Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

LO INCORRECTO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en LO INCORRECTO

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el cuarto será LO INCORRECTO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 de JUNIO

Relatos

50. NO ES TAN FÁCIL (Ana María Abad)

-¿Estás seguro, mi buen Sancho?

Alonso mira con desconfianza la máquina que exhala densas columnas de humo negro.

-Que sí, mi señor. Que ya está bien de tanto trajín: nos merecemos un cambio de aires.

Arroja un grueso libro a una papelera cercana, donde cae sobre los restos de un plátano pasado, y trepa por la escalerilla, instando a su compañero a seguirle.

Recorren el tren escudriñando cada compartimento, pero ninguno parece satisfacer a Sancho: espadachines con sombreros emplumados en plena escaramuza; un submarino perseguido por un calamar gigante; un enorme caballo de madera vomitando guerreros armados hasta los dientes; chavales con túnicas negras lanzándose rayos con palitos; una ciudad ardiendo hasta los cimientos.

-¿Tan difícil es hallar un sitio tranquilo? -rezonga.

Cuando ya comienza a desesperar, encuentran un departamento ocupado por dos mujeres jugando a las cartas. Sancho pregunta si pueden acompañarlas.

-Por supuesto -responde la más galana-. Ella es Teresa y a mí podéis llamarme Dulcinea. ¿Sabéis jugar a la brisca?

Ambos asienten, se acomodan y comienzan una partida. Alonso mira arrobado a la dama, Sancho intercambia sonrisas con la amiga. Y, en un rincón, un grueso ejemplar de “El Quijote” exhala cierto tufillo a plátano pasado.

49. La belleza y la virtud, la incierta historia de la labriega emperatriz

No quiso saber si estaba embarazada ni el nombre de aquel ser enjuto y medio loco que se metió en su cama a medianoche. Quería salir de su mundo de odres litigantes, de huestes de borregos, de bálsamos curalotodo. Todavía resonaban los alaridos de placer en las paredes mal encaladas de su alcoba, en el papel grosero de las páginas de aquella novela que nunca supo leer, en el fondo impreciso y turbio del aguamanil. Fue un acto de caridad o, quién sabe, tal vez un grito de socorro, una oración desesperada, un incendio provocado en un edén de trigo. Bajó su ventana, el rocín en el que llegó al trote enflaquecía por momentos, apenas tomaba algo de agua, pero desde que desapareció su caballero no volvió a probar el heno, ni aunque lo molieran a palos. Marchó una noche de septiembre con un hato a sus espaldas, las riendas del jamelgo en una mano y el vientre algo abultado. La luna escondía su brillo entre las nubes y el canto de las ranas amortiguaba a coro sus pisadas. No miró atrás ni una sola vez, ni quiso acordarse más de cómo se llamaba aquel lugar que abandonaba para siempre.

48. BUSCANDO DULCINEAS

Recorría cada noche las calles, los parques y los tugurios marginales de Barcelona con un solo propósito: encontrar alguna dulcinea y salvarla de los depredadores que pululaban y regentaban esos lugares. Se hacía pasar por un cliente y les contaba su propósito de ayudarles a huir de esa vida alienante, casi todas le seguían la corriente pensando que se trataba de algún tipo de fetichismo o rareza a las que ya estaban acostumbradas pero sin ninguna intención de seguirle a ninguna parte.

Alonso no desfallecía y perseveraba en su tarea.

Una noche, paseando por una de las calles frecuentada por las que él consideraba explotadas dulcineas, una se le acercó y con afectación le pidió por favor que si podía ayudarla porque le obligaban a prostituirse. Sin dudarlo cual Quijote contemporáneo, Alonso agarrándola del brazo hizo ademán  de alejarse de allí. Su sorpresa fue mayúscula cuando, de pronto, todas las mujeres que estaban en esquinas y portales y la propia chica que le había pedido ayuda comenzaron a reírse diciéndole que volviera al manicomio del que se había escapado.

Había corrido la voz en ese mundillo de sus andanzas y le habían bautizado como el loco salvador de doncellas.

47. De cuando el ingenioso hidalgo Miguel de Cervantes cambió definitivamente la espada por la pluma (Juana Mª Igarreta)

El sol franqueaba tímidamente el alto ventanuco de la celda donde el reo Cervantes, pluma en mano, azuzaba su imaginación para huir del frío y el hambre. Ensimismado, pensaba que las musas son seres caprichosos, que tan pronto acuden solícitas a quien las convoca, como que inclementes lo abandonan en un inmenso páramo.

De repente, su maltrecha mano izquierda, honroso trofeo lepantino, interceptó el escaso haz de luz. La sombra alargada que aquella suerte de rígida garra con el pulgar enhiesto proyectaba sobre el desconchado de la pared, evocaba la silueta de un escuálido caballero andante a lomos de un consumido rocín; uno de esos ilusos aventureros que últimamente abundaban por los caminos siempre dispuestos a reparar agravios ajenos, soñando de esta manera poder alcanzar algún día el honor y la gloria personal.

Hechizado con el juego de las sombras, Cervantes ahuecó su mano diestra sobre la siniestra en vertical, dando vida a un panzudo individuo al que designó oficio de escudero, pero con pretensiones de gobernador insular.

Luego, tras bautizarlos con la tinta de su pluma, don Quijote de la Mancha y Sancho Panza iniciaron la brillante gesta de recorrer los senderos literarios a través de los siglos.

 

46. LA DEL ALBA

Al ver el rostro alarmado y soñoliento de la joven, el sirviente se mostró todo lo sutil que su baja condición le permitía, y así logró apaciguar a la sin par doncella, que temió por su vida pese a esconder una daga en los leotardos.

-No tema, que más leal que yo le soy solo le sería mi amo.

Pero la joven, segura tras ajustarse el salto de cama y empuñar fuertemente el puñal, fue incapaz de ver en ese rostro quemado por el sol los innumerables sufrimientos del caballero andante del que venían a darle tristes noticias. Tampoco mostró interés en sus desvelos, en sus sobresaltos, y en sus cuitas, que no fueron pocas. El criado depositó una carta sobre el lecho de la insensible damisela, que lo invitó a dejarla en paz.

-Márchese si no quiere que alerte a mi servidumbre.

Por eso, una vez cumplido lo que creyó su deber, salió por donde entró, poniendo rumbo a la aldea en una larga caminata, mientras pensaba que su señor enloqueció sin motivo, y se marchó a disfrutar del amanecer, que anunciaba otra jornada tórrida, sin saber qué le depararía su nueva vida.

45. Otros tiempos

Neptuno clavó con saña el tridente en el pecho de Cibeles. “Te lo merecías, hija de puta.” La diosa con cara de piedra escuchó a la muerte susurrarle al oído: “Lleva razón el chaval.”

El señor de los mares corrió Alcalá arriba para encontrarse con su fiel aliada. La encontró como siempre intentando alcanzar el madroño. Juntos se marcharon a la Plaza Mayor para ajustar cuentas a Felipe III. Al verlos, el monarca espoleó su caballo y huyo despavorido por la puerta de la calle de Botoneras. La pareja aprovechó la ocasión para reponer fuerzas con un bocadillo de calamares.

Al galope entró en la plaza el Quijote seguido de su criado gritando cual poseso.

-¡Mi señor, no os entrometáis en asuntos de reyes!

-Qué reyes ni que ocho cuartos. ¿De dónde es este haraposo rey?

-De los mares, mi señor, de los mares.

-¿De los mares? ¿Acaso hay mar en Madrid?

-Debe haberlo, mi señor. Tengo entendido que esta es una ciudad prodigiosa.

-Sea entonces, vayámonos por donde hemos venido.

Neptuno y la Osa terminaron su refrigerio y saliendo por la Puerta de Cuchilleros enfilaron la de Toledo, sabedores que muy cerca, al lado del rio, estaba su casa.

44. Un figura

Sancho, o simplemente El Gordo para algunos indeseables de la clase, miró al compañero que tenía delante, meditó su respuesta y dijo:
-Tú estás loco, loco de remate.
Dos recreos más tarde quedó patente que estaba en lo cierto: lo de ponerse a defender a Dulceida de los machotes de clase solo porque su cuerpo se había desarrollado antes, acabó con Alonso magullado, la muchacha tratando de limpiarle la sangre con un pañuelo mojado y Sancho parapetándolos.
-Supongo que ha sido un espectáculo lamentable –dijo el herido.
-No, Alonso, has sido un valiente, todo un caballero –contestó ella que la noche anterior había visto una película con justas medievales.
-Vale, es un figura pero… triste, muy triste –sentenció Sancho, pensando ya en cómo ayudar a su amigo y si pedirle algo a cambio.

43. CIDE HAMETE BENENGELI

Reunido este Tribunal de la República de las Letras, a petición de Alonso Quijano, para deshacer el entuerto sobre la autoría de la novela El ingenioso hidalgo don Quijote de la Macha, tras las deliberaciones realizadas conforme a los plazos que establece la ley,

ACUERDA

desestimar los pleitos que presentaron el poeta simbolista Pierre Menard, francés, afincado en Argentina, por posible plagio; y el licenciado Alonso Fernández de Avellaneda (seudónimo), natural de la villa de Tordesillas, por flagrante fraude,

respetar al novelista, poeta, dramaturgo y soldado Miguel de Cervantes Saavedra, nacido en Alcalá de Henares, su papel como cronista respecto al autor anónimo de los capítulos I a VIII del libro que se juzga, y

atender las alegaciones del historiador arábigo Cide Hamete Benengeli, manchego, y declararlo, sin menoscabo del apartado precedente, autor único de la obra citada, cuyo manuscrito en árabe hemos podido autentificar.

Es decisión del Tribunal, tras la firma de este Decreto, que la novela recupere su título original, Historia de Don Quijote de la Mancha, y que el nombre de Miguel de Cervantes sea sustituido en todas las ediciones, incluso con efecto retroactivo, por el de Cide Hamete Benengeli.

42. HIDALGO PRESIDENTE (Rafa Olivares)

Por turno rotatorio, Ireneo Hidalgo, escribiente, idealista y hombre de nobles principios, accedió a la presidencia de su Comunidad de Propietarios. Como nunca había ostentado cargo de tan alta relevancia,  asistió ilusionado a su primera junta con un buen ramillete de propuestas de mejora.

La de establecer turnos de tendido de ropas, para evitar riñas y trifulcas por las molestias que se ocasionaban a los vecinos de los pisos inferiores, fue rechazada con desprecio y sin discusión. Ni siquiera los más afectados que siempre se quejaban la apoyaron.

La de sustituir por leds las bombillas tradicionales, que reducirían el gasto de consumo hasta amortizar la inversión en menos de un año, se desestimó por sofisticada. De woke la calificó alguno.

La de reducir el horario de uso de piscina y pista de tenis, para facilitar el descanso durante la siesta y la noche, fue denegada por represora y coercitiva.

Idéntico resultado obtuvo el resto de la decena larga de proposiciones de Ireneo que, no obstante, volvió a su casa, en el tercero centro derecha, con la satisfacción del deber cumplido y con el firme propósito de preparar otra batería de propuestas para la reunión del próximo trimestre.

41. LA QUIJOTADA DE VAN GOGH (Mariángeles Abelli Bonardi)

El libro llegó con la última carta de Théo, y ha sido un consuelo en sus largas, difíciles horas. Pasa sus manos por la tapa, lo abre, relee; luego toma el pincel y mira el lienzo en blanco… En un lugar de la mancha aparecen los ojos, y en las pupilas, molinos de viento… Molinos de viento iguales a los suyos, esos que a veces, de tan gigantes, le hacen perder la batalla… Aparece el rostro, la barba vigorosa, los bigotes y el cabello en punta… ¿No es acaso la locura, volviéndose su espejo? Siguen las convulsas, gruesas pinceladas, sin detenerse, hasta llenar la tela… Cuando se seque la pondrá bajo la cama, allí, donde están las otras: los Girasoles, los Lirios, y esa Piedad a cuyo Cristo también le ha dado sus propios rasgos…

40. Derrota con sabor a victoria

“Sancho, es la hora”, dice Alonso, revisando sus inexistentes bíceps frente al espejo. Su amigo disimula una inevitable mueca de escepticismo.

Pedalean hasta el descampado en el que, pese al intenso calor estival, se ha congregado todo el colegio. Nadie quiere perderse tamaño espectáculo. Alonso, crecido ante la dificultad, se apea de la bici en marcha y, entre torpes tropiezos, corre hacia su enemigo con los puños en alto. Al verle, el abusón suelta una carcajada e inicia un frenético movimiento circular con sus enormes brazos. Parecen las aspas de un molino en una tarde huracanada. Los golpes caen una y otra vez sobre el frustrado héroe, que opta por encogerse y hacerse una bola.

Por fin el matón se cansa, escupe a Alonso, y se marcha triunfante, seguido de sus secuaces.

Poco a poco, el descampado se vacía.

Sancho está intentando socorrer a su amigo cuando, a sus espaldas, se escucha una dulce voz. Es Aldonza, la niña más guapa de clase, por quien Alonso lleva años suspirando.

— Ya era hora de que alguien le plantara cara a ese imbécil, ¿puedo unirme a vosotros?

El derrotado sonríe. Al final ha merecido la pena perder un par de dientes.

39. De cuyos nombres sí quiero acordarme

 
Una mañana de primavera, ella dijo ¡Basta! Y liándose el mandil florido a la cabeza, salió corriendo en busca de aventuras. Iba picando de puerta en puerta, reclutando valientes dispuestas a acompañarla.  Primero lo hizo Rosa, harta de cederle a su marido el mejor sillón de la casa. Luego lo hizo Amelia, que siempre había sentido deseos de echar a volar. Lo hizo Frida, cansada de infidelidades. Y Virginia, que se sentía presa en su habitación compartida. También Judit, que ya no aguantaba más paternalismos. Y Alicia, que quería cumplir sus dormidos sueños. Emilia, que por fin se puso en pie para comprobar su propia estatura. Y Ruth. Y Lucrecia. Y Laura... Todas fueron uniéndose a aquel grupo raro y lleno de color que, sin mirar atrás, emprendía el camino hacia adelante.  Y aunque a su alrededor murmuraron, criticaron, las trataron de locas, lanzaron piedras y escupieron con indignación, ellas nunca bajaron la cabeza ni dudaron de cuál era su objetivo. Nuestro objetivo. “Ladran, luego cabalgamos” 

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