Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

LO INCORRECTO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en LO INCORRECTO

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el cuarto será LO INCORRECTO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 de JUNIO

Relatos

26. La niebla (Manuela Balastegui)

«98, 99 y 100, ahí voy». Su grito reverberó en el parque. Como si se tratara de un libro abierto apartó las manos de su cara. Le gritó al aire:¿dónde estáis escondidos?. Entre risas empezó a buscar en los sitios habituales. Nada. Buscó de forma más concienzuda: debajo de los bancos, detrás de las hojas tristes del sauce, por los alrededores del kiosco y en medio del seto de rosas. Nada. Su voz pasó de la risa al nerviosismo, y a los minutos a una angustia atroz «Juan, Lara ya está bien de bromas». Se echó a llorar y llamó a la policía. Se hizo noche, los faros del coche patrulla empezaron a pixelar la niebla como laca de peluquera. Al amanecer era un hecho, sus hijos se habían disipado como la niebla.

 

25. EL ESPEJO (Paloma Casado)

Es el día de su boda. Se contempla satisfecha con el peinado y el maquillaje que enmascara su pequeña cicatriz, antes de que una nube de laca la obligue a protegerse la cara. Así ensimismada, con los ojos tapados, imagina cómo será su futuro. Ve una casa pequeña pero sumergida en luz, una mesa con dos cubiertos y una cama con sábanas revueltas que huelen a él, a los dos.

Sonriendo, aparta las manos y encuentra en el espejo un rostro que se parece al de su madre, pero sin ser ella, con esa cicatriz que se hizo cuando era niña. Su sonrisa es ahora el rictus de unos labios vencidos. Pero el reflejo ignora que lo es y reclama su autenticidad. Sabe de silencios enfrentados, de rutinas por las que se filtra el deseo hasta la última gota, de excusas que ni se creen ni se replican, de llamadas telefónicas a las que nadie contesta y por fin del abandono y la soledad.

Entonces se pregunta qué fue de aquellos años gloriosos y entiende que el tiempo, al igual que el amor, es un dios con alas.

24. DÉJAME GUAPA, LUISA

¡Déjame guapa, Luisa. Tengo que dejarlo noqueado al contemplar mi belleza mientras estemos rodeados de lo más granado de la ciudad!
Por favor, ¡ponme mucha laca. Así mi pelo parecerá el de una Reina!
Quiero lucir lo máximo posible. Necesito que todos los invitados aseguren, que sin duda, soy la más guapa de la fiesta.
¡Quizás sea la primera vez en la que esté orgulloso de mí! Tal vez deje de plantearse si han valido la pena todos sus desvelos y crea que ha servido todo lo que lleva invertido en mí!
Si se siente envidiado por los empresarios de la comarca, puede que llegue a pensar que le ha compensado desembolsar los cinco mil euros que pagó al traficante.
Así podré sentirme segura. Sabré que se quedará conmigo, y que, entonces, no me venderá al dueño del club que me ha echado el ojo.

23. PÁJAROS EN LA CABEZA (Nani Canovaca)

Por el momento les dejo hacer, me tapo y ensayo para cuando tenga que ponerme la venda. Dicen que tengo pájaros, que soy soñadora y eso no gusta. Me censuran porque soy diferente y no consiento que me impongan. Por eso me rocían la cabeza con un elixir que dicen apartan los sueños (me hubieran metido fuego). No quiero ser princesa, señora, prometida o azafata. Solo quiero seguir siendo mujer.  No tener que andar sometida por el poder y el patriarcado. Quiero vivir tranquila cuando camino por la calle. No soporto que se haga el distraído y me roce, cuando voy a recoger los documentos o el director me acorrale cuando le llevo las nóminas. Creo haberlo dejado bien claro. Ha sido suficiente con mirarles. Una daga les ha atravesado y saben que puedo hundirla en sus entrañas con más fuerza, sin necesidad de armas. Quiero terminar mis estudios. Nadie impedirá que llegue a ser la juez que recupere la dignidad y la verdad. Quiero que los ancianos tengan paga, vivienda y comida digna, que los niños jueguen y sus padres vivan libres. Quiero decir con mis actos que se trata de sensibilidad y justicia, nada más. Alguien debe empezar.

22. La boda de Ella

Años de “¿tienes ya novio?”, “se te va a pasar el arroz” y “a ver cuándo sientas la cabeza” más tarde, por fin llega el gran momento: el día de su boda. Se emociona. Se acuerda de Pedro, el niño de la guardería que fue su primer amor. Sonríe. Piensa en David: su pareja en el instituto. Se sonroja. Recuerda a Antonio, su primer amor verdadero; al que siguieron un par de amores definitivos más. Ahora que se ha encontrado a sí misma sabe lo que quiere y, hoy, toca disfrutar. Tras los últimos retoques saldrá a disfrutar del evento, rodeada de familiares y amigos. Mientras la peinan ante el espejo ha de taparse la cara, da mala suerte ver con quién se va a casar una antes del enlace.

 

21. Por fin no cierro los ojos

Cerrar los ojos para no ver, hay cosas que es mejor no ver.

Maria entró en la peluquería.

Buenos días, me gustaría aclarar mi pelo”.

La peluquera la empezó a acomodar y fue enseñándole tonalidades.

Creo que esta, esta es la que quiero” 

Pero es muy radical, ¿no?” preguntó la peluquera.

Si” contestó Maria, “pero es lo que busco”

Esta bien, empecemos».

Cuando Maria retiró las manos de su cara, con las que se había protegido de las nubes de laca, comprobó como había cambiado y se gustó.

Al salir de la peluquería se dirigió a la consigna de la estación de autobuses, la abrió, cogió su maleta y sonrió.

Maria, ¿Está la comida?” gritó su marido al llegar a casa.

Silencio. Nadie contestó.

Paco empezó a impacientarse, de pronto vio en la mesa la alianza de Maria y una nota con un:

«Adiós».

Paco no cerró los ojos, al contrario, sus ojos se abrieron enormemente.

En el autobús que Maria cogió a la libertad, una música sonaba en su cabeza.

Maria no estará sola”

Maria no estará triste”

El sol le daba en la cara.

20. ALT CONTROL SUPR ( Paloma Hidalgo)

Ni de cinco lobitos, ni de aserrín aserrán, ella siempre fue una niña de cucú tras. Que papá chillaba a mamá, cucú tras. Que los niños se reían en el colegio de su dislexia, aunque entonces no sabía aún que su problema se llamaba así, cucú tras. Cucú tras cuando aquel amigo de papá, tan sobón, se empeñaba en cogerla en brazos. Siempre funcionaba. Al abrir los ojos, parecía que la vida se reiniciaba más amable. Sin embargo, hoy, que tanto lo necesitaba, le iba a fallar. La primera vez, en la peluquería. Cuando retiró las manos de su rostro, en el espejo seguía su yo más triste, envuelto todavía en laca. La segunda en su casa, ya vestida de novia, y la tercera, al responder un no alto y claro y echar a correr hasta la calle, donde al abrir las manos, solo vio durante un segundo el parabrisas de un autobús interurbano.

19. Conversación con mi peluquera (Javier Ximens)

 

Cuando se murió mi marido lo tuve claro, nada de llevar sus restos al cementerio de la Almudena y tener que ir los fines de semana a llevarle flores, novedades y reproches. Como además de mi pensión me quedó la de viudedad, decidí que esta me la gastaría en arreglarme. Así pues, lo incineraron y sin que nadie lo supiera tiré sus cenizas en el cine París. Entonces sí, cada vez que había estreno, compraba un clavel y me iba a visitarlo en mi butaca preferida. Nunca pensé que el cine cerrase, me disgusté cuando abrieron los Salones Reina, pero me vino bien. Empecé a venir a tu peluquería, me aviaba con mis mejores vestidos, me presentaba por parte del novio y me sentaba en la tercera mesa de la izquierda, donde aproximadamente reposaba mi marido. Hice buenas amistades. Si había promociones comerciales, allí estaba yo, no compraba nada y me traía el regalo. Sin embargo, como sabes, con la crisis el salón cerró y abrieron el  Mercadona. Mi marido queda justo en la sección de charcutería, estará contento con lo que nos gustaban las gallinejas, pero ahora sí, chica, me remuerde la conciencia y me he hecho vegetariana.

 

18. Mis(s) Cicatrices

Aún recuerdo el repulsivo olor a laca, aquel spray que se te metía por las fosas nasales y no te abandonaba hasta que, al día siguiente, te lavabas el pelo. Varias veces. Con un champú de aroma casi balsámico y relajante que jamás he vuelto a encontrar.

Y es que los olores te marcan para siempre. Como las cicatrices que hieren la piel.

Y desde entonces, cuando asistía a aquellos concursos de misses infantiles, ese olor me recuerda a ella.

ELLA. Mi Madre. Que sí quiso triunfar en la pasarela pero no pudo. No la dejaron. Mi abuela era demasiado estricta, demasiado tradicional como para que una hija suya enseñara más allá de la rodilla en público. Y volcó su sueño. En su retoño.

YO. Su Único Hijo.

Que vivió una infancia ambigua. Entre purpurinas y sueños imposibles e insultos y palizas continuas en el colegio. Por ser el Niño-Niña. El Raro.

Ahora, años después, cuando paso delante de una peluquería y huelo el rastro de la laca cierro los ojos. Y vuelvo a convertirme en aquella pequeña y extraña miss a la que su madre ahuecaba y lacaba el peinado.

Esa cicatriz me acompaña de por vida.

17. En la peluquería (Luisa Hurtado)

Del peinado de la Tere (la mosquita muerta) me encargo yo, no os preocupéis. La voy a dejar guapísima (hecha un cuadro, eso es lo que me gustaría). El moño que quiere llevar el día de su boda a mí me sale de fábula (mucho cuento tiene la niña) y se lo haré bien tirante (todo lo que pueda) para que se le vea bien la cara (esa cara dura que lleva) y esa sonrisa de dientes blancos que tiene (que no ha dejado de lucir desde que mi Antonio se fue con ella) tan perfecta (y de mentira, dicho sea de paso). Le sujetaré el pelo con muchísimas horquillas perfectamente ocultas (como sus intenciones) y lo remataré con un poco de gomina (¿por qué no pegamento?) o de laca (sí, esa que viene en un bote como el de los insecticidas); y acabará llorando de emoción (o de lo que sea, pero llorará fijo).
No os preocupéis, chicas, estoy bien; yo me encargo, no hay problema. Será como tiene que ser, un día inolvidable (y es que me voy a encargar personalmente de que no se nos olvide nunca).

16. EL EFECTO MARIPOSA (Jesús Alfonso Redondo Lavín)

Poca lectura había, para mí, un niño, en aquel cuarto de costura de mis primas en las Callejas de Rubayo; solo la revista “AMA”, el “HOLA” de los años cincuenta. La cerrada España se asomaba al exterior por aquellas páginas. La divina soprano María Callas, la bella Soraya, sustituida por infértil por la Farah Diva y sobre todo Paola de Bélgica. A esa rubia la peinaban con la forma de un algodón de azúcar, dulce que por aquellos años, por la película Pollyanna, empezó a popularizarse por ferias y romerías. Las chicas, aún las recién púberes, pedían peinarse a “lo Paola”. No, no se fumigaban la cabeza con un “fliss”, aquel trasto en forma de bote pegado a una bomba de bicicleta, sino con un invento, que con solo un dedo propulsaba chorros de laca micronizados por la presión de escape de los gases clorofluorocarbonados, los CFC.

Así, Beatriz Anna Cabot Lodge, la hija del embajador americano John Davis Lodge, se paseaba en un descapotable por la Gran Vía madrileña sin despeinarse.

Y en la cordillera de Los Andes, vicuñas, llamas y guanacos empezaron a despeñarse ciegos de cataratas. Y los melanomas de los tanoréxicos se multiplicaban año tras año.

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