Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

32. Batalla

Comenzó su batalla armado de pincel y colores. De un trazo recorrió la mitad del lienzo y lo  dividió con un zigzag en vertical.

Garabateó edificios grises y azules sin luz tras las ventanas, estas solo insinuaban borrones de soledad. Rayó una calle sin vida sobre el zigzag

Se alejó unos pasos para observar lo pintado y al observarlo aquello le pareció malo, sin técnica, con colores fríos. La parte izquierda si cubrir le dolió. Sin poder evitarlo lloró, y ciego de lágrimas atacó aquella mitad emborronándola de negro. La oscuridad cubrió la  incipiente lámina.

La frustración llegó al artista y creyó que dando un manotazo sobre la mesa la espantaría, pero solo logró  derramar pintura blanca de un bote. Desesperado puso sus manos en el borde de la mesa en un intento de que no cayese al suelo, pero solo consiguió una  catarata que caía hasta el suelo en donde se formo un luminoso lago.  Lleno de rabia, puso sus manos sobre el lienzo y descubrió aquella luz sobre el negro; se había acabado la batalla de colores. La nada había ganado. Todo comenzó pincelando con colores un lienzo en  blanco y todo acabó despintándolo  con el color blanco.

31. BLANCOS EN LA NOCHE (A. BARCELÓ)

Desde el cielo raso la luna llena derramaba sobre la oscuridad su blanco plateado. La carrocería oro blanco de mi deportivo cortaba el gélido aire de la sierra con la precisión quirúrgica de su estudiada aerodinámica. Yo disfrutaba de todos y cada uno de los retorcidos giros del trayecto a ritmo de A kind of magic, el mítico álbum de Queen. A mitad del recorrido, a la salida de una curva cerrada, apareció una mujer suplicándome que parase a recogerla. Era muy joven, el color blanco anacarado de su ropa y la palidez de su piel le conferían un aspecto entre divino y fantasmal. Vacilé un segundo antes de detener el coche solo unos cuantos metros por delante de ella, eché la vista atrás por el retrovisor, miré en derredor y ya no había nadie. Volví a mirar hacia adelante, un montón de bultos oscuros proyectaban su sombra sobre el asfalto al atravesar el blanco azulado que emitían los faros de xenón, era un nutrido grupo de jabalíes cruzando la carretera. Reparé en lo que hubiera pasado de no ser por esa autostopista, ahora inexistente, y sentí como se rompía el blanco de mi ropa interior.

30. El papel

-Mi historia es muy sencilla:
Salí de un coma profundo después de dos años y tres meses , producido por un accidente donde me atropelló un camión. Me interrogó la policía y le dieron mucha importancia a un papel en blanco que llevaba en el bolsillo del pantalón. Pero yo no sabía de qué me hablaban.
Luego vino a visitarme una mujer misteriosa, muy guapa por cierto, y me dijo que yo era un agente secreto del CNI. A lo que yo le respondí que era imposible, que me acordaría.
Pero puestos a imaginar, si yo era un agente secreto, el papel de mi bolsillo debía tener también algo secreto. Lo puse en el microondas y ¡mira por donde!, en el papel salieron un montón de números y letras y datos personales de alguien que no conozco.
Resultó que era el número de cuenta de un Banco de Suiza y sus tres códigos secretos. En esa cuenta había noventa y cinco millones de euros, que ahora son míos.
Y esto es todo lo qué sé de mí. Y que me gusta el café solo sin azúcar.

-¡Vaya con el papel en blanco!.

29. Kubi de Cara Blanca

Kubi, con la Cara Blanca acompañada de otros cuatro colores siempre tenía el mismo centro. Cada mañana elegía uno de ellos para que fuera su acompañante, no siempre resultando ser de su agrado. A lo largo de los días, meses y años, bailaban, reían y lloraban juntos. Incluso el color opuesto se relacionaba de manera directa con cada uno de los otros colores.

En la ciudad donde vivía Kubi no se oía otro cantar que no fuera el del movimiento intenso. Otros seres con formas triangulares, circulares, y otras formas extremas también con su Cara Blanca, señalaban a Kubi, porque era el simplón anticuado de la Cara Blanca. Pero Kubi siempre defendió su originalidad.

Una noche, cansado de estar siempre en el punto de mira, Kubi decidió viajar al nuevo mundo. En él, encontró otros seres que respetaban su forma de ser, de sentir, de compartir.

Otra vez volvió a ser el original Cubo de Rubik con su Cara Blanca.

28. La Blanca

Cuando entra con su Padre a rezar se queda mirando los arcos, como si cada día fuera su primera vez. Siente que a veces le susurran historias que aún no es capaz de descifrar. Cierra los ojos e intenta concentrarse en las brajot. Nunca lo consigue y sus ojos se pierden entre las hojas retorcidas en piedra que envuelven los capiteles.

Su Padre ha intentado inculcarle el hábito, igual que hizo con sus hermanos mayores. Pero con él parece más complicado. Respeta el lugar sagrado del rezo, sabe que allí hay que comportarse, no corre ni juega como otros niños. Se queda quieto, y cuenta y recuenta los pilares para alejar esas historias extrañas que le vienen a la mente.

A veces se aparta del lado de su Padre y pasea mirando arriba, siguiendo la luz del sol que se refleja en el blanco interior. Y su corazón le habla, latiendo entusiasmado en su pecho, por su deseo creciente de narrar todo eso que ronda su imaginación. Pero entre las recias murallas de la ciudad siente que nadie le entendería.

Peleando contra sí mismo por encontrar su kavaná, regresa junto a su Padre. Y recita mecánicamente los salmos ya aprendidos.

27. Sábanas

Un escalofrío avanza por sus muslos, en diez minutos saldrá de su despacho y le dirá a su asistente que esa tarde, como cada jueves, no estará localizable. Recorrerá con su coche los escasos cinco quilómetros de distancia hasta el hotel de siempre. Ella le estará esperando, con su correspondiente escalofrío, él le arrancará la ropa interior, no podrá aguantar más, ella se lo recriminará. Acariciará su cuerpo y notará cómo se le eriza cada poro de su piel con la excitación de saberse deseado, follarán. Apoyará su cabeza extenuado en la almohada de hotel, con olor a lavandería profesional y falso perfume de hogar. Llegará a casa, el olor allí será el de cena recién hecha, niños bañados, ropa planchada. Se encontrará a su mujer ataviada con su ropa más vieja y cómoda, le sonreirá, pero no le mirará. Cenarán en silencio, tras un breve cómo te ha ido el día y un aún más breve, bien. Algo le extrañará. La sonrisa de su mujer será diferente, llevará el pelo suelto, estará guapa, y lo que él no sabrá es que ella también evocará el olor de unas sábanas, de otra habitación, de otro hotel, igual de blancas.

(Relato fuera de concurso)

26. Teclas blancas

Ahí estaba el instrumento; tal como lo había dejado hace unos meses, las teclas blancas habían permitido que se posase una fina capa de polvo que no se dignaba a quitar de encima. Cerca del instrumento estaba el joven músico, tumbado en la cama y con la cabeza colgando por el borde del colchón en dirección a lo que hace poco era un escape del agobio que le producía el día a día.
El joven se quedó mirando una vez más, parecía que estaba esperando que el ahora inmóvil objeto le diese una respuesta a la pregunta que nunca se había hecho. Había tomado la decisión de apartarse de la música tras los malos tiempos que había vivido; pensaba que para lo poco que le reportaba la actividad, no valía la pena todo el dolor y el malestar por el que había pasado. O puede que hubiese perdido su confianza en sí mismo.
Decidido; se levantó de la cama, caminó los pocos metros hasta el instrumento, lo cerró… pensando si algún día volvería a tocarlo.

25. CONFESIÓN. (J.A. Iglesias)

Lo confieso, todos mis poemas de amor son un plagio. Una copia exacta, letra a letra, palabras, comas y puntos. Te confieso que son solo tuyos.

Tu transformas por la noche una caricia en verso, cada beso en soneto. La prosa de tu aliento en mi cuello e insinuante en mi oído. El nervioso revolotear de pestañas como rojizas mariposas sobre tus ojos caramelo.

La rima de mis silencios con la sinfonía de tus gemidos. Estrofas marcadas sobre el pliego de mi cuerpo con la pluma de tus nerviosos dedos. Acaso también temblorosos los míos, exploran sinuosamente las curvas de tu talle.

El excelso ritmo de tus movimientos, tal que fuera el pasar armónico del tiempo. Afín la excelencia métrica de posturas estéticas. Sobre mis inmerecidos deseos tu física cósmica.

En tu imagen dormida, con una inconsciente sonrisa, recreándome insomne al fin me duermo. Cada mañana al despertar, todos tus versos transcritos en mi piel traduzco al punto; Una copia exacta, letra a letra, palabras, comas y puntos, plagio negro sobre blanco.

24. Cuando lo blanco no es blanco

Allí donde la luz brilla más la sombra es más negra

                       (Goethe)

 

Decía mamá que la verdad era blanca, pero no siempre, porque en cualquier momento podían venir los señorones a cambiar el color. Los señorones y sus parientes eran los amos de las mentiras y de las verdades en Machala. Su madre lo sabía y, desde muy pronto, la animó a buscar una tierra en la que nadie fuese el amo de sus miserias. Con ese fin había escapado María Fernanda de su país para arribar a España, la tierra de la camisa blanca y de la esperanza. La joven ecuatoriana encontró pronto una nueva vida y trabajo.  En esos primeros y felices años noventa España lucía bien, con todas sus camisas blancas en las ventanas. Pero las palabras de mamá se cumplían en todas partes. Los señorones, aunque ocultos bajo mil disfraces, estaban siempre al acecho para fundar su imperio sobre el sudor del pobre y convertir  en negras todas las verdades.

23. Recuerdos en blanco y negro (Javier Igarreta)

“No intentes ordenar el caos que bulle en tu mente, déjala en blanco y después que fluya libre. Si embridas firmemente a tu caballo, quizás consigas que trote al compás de la lógica, pero a costa del vértigo de lo inesperado”. Fueron las enigmáticas palabras que deslizó “El Orejas” debajo mi puerta, antes de largarse. Después, un fundido en negro de cincuenta años. Nunca supe nada de él. Apenas algún rumor. Hasta ayer. Una llamada anónima me comunicó su fallecimiento.  Por más que lo intenté, no conseguí identificar la llamada. Me subyugó el misterioso matiz de aquella voz, incolora, casi blanca. Y, no sin cierto repelús, me remonté a los años sesenta. Éramos jóvenes y compensábamos los días sin blanca con noches de blanco satén. Entonces nadie  hablaba del bullying, pero siempre encontrábamos alguien propicio para blanco de nuestras “bromas”. Y al “Orejas” le tocó. Un poco por lo evidente de su mote y un mucho por envidia. Nunca pudimos soportar que, pese a su peculiar aspecto, «El Orejas» conquistara a la dulce Jane. Todavía recuerdo aquellos ojos azules y su blanca palidez.

22. TIEMPO DE VERANO

Contemplo el espectáculo de los aspersores regando el jardín. Escucho su ritmo y sus variaciones. Sigo la trayectoria de uno de los chorros que pasa scherzando sobre el césped, luego golpetea sincopado la corteza de los pinos, se transforma en barrido de escobillas sobre la piscina y termina en un crescendo de timbales sobre las grandes hojas de bananos para después retomar d’accapo mientras los otros regadores le hacen contrapunto, cada cual con su propia partitura.

Es un atardecer veraniego, ese momento ideal para disfrutar de una paz sin atenuantes, siendo protagonista de un relato en el que no sucede nada.

Más tarde llegarán el champagne casi helado y una pizza sublime de bordes crocantes, mientras del equipo de audio emergerá eufórico Queen  invadiéndolo todo con su arrolladora potencia.

Sé que después, una vez más, quedaré en penumbras con los ojos cautivos de las oscilantes barras del ecualizador, navegando entre neblinas de alcohol, sin que nada ni nadie ose perturbarme.

Y me sentiré bien, sin trabajos que hacer ni obligaciones que cumplir, porque lo que había que hacer está hecho, porque mi mujer se encuentra, por fin, silenciosa y marmórea en el congelador.  Casi tan blanca como el aparato.

21. CUESTIÓN DE SUPERVIVENCIA

Los esquimales son capaces de diferenciar más de treinta tonalidades de blanco. Lo he leído en un artículo sobre los inuit. Esta habilidad es vital para ellos; les ayuda a distinguir las placas de hielo demasiado fino, a encontrar el camino de regreso y a divisar una tormenta de nieve a kilómetros.

Tiene sentido, a mí me está empezando a pasar. He aprendido a interpretar el grado de blancura de tus camisas. Da igual lo que digas, pero yo sé perfectamente si vienes del trabajo o si no has dormido en casa.

A veces saco fuerzas para levantarme y me examino en el espejo del baño en busca de alguna cana, intrigada por comprobar si es verdad que no se caen cuando se pierde el resto del cabello.

No te rías, pero esta mañana he adivinado la cifra exacta de leucocitos de la analítica estudiando el color de mi piel, comparándolo con las sábanas y con el líquido lechoso que me meten por el brazo. El médico tampoco daba crédito.

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