Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

40. La presa

Las trenzas me las hizo mi madre con su innegable gracia, rematándolas con unos lacitos rosas.

Me maquilló sutilmente mi hermana, que estaba estudiando un módulo de estética en Pamplona.

Mi abuela se encargó del vestido con la sorprendente vista que todavía le quedaba. Falda de volantes y camisola recta. Blanco impoluto.

Observándome en el espejo me vi extremadamente más joven. Un angelito, corroboraron las tres uniéndose a mi sonrisa.

Me despidieron desde la puerta lanzándome un beso cómplice casi al unísono.

La verbena estaba en su momento álgido y no pasé desapercibida. Eran muchos los que al bailar conmigo intentaban obtener más, pero a todos les fui parando los pies. Hasta que llegó él, con su madurez seductora, y estuve dispuesta.

Me acompañó a casa y le invité a pasar. El salón oscuro de repente se iluminó y nos tuvo a las cuatro mirándole con la severidad más penetrante.

Previo al desenlace, le mostramos una fotografía de las cinco. Por el terror en su rostro supimos que reconoció a la ausente, la más pequeña.

39. CUATRO ESQUINITAS (Paloma Casado)

A Jenny su madre nunca le había obligado a rezar. Por eso, la primera noche fuera de casa se negó a repetir las oraciones que esa Madrastra pretendía enseñarle. No quería darle su corazón a Jesusito, aunque fuera niño como ella, ni tampoco que cuatro angelitos guardaran su cama.

Solo deseaba volver con mamá. No entendía por qué la habían traído aquí, separándola de ella ¿Sería por culpa de la mujer que vino a visitarlas? Después de hablar con su madre se puso a fisgar por toda la casa, señalando las botellas vacías y alguna cucaracha que correteaba por la cocina mientras escribía en unos papeles. Recuerda que cuando se fue, mamá la abrazó muy fuerte.

En la habitación, esperó a que se apagaran las luces para escapar. Había aprendido de memoria la dirección de su casa y seguramente encontraría a alguien que la llevara. Bajando las escaleras se topó con el Gigante.

“¿A dónde te crees que vas?” preguntó con voz de tormenta. “Anda niña, sube a tu habitación” le ordenó mientras cerraba con llave.

El cansancio consiguió rendirla a un sueño agitado, en el que cuatro ángeles sombríos le enseñaban sus dientes afilados, voraces, terribles.

 

 

 

38. Querubines

Todos respiramos una infancia de hielo. Cantamos para distraernos de los temblores. También para ahuyentar las sombras que el arcángel Gabriel distingue con sus ojos de cristal. Espíritus malignos que acechan ahí abajo.

La nuestra es una niñez de escarcha y melodías repetidas hasta que el invierno se derrita, aunque nunca sucede. Y aquí seguimos, con la misma voz por siempre jamás.

A veces alguno sufre afonía y solo mueve los labios, aunque el silencio le hace crecer sin mesura. Le germinan las alas y la ropa se le estrecha. Pero simula que sigue siendo pequeño hasta que recupera la voz, que le nace grave como una tormenta. Es entonces cuando el arcángel lo expulsa y contemplamos durante un instante ese mundo extraño que nos quiere morder la inocencia.

37. IMAGINAR DA HAMBRE

Era sábado, día de visita al abuelo.

El abuelo está en un mundo de fantasía al que le gusta llevar a Miguel y éste, como niño que es, queda embobado con las magníficas historias que le cuenta ese viejo encogido y feliz.

Hoy le hablaba de los cíclopes, que tienen un solo ojo y del tamaño escultural de un coloso y de ese medio-dios, medio-humano que era un titán…El abuelo y sus superhombres.

Miguel disfrutaba escuchando esas historias fantásticas y era feliz imaginando esos seres enormes y poderosos. ¡Tal vez algún día…!

 El abuelo necesitaba descansar el músculo de su boca; miró a su nieto y le dijo que era la hora de comer. Miguel asintió con la cabeza, con los ojos muy abiertos por buscar  tanto monstruo de leyenda. Muerto de hambre, caprichosamente, se pidió una hamburguesa gigante con mostaza.

36. APÓCRIFO

La noche anunciaba la inminente primavera y oreaba el jardín con olores innúmeros. No obstante, mi alma estaba intranquila, como presintiendo un destino terrible. Por alguna secreta razón, me encontraba solo, aunque al lugar había llegado –bien lo recordaba– acompañado de mis amigos.

Entonces surgió de la oscuridad. Venía a confortarme, dijo. Que reclinara mi cabeza en su pecho, me conminó, mientras, en efecto, con el brazo izquierdo rodeaba mi cintura y, con el derecho aferrándome el hombro, me atraía hacia sí, tan cerca que podía sentir crepitar las plumas de sus alas. Luego acercó sus labios a mi oído y empezó a susurrar frases inconexas que, cuando al fin tomaron forma, trajeron una vez más a mi mente el abandono de mi padre.

Solo un instante después, el espeso olor a especias de su sangre se unía y sobrepujaba al resto de fragancias del huerto, mientras al género humano se le vedaba, una vez más, cualquier posibilidad de salvación.

 

35. Giganta

Son las tres de la tarde cuando la mujer se sienta a comer frente al televisor y ve que retransmiten en directo desde el lugar de la catástrofe. Sube el volumen para oír bien la noticia pero enseguida interrumpen la conexión con entrevistas a personajes de moda, todos ellos han transferido cantidades colosales de dinero para ayudar a las víctimas.

La mujer los escucha con atención hasta que se cansa, entonces silencia el aparto como hace siempre que no le interesa algo y continúa mirando la pantalla a la vez que come un insípido arroz sin pollo.

De postre se saca del bolsillo un caramelo que había cogido esta misma mañana en la sucursal bancaria. Lo saborea de buena gana mientras hace un avión con el comprobante que le dieron en el banco, un justificante por donar los seis euros que le quedaban de su pensión. Después se levanta de la mesa y, con sumo cuidado, lo coloca en el inmenso hangar de papel que decora su secreter.

 

34. DUELO EN LA CUMBRE

Me mira desde su rincón con felino disimulo, me recuerda quién manda en casa y yo me inclino ante su majestuosa indiferencia, tratando de curarme los rasguños recibidos por violar sus dominios sin permiso. Tras aquellos bigotes había una sonrisa imperceptible pero claramente despiadada, y lamiéndose las patas, parecía borrar las últimas huellas de sus actos y reclamarme comida, ajeno a que, a sus espaldas, se adivinaban cambios, pues una rata resentida con el sutil peludo le lanzó una sonrisa pendenciera, y este se puso en guardia, lo que les devolvió a ambos un semblante grave, y a mí la impresión de que habría un duelo de titanes tras el que la jerarquía en casa podría cambiar, como así fue, pues la aspirante tuvo la pavorosa idea de declarar sus intenciones metiendo su hocico ponzoñoso en el platillo de atún con gambas, y el gato, asqueado y temeroso, se retiró dignamente, como si hubiera vencido, mientras veía a la ganadora chapotear en su leche enriquecida para mascotas esterilizadas. Satisfecha con sus deudas saldadas, la rata bebió un último trago, se contempló en el agua y salió a propagar el mal con las luces del ocaso.

33. LA CANCIÓN PROFÉTICA

“Angelitos míos venid, angelitos venid” se escuchaba  a lo lejos en las noches que precedían siempre a la noticia de algún suicidio o muerte repentina.

Yo esperaba que esa voz clara y suave se acercase a mi casa.

“Angelitos míos venid” y yo quería ir, pero no podía. Hasta que una noche, la canción sonó tras  la puerta.

Al día siguiente , Tomás, el pobre tonto como le decían en el pueblo, me sonrió y susurró a mi oído, “angelito ya no sufrirás más”, mientras enterrábamos a mi padre.

32. Oremos

Ángeles habrá muchos, pero como mi Ángel, ninguno. Me hace el amor que es una gloria bendita, vamos, que no me sube al séptimo cielo, que lo suyo ya no tiene número. Me provoca tales éxtasis que ni santa Teresa en sus mejores momentos; me deja desmayada, en un limbo que ni cielo ni infierno, yo qué sé, una suspensión del alma que se sale del cuerpo del gusto; con una proporción tan divina que ni el Hombre de Vitruvio, ni el número áureo, ni la secuencia de Fibonacci juntas podrían superarle. Lo malo es que yo no soy creyente, y tener que rezarle para que no me abandone, y me deje desamparada, me está costando, pero a ver dónde y cómo encuentro otro como él, porque habrá muchos, ya ves tú, pero si éste es el mío, qué necesidad tengo de complicarme la vida, y total, parece que no le importa si creo o no, casi diría que oírme rezar le hace gracia. En fin, que: “Cuatro esquinitas tiene mi cama, dos miran a Cuenca y dos a Guadarrama, Ángel de mi alma, si no me echas un polvo hoy, que sea, sin falta, mañana.”

31. a. C / d. C (Rafael Loscertales)

En el pueblo hay una gran expectación. Doña Milagros, nuestra beata, jura por Cristo Señor que un delicado coro de ángeles, serafines y querubines, liderado por un arcángel, interpretará con sus deliciosas voces un concierto divino. Así se lo ha manifestado una voz tremendamente profunda en la capilla del santo Patrón. Don Miguel, el cura, afirma que si ella lo dice, será verdad. El alcalde, por si las moscas, ha colocado un escenario en la plaza de la iglesia: no quiere arder en el infierno si es que existe.

              A las ocho de la tarde, con puntualidad sobrehumana, los Ángeles del Cielo llegan en sus motos. Cubren las preciadas alas con cazadoras de cuero y los ojos con gafas de sol. «Tienen pupilas delicadas», explica la beata.

          Después de los primeros acordes, nadie sabe qué decir. Todos pensaban que los coros celestiales eran menos estruendosos. A pesar de todo, doña Milagros baila como poseída en mitad de la plaza. Por un momento parece levitar sobre los adoquines mientras el ser divino de cabellos de ángel que tanto recuerda a don Miguel aporrea la batería y canta con voz tremendamente profunda Highway to Heaven.

30. Ángel de ojos tristes (Marta Navarro)

A veces sucede que un ángel del cielo, queriendo comprender el misterio de los mortales, tanto al filo de su nube se acerca  que cae a la tierra. Entonces en lágrimas su memoria se deshace. Condenado a vagar por el mundo, reirá, amará, sufrirá y tal vez, solo tal vez, hallará la alegría. Muy al fondo de sus ojos celestes, sin embargo, oculta en su mirada más profunda, si observáis con cuidado, encontraréis siempre la sombra de una decepción inexplicable. Un recuerdo, un silencio, un  lamento que entre sus sueños late. Un eco de eternidad que, al despertar, inalcanzable, etéreo, fugaz como una estrella, en el aire raudo se deshace.

29. HISTORIA SANGRADA (Rafa Olivares)

Todo empezó con la aparición de aquel ángel servicial con su absurdo y caprichoso encargo. Unas horas después de que se hubiera marchado le pareció oír una voz.

–¿Me has entendido?

–Disculpa, estaba ocupado y no te escuchaba.

–Que digo que tu fe te ha salvado, que liberes a tu hijo y sacrifiques un carnero en su lugar.

–Demasiado tarde, Yahvé; por aquí no hay carneros e Isaac parece que ya no respira.

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