Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

43. NUNCA JAMÁS (Belén Sáenz)

-I-

El osito de trapo yacía boca abajo al pie de la cama. James, dieciséis años recién cumplidos, se hacía el dormido con una mano nervuda, exigente, aferrada al almohadón. La luna que se colaba por el tragaluz frenó súbitamente una silueta menuda que se aproximaba, que empezaba a crecer. En lugar de pedir cuentas por aquellos oscuros juegos victorianos, Peter Pan desplegó los brazos y salió volando por la ventana.

-II-

Soy capitán. Después de tantos años distanciados me hizo ilusión que mi hermano pequeño acudiera a la graduación en la Academia Naval. Le sentaba bien aquel curioso traje verde. La rubia que le acompañaba era increíblemente etérea, como un hada disfrazada de libélula. Me sorprendí a mí mismo palpando su espalda cuando la saludé, como si esperara que tuviera alas. Propuse una ronda por las tabernas del puerto para celebrar el reencuentro; bebimos como piratas. Cuando desperté a la mañana siguiente, Peter me había cortado una mano con mi propio sable y tenía implantado un garfio. No siento dolor físico, aunque he desarrollado fobia a los cocodrilos y los relojes. Sí me duele que el perdón y la redención no existan en la eternidad de la ficción infantil. Somos personajes.

42. Nicolai y el cántaro roto (Salva Terceño)

En Zelenyy8, la astronave rusa, Nicolai ingiere sus vitaminas. Mientras, estudia aquella lejana mancha verdinegra en el corazón de la tierra, una monstruosa explosión vegetal, tan vetusta como virginal.
Custodian sus límites dioses impronunciables, inspiradores de atroces leyendas sobre relámpagos y diluvios. Leyendas imaginadas por hombres de cuerpecillos cetrinos y pelo azabache, tribus que pescan con lanza y elevan chozas de palma. Hombres que saben extrañar la lluvia cuando escampa.
Habitan un terreno limoso que no conoce el fulgor del sol. Un umbrío submundo bajo el gobierno de helechos y madreselvas, saturado de larvas de artrópodos imposibles y anfibios esquivos. Un contexto clorofílico de perenne humedad letal, caleidoscopio de mantis asesinas y orquídeas carnívoras.
Nicolai leyó que, siglos atrás, tras sonar la pólvora, llegaron hombres acostumbrados a apropiarse de la tierra que albergaba los muertos de otros. Aquellos arcabuces y mosquetes cesaron, pero permanecieron los hombres con sus leyes de fuego y muerte.
Aunque no puede verla, imagina a Amaru, con su cántaro, atravesando la fronda hacia el manantial. Tendrá unos doce años. Suele cruzarse con guerrilleros ataviados de camuflaje y a veces Nicolai puede escuchar el cántaro caer y quebrarse, derramando aquel dolor secular en el silencioso herbazal esmeralda.

41. Te verde

En medio del silencio, se erigía una figura solemne, de magnética quietud y poderosa armonía. La belleza de su enigmático gesto apenas dejaba traslucir el hervidero por el que transitaba su interior. Silencio y quietud dominaban la escena en la que todo volvía a su ser, todo adquiría sentido de nuevo, todo y nada se convertían en una sola cosa.

Al eco de la campana, la escena se disolvió suave y lentamente, pero preservando aún las calidades propias del silencio y la quietud. Desde esa postura interior, acogió entre sus manos un humeante te verde, y en el primer sorbo abrió su mirada a lo que durante toda su vida había sido el anhelo vital por el que amanecer de nuevo.

40. Envidia mohosa

—¡Pero será posible que no sepas aún que lo más rico es lo verde?

Mi padre se desespera al verme desmigajar un trozo de Roquefort.

—Al precio que tiene te lo vas a comer todo, lo blanco y lo verde, que en esta casa no entrarán quesos de esos que no saben a nada.

La mueca de desdén que hace no deja lugar a duda, aquellos otros quesos a los que se refiere son holandeses. Nadie sabe el porqué de su aversión hacia Holanda y, en general, hacia todos los países más al norte que el nuestro.

—Sus quesos son tan insípidos como sus tulipanes faltos de gracia. ¿A que cuesta saber si un tulipán es de verdad o de plástico?

Como la única razón de vivir de mi hermano es la de molestarnos a todos, dice que Ámsterdam es la ciudad más molona del mundo.

—Para los yonkis como tú —gruñe mi padre.

A la abuela le gustaría contarnos que en 1945 salvaron a su padre gracias a un descubrimiento llamado penicilina. Y a mi madre, que la vecina del tercero se ha apuntado a un viaje para ir a ver auroras boreales. Pero se quedan calladas.

 

39.- LÁGRIMAS VERDES (Esperanza Temprano)

Las primeras gotas del rocío le salpican en los ojos y se despierta armando tal escandalera que los luganos huyen en desbandada. Ha dormido tantas lunas que su gorro se ha cubierto de musgo y sus polainas de hiedra. Se atusa mirando su reflejo en la charca de las ranas y se sacude la chaqueta para quitarle el olor a hierba recién cortada. Con un trébol de cuatro hojas en la solapa, avanza decidido hacia el claro del bosque desde el que se divisa la aldea y tras rascarse con fruición sus orejas puntiagudas suspira porque, por fin hoy, ella se unirá a él para siempre. Mientras la espera, se mimetiza en un arbusto y después en un sauce bajo el que, unas mujeres hacen la colada. Las escucha hablar de la hija del furtivo, cuentan que ha acabado en un manicomio porque le dijo a todo el mundo que en el bosque habitaba un duende que la amaba. El agua se vuelve verde y las lavanderas huyen despavoridas. El sauce que les daba sombra ahora llora, a través de sus hojas, lágrimas verdes.

38. RODEOS (Fuera de concurso)

«A buena marcha recorrían el camino, antigua vía de ferrocarril, al que muchos denominaban “tontódromo” por lo muy transitado. Él no paraba de narrarle historias picantes, a veces muy extrañas, desde que ella le dijera que le hacían gracia.

Por aquel sendero que llegaba hasta el santuario, por fin, superando mil indecisiones y cantando, le declaró su sincero amor, mas ella, jocosa, le dijo que ya su corazón estaba ocupado».

Ese era el relato descalificado por el jurado ya que nada tenía que ver con el tema “VERDE” de la convocatoria. Así pues, el autor volvió a remitir la misma historia pero sin elipsis, ni implícitos, ni morondangas:

«A buena marcha recorrían la vía verde mientras él no paraba de contar chistes verdes en ocasiones más raros que un perro verde desde que ella le diera luz verde a sus historias.

Por el camino verde que va a la ermita, se declaró cantando, “verde que te quiero verde”, pero ella le dijo que verdes las han segado y que, ¡a buenas horas mangas verdes!»

Ese fue el segundo relato, también descalificado, pero esta vez por reiteración, cacofonías y por pesado.

 

IsidroMoreno

37. Rebelde

«La que con verde se atreve, por guapa se tiene». Este antiguo refrán, válido también para el género masculino, fue el que le dio la novedosa idea al gobernante: Ordenaría a la población más favorecida que se vistiera de ese difícil color. La estrategia sirvió y, en poco tiempo, con una sola mirada aérea, era capaz de catalogar a todos los habitantes según su belleza o —era una desviación estadística inevitable— el concepto que cada uno tuviera de sí mismo.

A la vista del éxito de la medida, decidió ampliarla y, dependiendo de los intereses y necesidades administrativas, dispuso que los deprimidos se vistieran de negro, los felices de blanco, los enamorados de rosa, los entusiastas de amarillo, los místicos de púrpura, etcétera. A los inestables y bipolares se les permitió, en clausula anexa, vestir de rayas y, para aquellos que tenían matices en su rasgo predominante, creó un listado de complementos —corbatas, sombreros, cinturones o bolsos—, de variados colores para su clasificación.

Un día las fuerzas de orden detuvieron a un ciudadano que se paseaba con el torso desnudo. El presidiario hoy viste de negro, y los ciudadanos usan complementos, más o menos disimulados, de igual color.

36. MEDIADOS DE MAYO Paloma Hidalgo

Otra vez la primavera se ha adueñado del jardín. Ha colgado abanicos de las ramas del ginkgo, corazones en el tilo, y en el arce, estrellas. Y a mí, se me ha metido en los ojos. Te veo pequeña, descalza corriendo por el césped persiguiendo mariposas, y sentada merendando bajo el avellano. Empapada de agua tras regar con la manguera la rocalla, enterrando los bulbos de los tulipanes en las jardineras, buscando caracoles entre las hortensias cuando llovía. Parpadeo, pero sigues ahí, ahora más alta, estudiando exámenes finales en el porche, bajo las glicinias. Y cuando cierro los ojos, como casi siempre, el verde del pijama del cirujano que hizo todo lo que pudo, me trae de nuevo este invierno que mantendrá helada mi sangre, incluso en agosto.

35. Corazón verde (Luisa Hurtado)

El hombre yacía sobre el camastro, cubierto de heridas y moratones; su cuerpo no iba a resistir. Le habían aconsejado que esquivase todo contacto, incluso el visual, y fue, al bajar los ojos, cuando descubrió el pequeño papel. Lo cogió y en la fotografía, pues de eso se trataba, descubrió una versión joven del varón que yacía junto a él al lado de una mujer y un pequeño lactante.
La visión lo hirió. Evitaban los niños, examinaban solo hombres y mujeres adultos, nada más; pero había visto la imagen y era demasiado tarde. Miró al moribundo, posó sus tres dedos verdes y cartilaginosos en el lugar donde estaba su cerebro, se concentró y dejó que sus sentimientos, miedos y esperanzas avanzasen por su tentáculo hasta inundarle, quemándole, y supo qué era lo correcto hacer.
No mucho tiempo después su civilización dejó de visitar el planeta que tanta curiosidad les había despertado; aunque siempre hubo quienes querían seguir con el estudio de los humanos, los mismos que desde hace no tanto vuelven a estar al mando y sin mayores retrasos retomarán las extracciones y los ensayos.

34. Ni una más

Lagarto, lagarto, con delantalito en la charca grande espanta el mal fario. Lagarto, lagarto, en las aguas verdes de viscosas plantas y rumbosos sapos. Lagarto, lagarto, cazas renacuajos y rindes tritones a la luna clara. Lagarto, lagarto que al oler carroña atraviesas campos, hasta el pedernal de seda, al sol estepario. Lagarto, lagarto, por qué subió la niña a aquel Seat blanco, que rompe la tarde de cien primaveras. Sueña lagarto con rizos de oro manchados de barro, con la hierba fresca que esconde el pecado, que tapa las ropas del último sábado. Qué pasa lagarto que con tu presencia se asusta la suerte. Qué pasa lagarto que entre tus escamas anida la muerte. Lagarto, lagarto canta la madre si la niña sale. Que hay muy mala gente, que no te separes ni de tus amigas ni de tus temores. Dónde está la niña que nadie lo sabe, dónde sus amigas dejaron de verla. Todos la buscamos por los arrabales, por los regadíos y por los barrancos. Todo el pueblo unido desde los albores hasta los ocasos. Todo el pueblo unido desde los mocosos hasta los ancianos; todo el pueblo unido y un hombretón grande con un coche blanco.

33. VIDA PANTONE 654 C (La Marca Amarilla)

Algunas veces vamos a la montaña y pasamos el día rodeados de naturaleza. Disfrutamos del aire puro, de una buena temperatura regulada y de la compañía de animales dóciles como elefantes, tigres o alacranes. Cuando cansados volvemos a la ciudad en la lanzadera magnética, toda la familia miramos nuestros selfis menos el tatarabuelo, que siempre regresa taciturno oteando el horizonte envuelto en sus recuerdos hasta que, al hacer el transbordo en el límite de la burbuja verde y ponernos las escafandras para poder respirar en la atmósfera metropolitana, de nuevo nos cuenta las batallitas de cuando recorría los bosques cercanos a su pueblo, cuidaba su huerto… ¡Ordeñaba vacas! Y hasta tenía un perro que a veces le mordía, algo impensable hoy día, debido a las transmutaciones. Entonces papá le vuelve a recordar que de eso hace ya mucho tiempo, pues el tatarabuelo pronto cumplirá 123 años y, aunque él está convencido de que no le queda mucha vida, ignora que sus sesiones de diálisis no son tales y que el zumo natural de manzanas verdes de cada mañana no es realmente para su hipertensión; el día que se entere le da un infarto.

32. CARRERAS

Beso-de-buenas-noches enfila la última recta en segundo lugar, arrastrando rítmicamente su cuerpo de gasterópodo. El niño se muerde el labio inferior, le anima en secreto, le acerca hojas de rúcula y escarola para que acelere. Más atrás marchan Castigado-sin-Postre y Cuento-hasta-Tres, cuyos regueros de espuma se entremezclan y forman una viscosa cadena de ochos. Por su parte, el despistado Come-y-Calla se ha salido del velódromo pintado con tiza y se aleja hacia los prados de trébol.

Al terminar la carrera, el niño coloca sus caracoles en una caja de zapatos, siente una canica de hierro atascada en la garganta. Entonces respira profundamente, aprieta los puños, arroja contra la arena a Enséñame-tu-Pajarito, el ganador habitual, y comienza a pisotearlo con toda su furia.

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