Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

18. Divino marginal (Javier Igarreta)

Convencido de que conocerse a sí mismo podía resultar tan duro como la piedra del frontispicio del templo de Delfos, se sentó al borde del camino para ver pasar a la gente. Tal vez podría encontrar en los demás las claves de su propio carácter. Pronto se sintió sobrepasado por el discurso cansino de los pregoneros del constante fluir. Aquello era un no parar. Los traficantes de ideas peregrinas, siempre dialogantes y atrapados en su caverna, le sacaban de quicio. Lejos de ladrarles a la cara las verdades del barquero,  los ahuyentaba con gestos obscenos. Pero los que realmente agotaban su paciencia eran aquellos patéticos correveidiles que andaban por el ágora, enzarzados en peroratas interminables. Total para acabar en sistemáticas reducciones al absurdo. O en un círculo vicioso. Él se mofaba de sus verborreicas divagaciones, aunque no podía permitirse el lujo de hacer ascos a sus dádivas. Siempre con el gesto compungido del que acepta lo inevitable.

Al caer la noche daba gracias al Olimpo. Los dioses, con su mítica manga ancha, celebraban que pudiera ponerse a su altura. Y crear escuela.

17. Rescoldos de humanidad

La joven de pelo corto y chaleco reflectante me mira sonriente y aplaude cuando paso a su lado. Le explica algo a la fila de niños que le sigue con sus camisetitas fosforito, y algunos de ellos imitan sus aplausos. Otros, en cambio, se afanan en tirar de las trenzas de la niña de delante, o se entretienen en volcar un poco de agua de sus botellitas de plástico a un escarabajo que ha tenido la mala fortuna de cruzarse con la expedición.

Desde ayer tengo que soportar estas molestas y caprichosas felicitaciones, y todavía no sé la razón. Si es por el perro que saqué de la casa en llamas, he de decir que yo jamás abandono a alguien en apuros, aunque sea un animal. Lo único engorroso fue desatarle del rabo la cuerda chamuscada. Nada que no hubiera hecho cualquiera.

La fila se aleja a pequeños pasos, y sólo queda un niño rezagado con chorretones en la cara que se empeña en provocar al escarabajo con un jirón de periódico encendido. Testigo de la falta, me acerco un poco para sentir otra vez ese agradable olor, a cerillas usadas, a tinta y papel en combustión.

16, SIEMPRE DIOSA

Acabo de levantarme, me miro en el espejo, definitivamente hoy tengo el guapo subido, estoy sola y me siento la diosa de mi casa; lo que tardo en llegar a la cocina y colocarme el delantal y Mr. Hyde hace su aparición: el colacacao derramado sobre la encimera, la basura goteando y manchando el suelo sigue aquí,  el móvil sonando…«mamá te prometo que cuando vuelva recojo la ropa de la habitación», «nena se me ha olvidado decirte que te he dejado sin dinero», «mamá necesito que vayas a imprimir,  el pen está sobre la mesa, ¡es urgente!».

Momento zen: desayuno, hoy no es saludable, la ansiedad merece un cruasán con chocolate.

Trabajo como una bestia hasta el mediodía cumpliendo mi agenda y las demás.

Llegan por turnos para almorzar, ya no estoy sola, escondo a la bestia para que se instale Hestia, todos deseando llegar al calor del hogar, volcar sus historias del día y relajarse.

Por la tarde cada uno se aísla en su espacio, he cumplido los objetivos de hoy, incluso me ha quedado un ratito para dedicarlo a escribir… y aquí, a solas, aunque a veces pueda salir la bestia siempre la dirige la diosa.

15. Nana de una huida

Mirando tu carita, ahora que ya te tengo en mis brazos, me siento dueña de mí misma por primera vez

Ea, ea…mi nena

Sin miedo del que manipulaba nuestras mentes, del monstruo solitario y carismático de mirada fría. Falso guía, auténtico bestia.

Ea, ea…no llores nena.

Él era el camino, la luz y la única verdad. Sin túnica blanca ni larga barba nos llevaba de la mano a las más jóvenes. Nosotras, obedientes y temerosas, le seguíamos. Negarse a participar en la orgía era EL CASTIGO.

Ea, ea…que ciega era.

La segunda falta me dio fuerzas para la huida, desperté a la realidad, seguí a la verdadera luz, la que me indicaba el camino de regreso a casa.

Mirando tu naricita, una copia exacta, me surgen nuevos temores.

Ea, ea… no tengas miedo, duerme mi nena.

14. Por senderos indeseables

Para descubrir el encanto del barrio -según rezaba en la guía- nada mejor que perderse por sus estrechas callejuelas sin preocuparse por el rumbo. Y eso hicimos, adentrarnos en sus calles al atardecer…

Parecía tan romántica la travesía que caminamos durante varias horas entre las callejuelas medievales y más estrechas de la ciudad. Una ciudad cosmopolita que se vende bien para los turistas que cada año la visitan.

En los folletos se muestra una urbe tranquila, moderna, apacible, con el encanto de edificios góticos, románicos y modernistas, entre iglesias, murallas y plazas. Sin embargo, y paradójicamente, el ambiente y el entorno que se vende dista mucho de la realidad. Tras esa fachada bonita, la ciudad esconde disturbios, miseria, adicciones, inseguridad, hombres y mujeres solitarios pidiendo limosna para sobrevivir, y los sin techo durmiendo al amparo de algún pórtico, cobijados entre sus pocas pertenencias y cartones.

Terminamos nuestro camino en un taxi, de regreso al hotel y sintiéndonos afortunados como dioses.

13. 1930, AMOK EN AGÜERO (CANTABRIA) (Jesús Alfonso Redondo Lavín)

─Al salir de misa daba tabaco. Nadie osaba negárselo, contaba Nel Setién mientras limpiaba el vaso en un cubo de agua para rellenarlo de leche ordeñando, allí mismo, la ubre de la frisona.

─Yo, de joven, arreglaba su ganado. Aquel día me recibió a tiros, continuaba el vaquero que alargaba el vaso a otro excursionista de los que bajaron de la lancha al prado en que termina lo navegable de la ría de Cubas.

─Al señorito Abelardo lo abandonó su familia, los Velarde de Agüero. Ninguno soportaba su carácter irascible y en aquella casa sólo lo atendía desde niño Constantina Cacicedo.

Nel limpiaba de nuevo el vaso y lo rellenaba a tres pesetas.

-Maribel, hija, súbeme de la ría otro cubo con agua limpia. Continuaba Nel; ni siquiera quiso atender al cura, él tan religioso, con su casa llena de santos y crucifijos. El guardagujas de Villaverde con artimañas lo sacó de casa y la policía pudo arrestarlo. El suelo estaba encharcado de sangre. Encontraron una pizarra afiladora ensangrentada, dos cuchillos rotos y un machete bajo el colchón. El “pirao”, sin mostrar turbación alguna declaró: “He matado a Tina, se rio de mí y de mí no se ríe nadie”.

12. Estrés (Susana Revuelta)

Manuel se sentía eufórico, ¡como para no, si acababa de volver a nacer! Los mareos, ahogos y dolor abdominal no eran síntomas de cáncer, tal como había leído en Internet, sino ansiedad, según el doctor que acababa de examinarlo.

—Para relajarse ―le explicó el facultativo― es importantísimo respirar bien. Recuerde: 4-7-8, inspirar, mantener, expirar.

La alegría le duró hasta que vio que el ascensor pasaba de largo, algún imbécil se le había adelantado desde otro piso. «Con la prisa que tengo» bufó. Bajó por las escaleras de dos en dos y renegó al dar un traspié, pues las bombillas de los rellanos apenas alumbraban y los peldaños de madera estaban recién encerados. «La hija de puta de la portera, querrá que alguien se mate». Desde el patio interior entraba un olor a coliflor hervida y fritanga que le puso de mal humor. «Qué asquerosidad de comida». Inspiró uno, expiró tres, uno, tres, «¿cómo era?, no me acuerdo…». En el portal, tuvo que aguantar que el pequinés de una vieja que olía a pis le llenase de babas los mocasines nuevos.

Hiperventilaba cuando salió a la calle. Aflojó entonces los puños, miró al cielo, llenó de aire sus pulmones y sonrió.

11. ¿DÓNDE VAS CAPERUCITA?

Mi madre me dice que no importa que esté solo en el cole, que es porque soy muy superior al resto y por eso me tienen envidia. Ella cree que algún día seré un gran jefe, que dirigiré una empresa  importante y que todos los que hoy me acosan, mañana vendrán a pedirme trabajo. Está segura de que me adoraran como un Dios y me llama “su lobo de Wall Street” aunque yo no entiendo bien que significa…

Con la cara hecha un cromo y llorando, le he contado a mi madre que hoy, un muchacho de tercero me ha acorralado en el despacho del orientador, que lleva más de dos meses de baja. Quería pegarme y aunque yo le decía que me dejase y haciéndote caso gruñía como un lobo feroz,  él se reía mientras me tiraba del pelo llamándome “Caperucita Rosa”. He logrado escabullirse de sus asquerosas y sudadas garras y  alcanzar un trofeo situado en la estantería. Lo reconocí al momento, lo había ganado mi grupo el año pasado en las Olimpiadas sobre Igualdad y Tolerancia. Lleno de rabia salí al pasillo aferrándome al frío metal como arma defensiva.

10. La última descarga

El hombre hurga en la caja de cebos por si encuentra alguna lombriz escondida. Ninguna, no hay más que serrín.

Es hora de irse, se dice resignado.

Al recoger el sedal se fija en los nubarrones que se acercan. Quita el anzuelo, mira alrededor y se da cuenta de que está solo en el espigón.

Será por este tiempo de locos, piensa en tanto dobla la caña.

Antes de marcharse, se sienta junto al cubo lleno de peces. Mientras observa como las olas se embrutecen arrojando su furia contra la escollera, se frota las manos, le huelen a una mezcolanza de tripas de pescado y algas que le fascina. Se pasa la lengua por los labios resecos y chupa el salitre que tienen adherido, un escalofrío le eriza la piel. Sonríe.

Cuando cae el primer relámpago en el mar, el hombre agarra el cubo lleno de peces y, con la caña bajo el brazo, camina dando zancadas como una bestia hasta llegar al coche.

Conduce sin pensar en nada. Ni en nadie. Enciende la radio y suena su canción. Se siente como un dios. Emocionado, saca un brazo fuera del vehículo, sin pensar siquiera en el cumulonimbus que tiene encima.

09. Conflictos interiores

Soy un ser solitario que se está volviendo viejo. Lo siento en mis huesos y en esos pensamientos que atormentan mi mente y hacen que cosas normales ahora me generan insólitos conflictos de conciencia.

Hoy me introduje en una casa, comí lo que encontré y me eché a dormir la siesta, Me costó conciliar el sueño por ese desasosiego que muchas veces me invade después de comer, pero al final me cubrí hasta las orejas y pude dormir.

Me sacaron del sueño unos ladridos agudos que, tras despertarme, se convirtieron en una voz de niña que llamaba: ¡Abu, Abu, Abu! No respondí; levanté una punta del cobertor y espié: vi los pequeños zapatos oscuros, unas bellas piernas que se perdían dentro de la falda breve y una capa de color sangre terminada en capucha que enmarcaba un rostro inocente y tentador.

–Hola, Abu, soy yo, Cape, te traigo tarta de fresas. –dijo la niña.

En ese momento mi conciencia me atacó con fuerza y yo me defendí: “Es la última vez que lo hago”, le mentí, y sin darle tiempo a réplica me dirigí a la niña:

–Hola, Cape. Ven, acércate y charlemos –le pedí con voz postiza.

08. LA PARTIDA (Sara Lew)

Azul y arena en su mirada, ahora desvanecida bajo una nube de sedantes y medicamentos. De sus labios entreabiertos se escapa un aliento leve y rítmico, como el murmullo de las olas rompiendo sobre la playa. Yo intento mecerme en ese vaivén mientras sujeto su mano pero no logro retenerlo, sus dedos laxos se me escurren. Se oye el pitido intermitente y fatalista de la máquina y entonces es él, en un último afán, el que tira de mí con fuerza. Me indica con apremio que su barca ya ha llegado a buscarlo, y que no quiere hacer ese último viaje solo.

07. Lobo solitario ( Fernando Garcia del Carrizo)

Mi verdad me ha apartado hasta de mí. Nunca toleré que los demás no compartieran los principios y las ideas en la que he fundamentado mi vida. Eso me llevó a alejarme de mi familia, que llamaban extremismo a lo que yo determinación y claridad de pensamiento. Recuerdo la mirada de mi madre con esa mueca de culpabilidad el día que me largué de casa. Los amigos se distanciaron con acusaciones de fanatismo donde solo había coherencia. Imagino que era frustrante para ellos confrontarse y ver su mediocridad. Cuando encontré a los de mi grupo me sentí comprendido por vez primera en años. Al descubrir su hipocresía y debilidad moral me separé también de ellos. Solo, conmigo mismo, reconozco la dificultad creciente de ser fiel a mis juicios. Ni los castigos físicos acallan esos momentos de duda o flaqueza. Por eso y por la urgente necesidad de cambiar este sistema enfermo me encuentro rodeado de toda esta gente. Cuando el vagón de metro arranca de nuevo me fijo en el rostro de una anciana que me recuerda a mamá. Sus ojos es lo último que veo antes de apretar el botón.

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