Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

44. El reincidente

Descubrí que compartía mi casa con alguien una tarde al volver del trabajo: había un vaso en el fregadero. No fue un descuido.

Sus maneras me divertían: el televisor en un canal distinto, una silla mal alineada, la cortina ligeramente descorrida, incluso cambió de sitio un libro de la estantería. Yo le seguía la corriente: la hoja del almanaque por arrancar, un armario medio abierto, el papel higiénico sin reponer, un reloj en una hora equivocada. Si por una parte se alteraba el orden, por la otra se restituía. Luego nos repartimos tareas: hacer la colada, planchar la ropa, limpiar el cuarto de baño, llenar el frigorífico…

Reúno ahora las figuras del rompecabezas que dejamos a medias.

Desde niño amo las colecciones: el álbum de Vida y color, las novelas de detectives de Bruguera, las películas de Mankiewicz, los vinilos de jazz de Blue Note… No he conseguido acabar ninguna. Pero nada está escrito de antemano.

Por eso yo también he abandonado nuestro refugio. Para buscar las piezas restantes en otro lugar, de modo diferente. Por completar el puzle.

43. LA EXTRAÑA PAREJA (Rafa Olivares)

La vieja Celestina gustaba de recopilar, en una libreta de tapas de hule negro –quién sabe para qué beneficio futuro–, los acomodos amorosos que conseguía amañar. Y más empeño ponía cuanto más disparatada parecía la componenda. Siempre andaba de aquí para allá con sus urdimbres a recoger o entregar encargos. De palacetes a conventos, de caballerizas a tugurios, de luminosos salones a oscuras alamedas. Portaba en el refajo ora una misiva, ora una flor, ora una dádiva, ora una prenda, ora un ungüento que consiguiera atrapar voluntades y permitiera copular a un príncipe con una lavandera, a un palafrenero con una doncella, a un alabardero con una mesonera o a un franciscano con una clarisa. Incluso, si se terciaba, a un pastor alemán con un gran danés; y solo uno de ellos de raza canina.

 

42. Repertorio de cine -Calamanda Nevado-

Ayer, martes y trece, me levanté con el pie izquierdo y estéril. A  última hora se presentó la mujer de Pedro, mi amigo,  acatarrada,  y nos sentamos a comer trece  a la  mesa. No dejé de recordar la maldición del Coronavirus y de  Marte,  Dios de la Guerra romano. Necesitaba relajarme  y  llegué hasta los  pinos chatos. Se me cruzaron unos  gatos negros, quizá caminan hacia mí, me dije,  y me espera la suerte. Había quedado con María para merendar,   no quise desbaratar nuestros planes de boda, pero estaba nervioso. Al acercarle la sal tiré  el salero al suelo y  se vertió. Cogí un pellizco de la  sal derramada y lo arrojé a   mi espalda por encima del hombro izquierdo, entonces se rompió la  silla. Salimos,  quería  besarla y  le cedí la acera.  Pasé por el empedrado sin advertir, en ese momento,  que lo hacía debajo de una escalera apoyada a una pared; atravesé la figura  geométrica sagrada, el triángulo, el ojo de Dios. Decidimos   rodar  por la alfombra y fuimos para casa.  De camino  nos asaltaron pero no llevábamos dinero ni móvil.   Cuando llegamos mi herradura de la  suerte colgaba en   la puerta exterior con las puntas hacia abajo.

41. EL COLECCIONISTA (Pilar Alejos)

Trabaja en su máquina de coser ilusionado por acabar su nuevo diseño. Un año más, prepara su disfraz de carnaval con bastante antelación porque conoce la dificultad que entrañan los preparativos. Esta vez, ha tenido que seleccionar con sumo cuidado cada una de las piezas que lo componen. Es muy perfeccionista. Ha elegido las mejores, pero se ha visto obligado a correr demasiados riesgos. Confeccionar un modelo tan especial como este requiere de mucha paciencia, saber dar las puntadas precisas y extremar los cuidados para evitar su deterioro.

Revisa su calidad sobre el maniquí, que no posea imperfecciones. Comprueba con detalle, una a una, todas las costuras. Luego se lo prueba ante el espejo. Se siente muy cómodo con él. Le queda como un guante. Suspira aliviado. Una presión en la entrepierna le recuerda cuánto deseaba volver a sentir ese tacto sobre su piel. Tan solo le falta un complemento para ser perfecto. Aunque lo tiene localizado, espera a poder conseguirlo con seguridad. Así rematará su obra. Será la nueva estrella de su colección.

Cuando ve que regresa sola a casa la dueña de la melena pelirroja elegida, se estremece de placer.

 

 

39. APERTURA DE CONCIENCIA

Toda una vida coleccionando años de matrimonio y a punto de cumplir las bodas de oro, despertó tras una noche agitada por sueños retrospectivos e inconexos y al mirar a su derecha se preguntó sorprendida ¿qué hace este viejo en mi cama?

38. Triste cumpleaños

 

Las primeras luces del alba rozaron su cara, mientras corría a lo largo del acantilado
en el intento de calmar su ansiedad.
Hoy cumplía años. Su familia le esperaba para celebrarlo.
Pensó en su madre y en sus advertencias:
“¡Qué no bebiese alcohol, qué cuidado con las drogas, qué si las malas compañías…!”
Claro que le gustaba disfrutar de la vida, pero siempre dentro de unos límites.
Abrió el cajón de la cómoda de su habitación y retiró la ropa. Allí, debajo, apareció el tesoro:
La caja de habanos artesanos, traídos de cuba por el abuelo, los puros de la boda de su hermana, cinco cajetillas de rubio, dos paquetes de celtas, cigarrillos de varios sabores, además de papel de liar, una pipa tallada de madera de boj y otros recuerdos relacionados, como mecheros y cajas de cerillas.
Después de la comida, les comunicaría el terrible diagnóstico del oncólogo.
En la pared, los ojos de su difunto abuelo le hablaban con reproche.
¿Cómo había repetido su mismo error?
Aspiró profundamente, por última vez, el aroma de los dioses y volcó, lleno de rabia, el cajón en la papelera. Se tranquilizó al palpar una cajetilla en el bolsillo de su pantalón.

37. Cien mil mariposas (Alberto Moreno)

Tío Marcial siempre nos ha infundido respeto (un respeto de esos, cercano al miedo), sobre todo desde que nos desveló la promesa que hicieron él y sus compañeros cuando regresaron de la legión: Hemos jurado cazar, entre todos, cien mil mariposas, dijo. Y, aunque asegura que él cumplió su parte enseguida, sabemos que aún mantiene la afición. Por eso cada domingo, al alba, los primos y yo nos atrincheramos tras las cortinas, para verlo.

Cuando entra, y saca el manojo de agonizantes lepidópteros, ya nos cuesta respirar. Pero cuando además comienza a insertarlos salvajemente por los pasillos, con esa mirada furiosa, haciendo crujir sus cuerpos y llenando las paredes de aureolas púrpuras… sentimos como si la sangre se nos escarchara. Luego, sin embargo, llega lo más desconcertante: Tío Marcial, hombre de costumbres, descuelga uno de los ejemplares (siempre es el mismo: una enorme mariposa macho, de ojos gigantes, antenas robustas), y se internan en su alcoba durante horas. Ahí les perdemos la pista, y tan solo escuchamos fuertes aleteos y extraños susurros.

Finalmente, cuando el reloj de la abuela casi junta sus agujas, lo vemos salir corriendo, a trompicones. Nervioso, por llegar a tiempo a misa de doce.

36. Adjudicado a la joven Venus

A pesar de su misoginia, poseía una  magnífica colección  de retratos de mujer. Obras de arte como “Dorian Gray”, en versión femenina, cegaban su voluntad. Sentía celos por esas mujeres que decoraban su mansión. Temía perderlas,  o incluso,   que alguien contemplara esa  belleza y la difundiese por esa moda  incontrolable de publicar fotos con un  móvil.

Con los años, dominó cualquier puja de subastas de arte. Nunca dudó en pagar una fortuna para conseguir un cuadro mostrando el busto de una reina,  cortesana o la más humilde de las mujeres. Sabedor de su ventaja, valoraba como nadie una pintura. Él, tan maduro, el más experto tasador conocido, reconocía una copia falsa entre mil. Ese prestigio, terminó aprovechándolo porque si calificaba una obra como auténtica equivalía a elevar su precio. Muchos incautos, pagaban lo que él certificase como original,  aunque solo fuese una burda copia, un fraude.

Era, por tanto, un poseedor avaro y terminó convirtiendo su palacete en una infranqueable cámara acorazada.

Pero un día, conoció a una mujer. Le turbó su belleza, su ternura y su juventud. Creía que su rostro estaría en su pinacoteca. Accedió a comprobarlo y le mostró su colección. Días después su vivienda fue desvalijada.

35. Corazones viajeros

—Llegará pronto Esperanza— le digo a la vecinita del tercero cada vez que me pregunta por él. — ¿Podría dárselo, por favor? — me pide tímida mientras saca de la mochila un papel arrugado — Claro, cielo —. Otra constelación de corazones hilvanando las letras de «Miguel». Ella permanece callada en el vestíbulo y se sonroja al sorprenderla, contemplando de reojo, la foto de su primera comunión. Yo trato de contener las lágrimas, mientras pienso en que, si ese corazón viajero no llega pronto, tendré que hacer espacio en esa colección de constelaciones  en la que se ha convertido su habitación de hospital.

34. Madrid 1942

Se ajustó las gafas oscuras y se dispuso a encabezar el cortejo fúnebre con sobria dignidad, como las otras veces. Mientras el cura recitaba sus latines, pensó con sentimientos encontrados en sus difuntos maridos. El primero, un falangista de gomina y sol y sombra, al que se le iba la mano los días de sombra; el funcionario en Carabanchel que decía haber perdido tres dedos en Belchite; el meapilas que afirmaba que el sexo a partir de los cincuenta era grotesco además de pecado, y el taxista taciturno con sus tripas ruidosas y sus lavativas de agua salada para mejorar el tránsito. Todos fueron sucumbiendo como pajarillos famélicos a sus compasivas fórmulas magistrales. Había alcanzado un grado de sutil refinamiento propio de cónclave papal, deploraba la brutalidad escandalosa del arsénico. Acabado el tedioso desfile de pésames, mientras fumaba un Jean, se acercó un viudo apuesto con pinta de comandante de submarino alemán. Retuvo su mano entre las suyas unos segundos y mirándole por encima de las gafas le dijo.

-Venga a verme algún día, es bueno apoyarse en alguien para superar estas pruebas.

32. TRADICIÓN

El anciano recorre la casa. Cada estancia es un regreso al pasado. En una y otra habitación, abre cajones. Encuentra lo que ha guardado en el discurrir del tiempo. Cromos de equipos de fútbol que le apasionaban. Canicas de colores. Monedas en fundas de plástico. Postales de lugares que visitó. Sellos y, ahora… Ahora, colecciona ausencias.

Se fueron padres, amigos, la mujer que ¡tanto amó! y la hija que murió siendo niña. Queda Juan, el hijo. Apenas le ve. Sale temprano a trabajar y regresa al anochecer. Habitan el mismo  espacio pero no se comunican. Juan habla. No atiende sus preguntas, interrupciones, suspiros… Es un monólogo que le desconcierta. Esta, es la ausencia más hiriente.

Una mañana  le dice Debes irte, papá. Él, no entiende ¿Le echa de su hogar? Protesta. El hijo no escucha y  sentencia rotundo. Estoy bien. No te preocupes. Mamá te espera.

En ese instante comprende que ha muerto.  Juan le ha retenido. El duelo ha terminado y regresa la esperanza. Tiene la certeza de que, siguiendo la tradición familiar,  el hijo guarda almas errantes. El padre se desvanece en la nada para ser ausencia en el corazón de los seres queridos.

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