Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

26. LA MIRADA DEL CAZADOR (Crónica alternativa del 13º encuentro de ENTC)

Se conocieron en el Sendero entre empanadas, cervezas y abrazos. La mirada de carnero degollado de ella y los ojos verticalmente estrechos y hundidos de él indicaban que entre ellos había conexión. Ella me rehuía; él estaba exultante como el cazador que cobra la presa. Al bajar a Cabezón, para tomar la penúltima en el Ecobar, sus roces y cuchicheos confirmaron mis sospechas. El sábado, mientras comíamos en El Cruce, otra enteciana me dijo escandalizada que mi mujer estaba en el baño besándose con un tipo y tuve que contarle que lo nuestro terminó hacía meses. Tras la entrega de los premios anuales él alardeaba de que, sin haber escrito ni un microrrelato, salía del centro cultural con el mejor trofeo. Se sentaron a cenar en las mesas altas de El Café, alejados del resto. Entre canapé y canapé percibí que el cazador me miraba suplicante. Su euforia había desaparecido; le habían bastado unas horas para descubrir que con determinadas presas es preferible errar el disparo. Pedí un vino, invité a otro a una camarera que no me quitaba ojo, y con la guitarra de Manuel de fondo brindamos para que el cazador sufriera a mi ex durante muchos años.

25. Vudú (Adrián Pérez)

Me está encantando clavarle agujas a este muñeco. Primero en pies y manos, que son zonas aparentemente menos dañinas. Cuando llego a la región lumbar, cierro los ojos para sentir con más intensidad cómo el aguijón atraviesa, primero, la fina tela y, acto seguido, el burujo de algodón. Al pincharle la cabeza, mis pensamientos se desovillan y empiezo a ser consciente de lo que está pasando. Luego llega el turno de los ojos, el abdomen y, por fin, el corazón. Segundos después, el cuerpo del hombre en el que me he convertido cae inerte sobre la alfombra, como un insignificante muñeco de trapo.

24. El discurso

Mi amigo Jorge nunca llegó a sentirse feliz durante esos años placenteros en los que suaves nubes de algodón arropaban nuestras vidas, alejadas de cualquier peligro. Mi amigo Jorge luchó contra su voluntad para que su mano izquierda no cogiera jamás el lápiz para escribir; sufrió jornadas enteras el dolor de las varas de metal que le habían impuesto para corregir sus piernas arqueadas. Aunque su mayor desgracia radicaba en su oratoria. Mi amigo Jorge se atascaba con frecuencia en determinadas sílabas, las repetía constantemente y no logrando superarlas caía en la más profunda desesperación. En ese momento se convertía en el hazme reír de toda la clase, en especial de Arturo. Se ponía delante de él y repetía el sonido gutural de un mono, decorando la burla con movimientos acordes. Yo cogía de la mano a mi amigo Jorge y lo alejaba de aquella manada.

Años más tarde nuestros caminos se separaron. Un día los altavoces de mi aparato radiofónico emitieron un discurso elocuente y sin ningún error. Arturo, como todo el país, escuchó con ojos de cólera aquella voz del tartamudo ahora coronado, que instaba a los mayores de dieciocho años a partir para combatir en la guerra.

23. Serendipia

La primera noticia fue acogida con reservas. Nadie duda del rigor de los científicos chinos, pero sí de la veracidad de las comunicaciones de su gobierno, empeñado en hacer un referente del radiotelescopio FAST, en la cuenca de Da Wo Dang. No obstante, pocos minutos después, desde la meseta de Mure, en los Alpes franceses, NOEMA no solo confirmaba el contacto, sino que había calculado el origen de la nave que enfilaba nuestro planeta: Encélado, la luna helada de Saturno. La comunidad científica bullía de entusiasmo y los dirigentes mundiales cruzaban rápidas consultas, intentando dirimir el lugar de aterrizaje de la nave y las intenciones de sus tripulantes. Mientras las redes globales colapsaban y la población mundial alcanzaba el paroxismo, desde el desierto chileno de Atacama los astrofísicos de ALMA anunciaban que las sesenta y seis antenas de su interferómetro habían captado la nave, pero que la aproximación a nuestro planeta había sido solo una maniobra para impulsarse gravitacionalmente hacia un destino desconocido.

Cuarenta y tres minutos más tarde, el radiotelescopio VLA de las Llanuras de San Agustín, en Nuevo México, recibía desde Encélado una señal que astrofísicos, antropólogos y semiólogos han interpretado como una evidente risotada.

22. Las otras ( Paz Monserrat)

Me gustan los hombres, pero jamás me arreglo pensando en ellos. Qué sabrán de si visto con gusto, voy bien maquillada o repito modelito. Las mujeres, en cambio, me catalogan, me admiran o me critican. Y yo a ellas. Con la pasión que se requiere.

Empezaba a olvidar a mi exmarido, cuando supe que estaba con otra. La herida supuró de nuevo. No descansaba imaginando a esa desconocida. Mi informante señaló que era muy alta. Todas las chicas espigadas que veía por la calle, en el autobús, en el súper…podían ser Ella. Yo las observaba con descaro, escrutando cualquier detalle delator. Un día una chica altísima que hablaba por el móvil ─ ¿con mi ex? ─ me sostuvo la mirada. Yo no me achanté ante ese desafío, claro, y respondí como merecía.

Ahora hay otro hombre en mi vida. Ya no me preocupa el destino de aquella larguirucha con mañas de arpía. Estoy contenta, centrada en esta nueva relación. Para sentirme del todo satisfecha solo debería indagar un poco más. De momento sé, lo dijo mi novio, que su ex era bastante bajita. Ya noto la adrenalina trepando por mis músculos. La nueva temporada de caza está al caer.

21. LA LLAMABAN TRINIDAD (Paloma Casado)

A Trinidad siempre le parecieron paparruchas eso de que las oraciones salven almas o de que la voluntad y los buenos deseos puedan curar enfermedades. De lo que no tiene ninguna duda es sobre el poder del “mal de ojo”. Ella expandía por su aldea, como si de una planta venenosa se tratase, las afiladas espinas del rencor. Tenía por costumbre tajar una muesca en el marco de la ventana cuando veía pasar un coche fúnebre camino del cementerio. Ya ha caído otro, murmuraba sonriendo. Como el vinagre tiene propiedades conservantes, Trinidad sobrevivió a sus vecinos. Sola e inválida, no tuvo más remedio que aceptar la plaza en la residencia de mayores que le facilitó la Comunidad. Ahora, sentada en su silla de ruedas, mira con desprecio a sus ancianos compañeros: la que se saca la dentadura tras la comida, la que emite grititos, el flatulento…y sin que nadie se entere, ya ha empezado a marcar con el cuchillo incisiones en la pata de la mesa.

20. MICROCOSMOS EMOCIONALES (Modes)

Mi hija peina su pelirroja melena, frente al espejo del cuarto de baño.

Mi mujer, encerrada en la cocina, sigue pelando cebollas.

Y yo, sentado en el sofá del salón, no dejo de sonreír.

Porque hoy murió de cirrosis el Atilano.

Aunque los paisanos del pueblo lo llamábamos ¨El Zanahorio¨.

19. Reincidentes

_ Buenos días. Mi nombre es Clara y soy alcohólica.

_ Buenos días Clara.

Me vuelvo hacia mi compañera y le digo al oído:

_Ya empezamos. No soporto a esta tía. Cada vez que veo esa sonrisilla de suficiencia me dan ganas, no sólo de beber, sino de sujetarle la boca y hacerle engullir el peor de los vinos peleones y… ¡bah, qué se yo! Estoy de los nervios…

_¡Shhhh, calla! _exclama María apretando ligeramente mi mano _que ahora es cuando va a contar lo del apoyo incondicional de mi familia, amigos y, cómo no, todos vosotros

(Esta última frase la entonamos al unísono los dos juntos en susurros, engolando la voz y tratando por todos los medios de aguantar la risa)

Frente a la mirada acusadora del resto, recuperamos la compostura y dejamos de hacer el tonto mientras Clara continúa con su perorata insoportable. La tía lleva dos años sin tocar el alcohol. No entiendo por qué vuelve aquí a restregárnoslo por la cara. En esta mierda de sala, la mayoría hemos recaído a la semana. Sólo Andrés aguantó dos meses…

De repente Clara interrumpe su discurso y, viniéndose abajo, confiesa:

_Anoche fue terrible… No tuve fuerzas…

18. De Madrid al cielo (Juan Manuel Pérez Torres)

Madrid es frenética, impredecible, sangrienta y demente, una ciudad a la vanguardia y que, a la vez, atiende a las necesidades tradicionales. Cuando residía allí, la infelicidad se cebó conmigo con una crueldad que ni el más dramático de los clásicos del llanto podría haber imaginado. Malditas historias que otro día contaré.

Después de mucho tiempo, un asunto delicado me hizo volver a sus calles por unos días y, en la bulliciosa soledad de las estaciones de metro, rememoré mi relación con Almudena. Doliente sigo, aunque no distingo bien si es ella o la ciudad lo que me enerva, y de nuevo me siento seducido, ahora gravemente, por su lado oscuro, por la violencia y el poder que la envenena.

Lo que vine a hacer aquí se me ofrece gratuito y gratificante y no veo mejor modo ni ocasión, así que voy a tu barrio, localizo tu piso y me cuelo por la ventana en medio de la noche. Te muestras muy asustada hasta que al fin me reconoces y luego, atónita y atenta, escuchas mi confesión y mis alegres risotadas. La culpabilidad te agobia, te ahoga, te abruma, y mi conciencia, ya libre, comienza a volar atravesando las paredes.

 

17. La botella de Martell (Jesús Alfonso Redondo Lavín)

Mi padre guardaba una botella de coñac Martell, una de las más exclusivas marcas de la bodega de la región francesa que da nombre a ese espirituoso.

─Esta botella la abriremos y la beberemos el día en que salga la noticia en primera página de todos los periódicos, comentaba a cualquiera que viniese a nuestra casa.

No sé definir lo que sentí, no sé qué mal fario me invadió, pero el 20 de noviembre de 1975, no me atreví a abrirla.

16. La nube escarlata

Abrió la puerta y me miró. “No voy a darte nada, pedazo de mugrienta”, dijo despectiva, cerrando bruscamente. Era la última casa del pueblo y en todas había recibido la misma respuesta. “De modo que no han cambiado”, pensé. Seguían siendo tan crueles como en mi infancia cuando, tras morir mis padres, me habían desterrado acusándome de brujería, dejándome completamente abandonada a mi suerte. Y aunque había pasado mucho tiempo, el necesario para que nadie me reconociera, no conseguía olvidarlo.

Una vez hube comprobado que ninguno merecía salvarse, me alejé y me quité el sucio disfraz de mendiga. Saqué la pócima del hatillo, la abrí con cuidado, eché la sangre aún caliente de una liebre recién sacrificada, y soplé. Una densa nube escarlata salió directa hacia el puñado de casas que, bajo su siniestro influjo, no tardó ni medio minuto en convertirse en cenizas.

Me invadió una enorme alegría, parecida a la que había sentido tras ganar el Nobel de Química con mi estudio sobre los beneficios de los gases comburentes, en el que por supuesto, oculté el peligro de añadir plasma de mamífero a la muestra.

Satisfecha, puse rumbo a casa, a lomos de mi flamante escoba.

15. Escalas de medida (Luisa Hurtado)

Nunca me he alegrado del mal ajeno, esa es la verdad; simplemente y como hace todo el mundo, las cosas buenas o malas que les pasan a los demás me han ayudado a tomar el pulso a la escala de medida correcta por la que tendría que valorar mi propia vida. Por poner un ejemplo, nunca me alegraré de que Pili haya perdido a su marido en un accidente de coche, nunca, no creo que haya nada peor si además le quieres como me consta que ella le quería; pero mis circunstancias me impiden que le ofrezca mi ayuda, no hoy, no ahora, no cuando acabo de enterarme de que mi pareja se ve con un abogado experto en divorcios y con otra; es decir y por dejarlo claro, en mi situación actual necesito que alguien esté peor que yo para seguir con mi vida y esa es, lamentándolo mucho, Pili. Otra cosa es que mi pareja y su querida tuvieran un accidente, uno con desastrosas consecuencias y su historia de amor no trascendiera, en esas circunstancias sí, iría al lado de mi muy querida amiga.

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