Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

80. Vestido a la deriva (Blanca Oteiza)

Los pies descalzos acarician la arena que duerme bajo el calor de principios de julio. Bonito mes para casarse y vestir de blanco, como quería su madre. Las olas salpican el vestido que termina mojado por completo. Y ella, sintiéndose sirena, ríe y nada desnuda mientras el vestido desaparece con las olas más allá del recuerdo.
En la iglesia los invitados estupefactos van saliendo de vuelta a sus casas. Los padres de la novia no se explican nada y llora la madre la vergüenza de su hija. El banquete quedará servido en una mesa sin comensales y la música sonará sin nadie que baile. El novio mira al infinito sin distinguir la luz blanca que se apaga, de un amor que se ha ido.

79. Noches blancas

Entras lentamente en la cama, tiritando, como si te estuvieses metiendo en una bañera de icebergs. Te arrebujas bajo las mantas, te frotas los dedos, abrazas a Lichi, el conejo de felpa al que le falta un ojo, espiras nubes de aliento blanco. Hoy tampoco ha habido beso de buenas noches. Imaginas a mamá recorriendo las calles nevadas con sus tacones puntiagudos, los labios tan rojos, la falda minúscula bajo el abrigo de pieles. Te consuela saber de sus poderes mágicos para soportar el frío, a ti los dientes te castañetean como una taladradora. Y aunque no entiendes por qué se viste así para cazar ladrones y malhechores, rezas para que esta noche logre atrapar a muchos y te despierte por la mañana con el brasero encendido y un tazón de chocolate ardiendo.

78. La vida en blanco

Endulcemos el horror del mundo con un poco de azúcar, pensemos en la inmaculada belleza del blanco y no en la fealdad recalcitrante de los colores. Dejemos que la inocencia nos conduzca como si fuéramos niños caminando por impolutas y blanquísimas playas. Convirtamos las sombrías mentiras en luminosas verdades, aquellas que deslumbran el entendimiento y desafían la razón. Movámonos, dejemos la apatía y adelantémonos al proscenio de nuestras sosas vidas. Imaginemos por un momento que nos curamos de una vieja dolencia y de pronto florecemos con una renovada inocencia. ¿Seriamos capaces de despojarnos de la hostilidad del hombre? ¿Llenaríamos de altares y danzas este soterrado planeta? ¿Bailaríamos de nuevo con túnicas de inmaculada pureza? Seamos atrevidos y atrapemos blancas y luminosas estrellas, solo aquellas que navegan entre nubes, como si fueran azahares de novia. Dejemos de pensar en oscuras ceremonias, ¿o no están cansados de arrastrarse gozosamente en la inmundicia? ¿No les gustaría volar entre una cristalina bandada de aves blancas? Cerremos los ojos, pues la belleza permanece dentro de nosotros, afuera y adentro, y dejémonos llevar por esos cisnes, aquellos que viajan lento, para que puedan paladear pequeños sorbos de eternidad.

77. El concierto (Pablo Núñez)

Vivimos en un pueblo de casitas blancas alejado de la mano de Dios. Él mismo vino a disculparse por tal circunstancia. También nos aclaró que no contáramos con que el apocalipsis llegara hasta aquí. Desviar a miles de ángeles de su ruta subía enormemente el presupuesto y, por unos pocos habitantes, no le merecía la pena. Cuando asimiló el agravio, el padre Francisco cambió su nombre y decidió transformar la parroquia en una sala de conciertos como venganza contra su jefe por habernos dejado sin juicio final. Mientras intentaba contactar con su grupo favorito, la acondicionó para usarla de discoteca. De esa forma conocimos el doble blanco de los Beatles. Además de los temas, nos entusiasmó ver que la portada estaba inspirada en nuestras fachadas encaladas. Nos pusimos en contacto con la discográfica para reclamar los derechos de imagen y, tras calcular el porcentaje que nos correspondía, nos pagaron un dineral. Fue entonces cuando volvió Dios con cara circunspecta a decirnos que, tras pensarlo detenidamente, por un módico precio tendríamos el apocalipsis con todo su esplendor. El padre Richards declinó su ofrecimiento. Ahora tenía simpatía por el diablo y, al fin, había contratado un espectáculo insuperable con sus satánicas majestades.

76. El abuelo canguro (Rosy Val)

De vuelta a casa despotrica como un descosido. Toñín apenas le entiende. No sabe de besos ni por qué a su abuela jamás le dio uno en público. Tampoco, de la poca vergüenza que tenían esos dos hombres y por qué antes no se veían esas cosas. No entiende de valores y por qué ya no los hay. ¡A él le gusta dibujar! Por eso aguarda, con las pinturas, las hojas en blanco y la merienda, a que su abuelo se atrinchere en su sillón frente al televisor —ayer eligió Machete, hoy verá El Padrino—, con un cigarrillo y una copa de vino blanco. 

Ciento setenta y cinco minutos después, finaliza la venganza de la familia Corleone. El bocadillo ha desaparecido; la copa se vacía por tercera vez; el cenicero está lleno; el rojo acapara el folio y el timbre entra en escena. Toñín abre a su madre que viene a recogerlo y sin esperar a que su abuelo le dedique las mismas palabras de siempre… «¡Qué bueno eres jodío!», deposita en el cajón, sobre un hombre con metralleta; unas cuantas katanas; dos toros con banderillas; un guante con cuchillas y diferentes pistolas… la cabeza ensangrentada de un caballo.

74. Mar de fondo.

Aprovechaba vuestras ausencias para pescar en el lago, junto a la casa. Después me tumbaba sobre la madera del pequeño embarcadero, con la mente en blanco, hasta que el sonido del todoterreno me hacía volver a la realidad. Me escabullía entre los árboles hasta mi cabaña y desde allí os observaba a través de los prismáticos, imaginando que era como vosotros: «Salíamos a navegar y os sorprendía con mi destreza en el manejo del velero. Mentía inventando un padre patrón de barco y ocultando una realidad de maltratos y abandono».

Al caer la noche, permanecía espiando hasta que se apagaban las luces de la casa. Luego me metía en la cabaña, cenaba los restos de la comida ―cuando los había― y me echaba en el jergón intentando que los sueños me devolvieran a la cubierta del velero, que me convirtieran de nuevo en uno de los vuestros. El amanecer me sorprendía despierto, intentando comprender por qué aquella no podía ser también mi vida.

Todo sucedió tan rápido… ni siquiera sé cómo empezó. Solo recuerdo que no podía apartar los ojos de las llamas, mientras oía vuestros gritos de socorro en el interior. Supongo que me cansé de soñar lo imposible.

73. En sueños te invento un día más… (Gemma Llauradó)

Llevo pensando desde ayer que hoy justamente hace dos meses que te marchaste para no volver. Y a ratos parece que siento más tu ausencia, porque dónde antes había calor, ahora sólo queda un frío sostenido. Nos separa una gran distancia, no sólo por los días transcurridos, sino por la irremediable ausencia… Y sólo tu recuerdo llena ese interminable vacío.

Intento que esos recuerdos tan nuestros que despierto y rescato de mi memoria sean lo mejor de mis horas, de mi día… mi única compañía. Esa que no quiero perder porque me reconforta y me alienta a seguir adelante… Me ayuda a despertar cada día, a trabajar, a sonreír, a llorar, en definitiva, a ser yo misma, a vivir sin tu presencia. Pero no quiero llorar porque no te hace regresar junto a mí. Las lágrimas derramadas no sirven para cambiar la realidad ni te devuelven a la vida… Sólo los recuerdos reemplazan tu falta. Y si en algún momento no los encuentro, los invento porque anhelo tu regreso, ese que no es posible…

72. DESESPERA ACCIÓN (Belén Mateos)

Dejé de respirar, dejé que su boca reanimara la mía, que mi circulación exhalara un éxtasis de satisfacción.

Él punteó mi pecho con su mano, yo mojada de abandono y pudor, blanquee mi secreto de excitación. Volvió con su boca a la mía, con su caricia al deleite de mi seno, con su inconsciencia a saborear mi saliva.

Una bata blanca cubría cada centímetro de su cuerpo, el mío escaso de ropaje, gritaba al atlas de su lengua, a su aliento, al silencio de la palabra ahogada en mi sacramento.

Una ambulancia con luces albinas, dejó huérfano mi vientre de vida.

Hoy espero, junto al calendario, que vuelva mi útero a ovular.

71. Tiro al blanco (Marta Navarro)

Nadie supo nunca qué ocurrió. Un viento gélido y devastador se extendía de repente por el mundo. A su paso: oscuridad, vacío, silencio… también miedo. Calcinaba sin clemencia el sol la tierra, todo era gris y para tanta derrota no hallaban las almas consuelo.
<<Escuchamos a lo lejos un disparo>>, contarían los testigos tiempo después, <<¿quién iba a imaginar…?>>.
Entre ruinas de muerte y desolación parecía de pronto haberse el tiempo detenido en un instante feroz, agónico, eterno. Lloraban su espanto a gritos la magia y la poesía. Un corazón roto, sin fe y sin esperanza, al cielo clamaba su plegaria. Todo lo inundaban fatalismo y abandono.
Ningún rastro quedaba ya de la vida y la belleza de otro tiempo. Cenizas, vegetación muerta, columnas de fuego, destrucción e indiferencia. Tierra yerma, heridas que supuran, que sangran y no cicatrizan. Que jamás lo harán.
Alevoso crimen o fatal accidente poco importa. Irreparable resultó el disparo. Trágica fue la consecuencia. A los pies del cazador yacía muerta una paloma: muy blanca y muy pequeña, inocente, frágil, casi inmaculada.

70. BLANCOLOR 2019 ( EPI )

Hemos decidido cambiar el colchón, tiene catorce años y parece un saco de patatas, además, por mi sobrepeso, mi mujer duerme aferrada a su borde y cuando se relaja, pocas veces, se precipita sobre mí.
En la tienda ocupan como media hectárea, todos blancos pero diferentes, que si roto, nuclear, marfil, puro o brillante, natural o diamante y hasta hielo, que quizás sea el más apropiado a nuestra edad. Total, luego se tapa con una funda y las sábanas.
Aparte de las marcas, luego está el tipo, de muelles, de látex, viscoelásticos, de espumación, de viscofoam, normablok, de muelles ensacados y hasta inteligentes.
Una azafata, guapa y minifaldera, se tumbó en uno y me invitó a mí, no sé con qué intención me dijo que hiciera la croqueta y yo esa postura no la conozco. Al final mi mujer se añadió al grupo, los clientes se paraban a mirar y cuchicheaban, creo que de envidia.
Se me ocurrió a mí probar el colchón como me gusta, pero una patada me quitó las ganas.
Nos costó levantarnos y compramos el que estaba en oferta.
La taza del wáter tiene un desconchón, miedo me da cambiarla.

69. YO TAMBIÉN ME ASUSTO

A menudo, mi mamá se desespera buscándolos. Pobrecilla, me da pena. Dice que los mete en la lavadora atados en pareja para que no se pierdan. Yo sólo cojo de colorines y de uno en uno cada vez, porque los necesito para las manos y los pies. Es que, por las noches paso mucho frío asustando al vecindario, aunque en el fondo lo que más me gusta, como a todos los fantasmas, es mirarme en el espejo de casa, para olvidarme del miedo y divertirme viendo una sábana blanca y  cuatro calcetines de colores, que se mueven y bailan solos.

 

IsidroMoreno

68. Mirlo blanco

La primera vez que cruzo el charco. Estoy en la sala de embarque destino Nueva York. Frente a mí, a escasos tres metros, se sienta una mujer explosiva, de las que no pasan desapercibidas. Me obsequia una sonrisa. El vestido corto y su movimiento de piernas me desvelan su ropa interior muy sexy. Ruborizado desvío la mirada pero aquella prenda me  cautiva. Ella acaba sentándose a mi lado, aún no embarcamos. En la charla dice que me encuentra interesante y atractivo. Yo atónito, no dejo de mirar su escote. Me confiesa al oído que es actriz de cine erótico. En el avión intercambia su asiento para sentarse junto a mí. Tapados bajo las mantas comienzan unas turbulencias anatómicas culminadas en el aseo en varias ocasiones. Aterrizamos a este lado del charco entre suspiros. Por delante una semana prometedora de sexo salvaje. En el control de seguridad un policía me fotografía de frente y de perfil. Varón caucásico seis pies de altura. En mi mochila han encontrado una sustancia blanca. Por primera vez me siento un hombre objeto.

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