custodiado por mi padre. Entonces apareció ella. Abrí la puerta de servicio y la vi. ¡Cómo me alegré de confundir las declinaciones! Acababa de terminar primero de Filología Clásica y era preciosa. Todo me parecía maravilloso, hasta el latín. Comenzamos declinando la palabra «rosa». Con el vocativo ya usaba la puerta principal. En el genitivo se quedaba muchas veces a cenar. Me sentía tan feliz y eso que nunca nos dejaban solos. Pero desapareció antes del ablativo. Y con ella el chalet, la casa y mi futura matrícula en la universidad privada. Eso, además del Mercedes que conducía mi padre cuando se fugaron juntos.

18. LA FLOR DEL DIABLO (MØDES)

 

 

No te acerques                                                                                                             CÁLLATE

 

Eres una bestia                                       NO, CARIÑO. YO SOY LA BESTIA

 

Llamaré a la policía           SABES QUE NO LO HARÁS

 

Me haces daño ¡HE DICHO QUE TE CALLES, ZORRA!

 

 

Despertó aterrada.

Y, mientras recobraba la calma, asumió que algunos monstruos tienen los colmillos afilados y desgarran la yugular de tus recuerdos cuando estás desprevenida.

Después, mirando por la ventana del vagón que la alejaba del infierno, se preguntó en qué momento su vida rosa se tiñó de negro luto, en qué momento su marido le mostró la cara oculta de su luna, en qué momento las fuentes del Nilo que un día él le prometió, sólo existieron a la altura de sus ojos.

Entonces, un leve pálpito en su abdomen la hizo reaccionar.

Y con la intensidad de un Maelstrom, un estallido de certeza atravesó su alma.

Estaba embarazada. De una niña.

Y un segundo más tarde, mientras una galerna de emocionadas lágrimas iluminaba su rostro, pensó:

“Se llamará Rosa. Y juro que, desde niña, la enseñaré a usar sus espinas contra todos los malditos jardineros de este mundo”.

 

17. Un hola, un adiós… (Gemma Llauradó)

Morí hace un año, pero el tiempo es relativo. 365 días, ¿es mucho o poco? ¿Cómo saberlo? Siento y lo percibo todo por insignificante que sea para la mente humana, pero no tengo la propiedad de interactuar con nada ni nadie de vuestro mundo. No puedo tampoco valorar el tiempo, cuando la eternidad me acompaña. No estoy sólo, pero tampoco, cómo imagináis. ¿Cómo describirlo? ¿Cómo describir algo así? ¿Cómo referir una existencia extracorpórea? Imposible. Soy polvo, agua, aire, luz… soy energía… Una energía imperecedera quizás. ¿Cómo estar seguro?… ¿Pienso? Mis pensamientos, mis añoranzas, mis deseos son los vuestros. Vivo en vuestra memoria, en vuestros recuerdos, porque sólo vosotros lo queréis así. Sólo por ello, sigo con vida en el recuerdo de vuestras mentes, dónde hay cabida para todo y para todos, para cada uno de vosotros, con los que un día compartí mi vida, mis momentos, esas ilusiones y deseos… y porque yo ya no estoy aquí, con vosotros, porque mi vida es la muerte. Estoy muerto. Seguir disfrutando de vuestra vida tal como la conocéis, y recordar sólo aquello que es grato perpetuar porque la vida no es sólo de color de rosa. (Dedicado a Fran)

16. Gajes del oficio (Javier Igarreta)

Enredado en el cajón de sastre de su escritorio, palpó la textura de aquel bolígrafo, roído hasta la extenuación aunque todavía con tinta suficiente para una última aventura. Pero en el segundo párrafo de la tercera página, tuvo que abortar una incipiente desviación del azul al rosa. Aquella absurda salida de tono, sin duda una treta del subconsciente, le sacó de sus casillas. Arrancó la hoja y arrugándola con rabia, la arrojó a la papelera, con tan mala puntería que la sufrida pelotita se perdió bajo la cama. Se agachó en su busca, pero halló una navaja con cachas de nácar rosa que, aún encerrada en sí misma, mostraba abiertamente su carácter letal. Habría pasado por alto tan evidentes connotaciones, si no hubiera recibido la llamada amenazante de su editor, recordándole los plazos de entrega, así como la exigencia de evitar un tocho cargado de metáforas o lencería.  Antes de que se diera cuenta, la navaja fuera de sí comenzó a mostrar entre líneas su frialdad de acero. Y él se dejó llevar. En la feria del libro, todos alabaron aquella perfecta simbiosis, achacando la ausencia del editor a una de tantas elipsis del mundo editorial.

15. Identidades de neón (Aurora Rapún Mombiela)

Desde que nos disfrazaron de mariposas, sueño que volamos lejos. La noche en que me vi reflejada en ti a través del amasijo de cuerpos sudados que se revolcaban sobre nuestras pieles desnudas, me aferré a tus alas. Confío en que algún día ellas nos saquen de aquí. Desde el rincón más oscuro del infierno, contemplamos las luces rosas parpadeando en la ventana. Nos fumamos otro cigarro a medias mientras aplastas mis esperanzas con tus tacones de aguja.

14. CADILLAC DEL 54

Intrigado por ser la primera vez que recibía un correo urgente que no viniera de alguna institución judicial o penitenciaria, su cabeza, aún con la resaca matinal de todos los días, apenas acertaba a comprender:
“Estimado señor Jaramillo:
Nos honramos en comunicarle que es usted el ganador del sorteo celebrado en la Casa-Museo Graceland de Memphis el pasado bla, bla, bla…”
Lo inverosímil aunque tentador de aquella carta certificada lo dejó aturdido, y cuando, ya atardeciendo, despertó, la carta seguía allí, llena de misterios:
— ¿Y cuándo he estado yo en Tennessee? ¿Y cuándo voy a poder ir allá a recoger el premio? ¿Y quién es ese cantante tan famoso?
Jaramillo, que durante el sueño delirante de su siesta ya se veía cruzando el desierto de regreso a casa al volante de un Cadillac descapotable rosa y blanco, sin resaca y tras una ducha, veía que la vida abandonaba esos colores para adoptar otra paleta menos chillona y atrayente.
Al llegar a la cantina, el mesero le leyó la carta y se lo explicó todo, escuchando después con condescendencia sus lamentos:
— ¿Y cómo piensan que voy a volar 1.800 millas para escuchar una charla sobre multipropiedad?

13. Volver

Absorto en mis pensamientos, me descubrí caminando hacia mi antiguo barrio. Como si el tiempo se hubiera detenido, allí estaba el patio del recreo donde dábamos torpes patadas al balón, el cine de donde salíamos, espada láser en mano, dispuestos a defender la galaxia, el viejo portal sin ascensor donde vivíamos… De manera inconsciente, pulsé el timbre y una voz familiar vino del pasado para aparecer en el portero automático. Y tras empujar la puerta, subí raudo los escalones deseando con todas mis fuerzas que mamá me hubiera traído de la compra una deliciosa Pantera Rosa.

12. Creación – Desarrollo – Crecimiento – Transición – Movimiento

Su diminuto cuerpo va tomando forma. Al principio se ve tan frágil… Poco a poco va tornándose en un color rosado, muy leve. Es un bebé, su nueva criatura que está a punto de salir al mundo. Asomará una línea, verá a lo que tiene que enfrentarse y se arrugará. Y entonces ese color rosado se volverá casi blanco; querrá borrarse, desaparecer.

Con los anteriores también le ocurrió. Pero les acarició y recompuso una y otra vez, mulléndolos como a un cojín recién relleno, hasta darles la forma adecuada. Y salieron y pelearon solos.

Cuando esté completo cogerá la confianza necesaria, seguro. Aunque parece que siente demasiada vergüenza. Su carita sonrosada mira a todos lados. Observa a los de mayor tamaño sin poder articular palabra. Tantos como hay, de todos los colores…

Asustado, se hace una bolita rosa, como de algodón de azúcar, sus letras se esconden y se niega a salir.

No, aún no está preparado. Quizás no sea la mejor época. Lo dejará reposar. En otro momento le dará mejor figura. Y cuando esté en su punto caminará él solito.

Tiene tantos sueños para él… Seguro que ahuyentará cualquier miedo. Y se sentirá cómodo con todas sus letras.

11. IMPERFECCIONES (Ángel Saiz Mora)

Cierta predisposición natural y largos años de práctica habían hecho de ella una experta observadora, capaz de catalogar sin error a cualquiera que entrase en su cafetería, con gran nivel de detalle. Lo suyo era un don singular. En menos de un minuto sabía distinguir a una pareja de amantes clandestinos, jefe y secretaria; o al bebedor que perdió el trabajo y no se atrevía a comunicárselo a la familia. Nunca fallaba, tampoco al ver entrar a aquel individuo elegante, que pidió un té por hacer tiempo, tras comprobar que no estaba la persona con quien se había citado. Llevaba una rosa en el ojal de la americana, a modo de identificación.
Desde la barra confirmó que era alguien con quien muchas mujeres querrían compartir sus días, prácticamente intachable, divertido y sincero, aunque no hubiese mencionado en el portal de Internet que respiraba fuerte al dormir y tenía problemillas de próstata.
Hombre y decepción salieron por la puerta dos horas más tarde.
Esa noche, la pantalla del portátil de la camarera sumó otro candidato descartado, el quinto esa semana. Al lado, solitaria, se marchitaba la rosa que había mantenido oculta en el bolsillo del mandil.

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