Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
días
1
2
horas
1
3
minutos
0
1
Segundos
4
1
Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

44. REACCIÓN

Ver caer a una mujer desde un quinto piso es una tragedia. No hay otra acepción, para los testigos del suceso. Probablemente nunca sabrán que esa mujer, hace poco, le reclamaba al marido que fuera más ordenado, que no dejara sus cosas tiradas por toda la casa. ¿Qué podrían pensar de ellos los demás? A él los demás lo tiene sin cuidado, en su casa hace lo que le da la gana. Esa actitud la molesta y lo que empezó con una discusión banal escala a arrepentimiento de haberse casado, a juventud desperdiciada; a sueños truncos. Se mezclan enojos y resentimientos. Ahora él es un don nadie, un vago y ella alguien sin clase, una cualquiera. Cuando creen que se han desahogado, que han salido a la superficie todas sus frustraciones, se inmiscuye el nombre de la madre, a quien ella culpa por haber parido a un hombre de esa calaña. Eso no lo podía permitir, su madre era sagrada.
Los que ven el cuerpo yacer en la acera, en su desconocimiento, solo atinan a usar un eufemismo para describir lo acontecido: “un accidente”.

43. Con sangre entra

Despacio y buena letra, les dice el maestro a comienzo de curso cuando ve que no entienden ni jota. Conforme avanzan las clases, los alumnos, por hache o por be, aún no son capaces de hacer la o con un canuto. Erre que erre sigue en su empeño, hasta que, desesperado, antes de la última evaluación, decide poner los puntos sobre las íes.

42. AQUÍ NO HA PASADO NADA (Ana Tomás García)

Si hay algo que odio es freír huevos sin parar para todos y cada uno de los comensales, colocárselos sobre las patatas fritas y oírlos comer con la mayor de las satisfacciones mientras yo sigo fríe que te fríe, con lo que me gusta a mí hacer lo mismo que todos ellos, sentarme a la mesa y disfrutar de mis pitanzas sin preocupaciones. Pues no. Aquí estoy, agotando la docena y rezando por que quede al menos uno para mí, y mira por donde, el último es mío y lo agarro con delicadeza, no vaya a caerse, y lo casco sobre la sartén de aceite caliente, y aunque mis patatas ya están frías, concentro todas mis esperanzas en el delicioso huevo frito, pero se rompe la yema y se pega el maldito al fondo de la sartén. Y lo destrozo con la espumadera, y lo arrojo con una furia infinita al cubo de la basura, y tiro también las patatas y rompo el plato en el fregadero. Silencio. Todos me miran y callan. Me atuso el pelo, cuento hasta diez y me preparo solemne un bocadillo de sardinas en lata. Y aquí, aunque me pese, no ha pasado nada.

41. Me hierve la sangre

“No hace nada…sólo quiere jugar…”¡Pues que juegue contigo! ¡Tu cachorrito acaba de destrozarme las carísimas medias que compré esta mañana! ¿Me las vas a pagar?

Silencio.

Subo a casa para cambiarme y casi me da un infarto cuando el lindo gatito de mi vecina sale disparado de debajo de mi cama,  OTRA VEZ.

Con los pantis a media pierna, la mano en el corazón y bufando como un toro me planto en la puerta de María.

OTRA VEZ , mil disculpas que ya no me sirven.

¡¡¡R E S P E T A M E!!!

Fantástico todos aquellos que deciden convivir con animales pero YO NO QUIERO.

Me giro  encendida de furia , doy  un portazo y pienso:

Si yo entiendo tu pasión por la jauría animal con la que convives y prefiero ir a una cafetería a charlar contigo a entrar en tu casa, ¿por qué demonios no me entiendes tu a mí y recuerdas  cerrar la puerta para que no se escape tu gato?

Mañana seré el cotilleo de toda la escalera, qué desagradable la vecina del segundo, con lo bonito  que es mi Lucifer….sé que me va a costar la vida social , no estoy en sintonía.

40. Cavernícolas (Juana María Igarreta)

Cuando después de horas trabajando el sílex vio cómo este se resquebrajaba perdiendo irremisiblemente su ansiado filo cortante, aquel Homo sapiens sufrió una repentina regresión. Haciendo alarde de una fuerza inconmensurable lanzó por los aires su malograda herramienta, mientras enriquecía generosamente tanto en lo sonoro como en lo gestual el lenguaje de los exabruptos hasta entonces conocido. Tal era su estado que, de verlo, hubiera hecho temblar al mismísimo Homo antecessor.

Hoy Matías no ha pegado ojo. Las fuertes discusiones mantenidas con su vecino respecto a la linde de la parcela lo tienen envenenado. Antes de que el sol logre zafarse de las nubes, ya ha roturado casi la totalidad del recién adquirido terreno. Lástima que un golpe seco haya detenido bruscamente su brillante monocultor.
Al agacharse, descubre entre las cuchillas de la máquina un hermoso trozo de pedernal que no duda en arrojar con ímpetu de jubilado saludable a la huerta aledaña. Entretanto, un rosario de elaborados improperios va brotando de su boca, que enmudece súbitamente al sentirse observado desde uno de los surcos por la mirada vacía de una blanca calavera.

39. IMPLOSIÓN (Pilar Alejos)

Durante la cena familiar, sin preaviso, se produjo la erupción de reproches. En cuanto nos sentamos a la mesa, una lluvia fina de cenizas se cernió sobre nosotros como preludio de la catástrofe. Con los primeros temblores, se tambalearon los cimientos que nos proporcionaban equilibrio. Al escuchar algunos crujidos a traición, se resquebrajó la fortaleza que nos mantenía unidos. Dolían demasiado esas grietas. Aun así, intenté evitar que por ellas escapara toda aquella ira corrosiva que habíamos ido acumulando durante años. Mis hermanas, al rojo vivo, comenzaron a lanzarse rocas de agravios, que reabrieron sus heridas incandescentes. Intenté tranquilizarlas, que recuperaran la cordura, pero su cólera fue en aumento e hicieron frente común contra mí. Me vi arrastrado por su rabia de lava y ya no pude salir indemne de su odio de fuego.

Tras la catarsis, todos emprendimos la huida con el aliento ácido aún en llamas. Sobre el mantel, quedaron sepultados por el dolor nuestros lazos de sangre.

 

38. DILUYENDO LA IRA

Estaba a punto de estallar, lo notaba.
La agresiva presencia diaria en su casa de verano de su ex, con la excusa de ver a los chicos, le estaba exasperando.
No le molestaba su presencia, pues pretendía que mantuviesen una relación cercana, sino las continuas puyas que él le lanzaba, esos comentarios ácidos contra su familia.
Pero lo que verdaderamente le sacaba de sus casillas, hasta llegar a odiarlo, era cuando le acusaba de abandonar a sus hijos.
Los tres, mayores de edad, preferían salir con su padre al monte y al campo, en vez de a la playa o a la casa de su familia, como ella.
Y la madre, en vacaciones, tras dos años alejada de su madre y hermanas, les dedicaba a ellas sus tardes.
Y eran esos momentos pasados en la playa o en largos paseos, los que él utilizaba como arma arrojadiza para acusarla de abandono.
Entonces notaba como hervía su sangre, como su cuerpo se rebelaba contra aquella acusación injusta, porque durante el resto del año era ella quien los cuidaba, alimentaba y protegía.
Por eso, para no estallar, se marchaba rápido a otra estancia mientras notaba como la ira se iba diluyendo.

36. Mejora

Mi novia María se ponía hecha una furia cada vez que le llevaba la contraria. Tal vez por eso no llegamos al altar. (Esta teoría también la sacó de quicio, pero ya daba igual). En cambio, Marcela desconocía la ira, así como otras emociones intensas. Al sugerirle pasar por el juzgado se limitó a asentir. No esperaba que se pusiera a lanzar cohetes, pero aquello enfrió el asunto; tanto que apenas duramos más. (Aceptó nuestra separación sin mostrar impresión alguna: esperable). Con Susana y su caótica dialéctica, entreverada de alambicadas explicaciones sociológicas, uno nunca sabía a qué atenerse. Probablemente, que yo esquivara la cuestión matrimonial, lo interpretó como fiel reflejo de la sociedad actual. Ahí se quedó, trabajando en su tesis sobre Bourdieu.
María sabía pelear, no se arredraba. Marcela me sobrellevó a base de paciencia, mientras que Susana buscó respuestas donde buenamente pudo. Todas lo intentaron, sin embargo, mi carácter colérico venció toda resistencia. Ahora, por consejo de mi terapeuta, escribo estas líneas. Reconocer el problema es parte de la solución. Francamente, creo estar progresando. Lo malo es lo cara me sale la consulta. Veremos en la próxima cita. ¡Se va a enterar la sicóloga!

34. Bocadillos de Nocilla con sabor a sal (Aurora Rapún Mombiela)

Recorro con nerviosismo el camino que tantas veces me hizo llorar. Desde la distancia que otorgan los años, desdibujo el dolor. Ignoro qué sentiré cuando traspase el umbral, o cuando me siente frente al pasado desde el otro lado. Espero con impaciencia el momento, y con miedo. Ha llegado la hora de que los miles de euros invertidos en terapia, me reporten beneficios.

Mañana impartiré mi primera clase, pero hoy no. Hoy me enfrentaré cara a cara con los padres de mi alumnado. Les explicaré cómo voy a evaluar a sus hijos, cómo el comportamiento y la actitud contarán el 50% de la nota final. Hoy custodiaré bajo llave los moratones, la vergüenza, las lágrimas, la soledad. Mi discurso seguro y estudiado enmascarará la ira y las ganas de devolverles con creces lo que me hicieron sufrir. Me trago el corazón con saliva, compongo mi mejor sonrisa y atravieso la puerta del colegio.

33. Senilidades (Sara Lew)

Desovillo mis recuerdos, pero soy incapaz de seguir el hilo, que se esparce descontrolado sobre la alfombra. Ahora es el gato el que juega con mi primer beso, el que se enreda con los entresijos de mi vida conyugal, el que se afana en deshacer aquellos nudos enquistados de ira que ni el tiempo logró redimir. Entono un quejido imperceptible. Michi, siempre atento, salta enseguida sobre mi regazo y me devuelve las hebras de mi memoria. Las siguientes horas las dedico a ovillar pacientemente aquel embrollo mientras veo la televisión.

32. Los peligros de la somatización

Cuando Candela, recién estrenada la adolescencia, entró envuelta en una nube rosa y flotando un poquito sobre el suelo, todos miramos a padre esperando su reacción.
Empezó por la cabeza. La piel se dilató, desapareciendo nariz, orejas y labios. Pronto continuó el resto del cuerpo. Se hinchó hasta proporciones descomunales, dejándonos casi sin espacio. Por suerte, un pequeño desgarro dejó escapar el aire, aunque no con el suave silbido de olla a fuego lento de cuando se enfada por una fruslería, sino feroz, descontrolado, con la aleatoriedad del globo liberado por un niño. Su cuerpo subía y bajaba con violentos zurriagazos a derecha e izquierda. Madre abrió presurosa la ventana, hasta que padre, en una de sus idas y venidas, acertó a salir por ella, y madre, como quien se libra de una avispa, cerró tras él.
Le observamos sobrevolar el pueblo, al capricho del viento, en dirección al río, hasta engancharse en un álamo de la orilla, batiendo el récord de la espadaña de la iglesia que alcanzó cuando Andrés, en llamas por una ira descontrolada, arrasó la escuela.

Nuestras publicaciones