Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

30. FACTORES

El sonido del timbre baja las escaleras, repta por los pasillos, se mete en las taquillas y sale al patio en busca de aquellos que se retrasan vencidos por el peso que cargan a su espalda y que no está dentro de sus mochilas.

Al cerrar la puerta tras de sí, con el timbre ya dormido, Iván tropieza con los ojos del de mates chispeando un reproche. Pero no es esa la mirada que logra traspasar su piel hasta hacer nido en sus entrañas. Esa es la que viene del pupitre situado detrás de él, la que cargada de veneno va alfombrando sus pasos hasta llegar a su asiento.

Después vendrán los mensajes de WhatsApp, las macabras instrucciones, los insultos y humillaciones. Quién sabe lo que le tocará hoy… Aún tiene dentro las huellas del asco después de haber lamido las zapatillas de los tres gallitos de la clase. Mientras, en la pizarra, el profesor proclama como verdad incuestionable, que el orden de factores no altera el producto.

 

29. NI UNA PALABRA

Aquella mirada fría, casi estéril, no significaba que estaba despedido, que a partir de mañana tendría que buscar trabajo, que tenía un mes de ahorros, que mi familia ya no tendría vacaciones ni yo ese coche; aquella mirada era la de quien ha esperado mucho tiempo para cobrarse una deuda de juventud, una novia arrebatada y alguna burla más. A él le gustaría sonreír y a mí partirle la cara.
Mientras firmo el despido, lo odio en un silencio que ningún diccionario podría explicar, pero me atrevo a mirarlo fijamente y, sin decir ni una palabra que resumiera mi rabia y mi derrota, compruebo que él me odia también porque aún sigue enamorado de aquella chica que me besó en el baile de graduación.

28. LA EXPRESIÓN QUE LO DIJO TODO (Mariángeles Abelli Bonardi)

A Soledad se le hacen pesadas las clases de Sintaxis Inglesa, pero se esfuerza en prestar atención. Materia troncal del traductorado, si la aprueba podrá cursar la correlativa que le sigue…

De diez de la mañana a una de la tarde, son tres horas reloj de oraciones simples, complejas y compuestas, frases nominales y verbales, diagramas que las desglosan y le hacen la vivisección a esas palabras que tanto le gusta pronunciar… y entonces, mientras toma frenéticos apuntes, Justo, el chico de los ojos verdes, le convida un mate: sus miradas encuentran la misma expresión de «embole» y se sonríen, para luego quedar en verse más tarde, en el bar de la «facu», así comparan apuntes y empiezan a estudiar para el parcial…

Soledad se esmera; repasa sus notas con un marcador amarillo… No sabe a qué se debe, pero de un tiempo a esta parte, las clases de Sintaxis Inglesa le disgustan menos.

27. La Cosa Nostra

Cuando le destapan la cabeza, casi se le escapa un grito. La sala —probablemente un sótano— está iluminada con velas. Y en las mesas, sentados frente a cada uno de los mafiosos, hay más niños.

—Tranquilo, chaval —le dice el tipo—. Recuerda que has venido de forma voluntaria. Venga, siéntate y comencemos.

Josemi obedece. Siente atracción y al tiempo desea regresar para pedir perdón a sus padres. Ayer, por videollamada, se enfadó con ellos. Y hoy ha roto el móvil, ha empujado al robot que le cuida y ha salido del área restringida de la ciudad hasta conseguir llegar al callejón, en busca de su primera dosis.

—Venga, elige color.

La voz del mafioso es lenta, rasgada (también la de la mujer de la mesa de al lado, que habla de números, de sumar siete más ocho, o nueve más seis). Solo había visto seres humanos así en imágenes. Esa mirada limpia, profunda, transmite paz, pero sin duda son gente peligrosa. Deben serlo. Si no, no estarían allí, apartados, escondidos.

—Lanza —dice el viejo, ofreciéndole un extraño vasito—. Si sale la cara con cinco puntos negros, podrás sacar tu primera ficha.

26. YO TAMBIÉN

Cuando decidió tener pareja lo publicitó.

Acudieron a la llamada centenares de todo tipo y lugar. Mujeres, hombres, de diferentes razas y religiones, pobres, ricos, mayores, jóvenes…

Les dejó hablar.

* “Nik zu zoriontsu betirako egingo zaitut”
* “Potomy uto ecron ur caenaio teba cictmenblem”
* “Je t´aime, moi non plus”
* “Te haré feliz por siempre”
* “Ti amarè, arrivederci Roma”
* “Ich werde dich für immer glücklich machen”
* “Eu te amarei”
* “I will make you happy forever”

Y así en muchos idiomas más.

Nada le convencía.

Miró con curiosidad a la siguiente persona.
• … (silencio)
• ¿Cómo dices?
• … (silencio)
• … (silencio)

Le atrajo su mirada pícara. No lo dudó. Fue la elegida.

Así transcurrieron décadas de felicidad. No intercambiaron palabra alguna.

Hacia el ocaso de sus días creyó que había pronunciado algo.

Su rostro dibujó una interrogación.
• ¿¿¿???
• … (silencio)
• ¿?
• … (silencio)

En los más que nunca pícaros e inteligentes ojos de su igual percibió alegría, emoción, cariño, ternura, amor.
• … (silencio)

Sonriendo le dedicó sus primeras dos palabras.

Y últimas:

• “Yo también”

25. Armonía

Hacía tiempo que la miraba con recelo, y ella le devolvía la mirada con indiferencia. Él la quería pero no soportaba sus manías. Ella se había habituado a su compañía. La relación no iba ni bien ni mal, ka dominaba una aburrida monotonía, y llamaron a un consultor sentimental. Les aconsejó que tuvieran paciencia, que intentaran sobrellevar las costumbres del otro y fueran más positivos. Ellos lo escucharon indiferentes, aprendieron a disimular y nunca más hubo un desplante ni una mala palabra o un mal gesto. Desde entonces las miradas de ambos atraviesan un ambiente en el que solo se oye el silencio.

24. Lazos

Mi abuela dejó la fuente de croquetas en la mesa del salón y volvió a la cocina.

—Chicos, enseguida termino de preparar la ensalada y comemos —dijo mientras se alejaba por el pasillo.

Entonces mi primo me miró y los dos nos levantamos del sofá al mismo tiempo. O fue al revés, primero nos desasentamos a la par y, luego, yo lo miré. O, quizás, nuestras miradas se cruzaron de repente y, sin decir nada, nos pusimos en pie a la vez. Ahora no lo recuerdo con exactitud.

Lo que tengo claro es que cuando mi abuela regresó con la ensaladera, mi primo y yo seguíamos en el sofá. Igual de callados y viendo la televisión. La única diferencia era que teníamos la lengua insensibilizada y los ojos vidriosos por lo que quemaban las croquetas.

 

23. Miradas que matan

La noche del final de su vida fue cálida, pero él tuvo la sensación de un frío intenso que se metía en los huesos y congelaba hasta el alma.

Al único soldado de la compañía que no había logrado ponerse a salvo no le quedó otra opción que intentar huir. Completamente solo y falto de medios decidió salir de su escondite quedando expuesto a merced del enemigo.

En el último latido de su corazón, a pesar de la distancia y de la oscuridad, hubo un cruce de miradas. El francotirador al otro lado de la mirilla telescópica le dijo sin decir nada: «lo siento». La bala ya había salido de su fusil.

22. EL HOMBRE INVISIBLE (Fernando da Casa)

De niño me gustaba fantasear con que me volvía invisible y podía colarme donde quisiera sin temor a ser descubierto. ¡Qué maravilla! Podría entrar a la cocina de mi abuela y comer bollos hasta hartarme, acomodarme en el cine del pueblo sin pagar entrada, copiar las preguntas del examen sin que el maestro se diera cuenta…

Cuando intentaba alguna de esas hazañas siempre era descubierto, a veces sufría alguna reprimenda –del maestro, muchas- o incluso algún tirón de orejas del dueño del cine; me sacaba a rastras y me amenazaba con contárselo a la policía. Mi abuela no me regañaba, me bastaba la expresión de su cara para hacerme comprender que debía compartir los panecillos con el resto de mis hermanos.

Porque la comida no sobraba.

Ahora, en este país extraño, añoro los ojos de mi abuela, hasta la severidad del maestro. Intento cruzar mi mirada con cualquiera, pero me evitan. Mientras ofrezco baratijas entre las mesas repletas de turistas, me siento invisible.

21. Hágase tu voluntad

 

Cruzaron sus miradas en aquel huerto envuelto en la noche. Y aún las mantuvieron cuando, pasando uno por delante del otro, depositó sus labios en el rostro de un tercero que les acompañaba. Esa era la señal acordada y al momento, hombres armados apresaron al depositario de aquel ósculo. Y mientras los soldados se llevaba a Santiago, conocido como el Menor, Jesús, el Nazareno y Judas Iscariote se dedicaron una última mirada cómplice antes de separar sus caminos.

20. INTERCAMBIO DE PAPELES (Sara Lew)

En una esquina cualquiera de una calle poco transitada un joven espera con las manos en los bolsillos y una mochila con el logo de la NASA. El viento le hace volar la capucha con la que se afana en ocultar sus desgreñados cabellos.  A los pocos minutos, otro chaval llega en una Vespa. Se saludan. Charlan un poco mientras intercambian papeles, seguramente apuntes de la Facultad.

Desde la ventana de un segundo piso una anciana los observa. Todos los días, a la misma hora, descorre la cortina y los ve. Aquella escena que tanto la atormenta se reproduce ante sus ojos, inmutable. Hoy, sin embargo, algo cambia. Se ha atrevido a mirar distinto, aunque luego se odie por ello. El de la Vespa, en vez de marcharse, se baja de la moto y le entrega las llaves al de la capucha. Este se acomoda las greñas bajo el casco, arranca y se aleja raudo de allí. Entonces gira el autobús descontrolado porque su conductor ha sufrido un desmayo, se sube sobre la acera y atropella al joven que está en la esquina con los apuntes bajo el brazo. Solo que esta vez no es su nieto.

19. EL ESPEJO DE PAPEL

Me quedé paralizado, atrapado entre los cercanos contornos de su borde infinito. ¿Cómo era posible que un desconocido describiera con tanta precisión sensaciones tan esquivas que nunca pasaron de toscas corazonadas? ¿Cómo podía un extraño entrar en mis temores más profundos, invisibles a la lucidez, y jugar con ellos hasta amansarlos y quedar despojados de cualquier coartada?

Mis ojos desorbitados parpadearon en silencio, deslumbrados por la claridad inconcebible que proyectaban aquellas pequeñas siluetas negras. La sensación de vértigo era tan intensa que tuve que cerrar sus tapas de golpe.

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