Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

29. JULIA

No podía dejar de mirarla, estaba rodeada de muchas otras pero esa fotografía me tenía hipnotizada, esos ojos atraían los míos como un imán y eso que el papel estaba deteriorado, el color desvaído y aún así… Escuchaba a mis compañeros hablar sobre las pistas, pero no podía entender lo que decían, sus palabras quedaban en segundo plano, me llegaban amortiguadas. Cada vez más impactada me fui acercando. Debajo había un cartel que la identificaba: Julia 23-2-1989, desaparecida con 20 años.

Acerqué la mano, sentí un calambre recorriéndome el brazo al descolgarla del tablero. Todos callaban esperando una respuesta a una pregunta que yo no había escuchado. Mis ojos seguían fijos en ella y los de ella en mí. Todo cobró sentido en un instante, todos mis recuerdos volvieron. ¡Por fin supe qué me había pasado!
El inspector recogió la fotografía del suelo y la puso de nuevo en su hueco, entre las fotos de las otras víctimas. Cerraron la ventana para que la corriente no arrancase más retratos del panel y siguieron argumentando sobre la investigación, mientras yo miraba aterrada desde dentro del papel fotográfico a mi asesino vestido de uniforme.

 

27. Para el recuerdo (P. Hidalgo)

La maquilladora había conseguido que pareciera otro, tanto que mamá pidió que alguien le hiciera una foto, aunque fuera con el móvil, antes de que cerraran el ataúd. Quizá veía a ese marido entregado, respetuoso y fiel con el que ella creía casarse. A un vecino educado. A ese abuelo de libro para los gemelos de mi hermano, un par de ricuras que han heredado el color de piel de su madre, a quienes nunca quiso coger. Un cuñado simpático que todo lo sabe, incluso comportarse en Nochevieja. Al aprendiz que no pisó el cuello de ningún compañero hasta llegar a ser jefe de sección. Un tipo honrado. Al primo que donó la médula que podría haber cambiado el destino de su prima adolescente. Pero nadie atendió su petición. Mi hermano prefirió inmortalizar las flores de la corona, su único amigo adujo falta de batería, y yo, su hija, esa mujer repudiada a la que bautizó con nombre de varón, preferí hacer la mía en el momento en que salía más humo por la chimenea del crematorio.

26. La casa de mis abuelos

Recuerdo el silencio del salón, roto por el crujir de la madera en la chimenea. Sobre la tarima, la foto de bodas de mis abuelos: serio y gris el patriarca, enlutada ella y solemnes ambos. Él siempre sentado en su sillón de orejeras con flores y pájaros rosas; alrededor, mi padre, mis hermanos y yo, absortos en el juego de luces y sombras de la chimenea, y en el tic-tac monótono del reloj de pared, que marcaba cansino las horas.

El salón se hizo más pequeño y mi padre encaneció. En el entarimado del hogar dos figuras de porcelana, la foto de mis abuelos, el retrato desleído de la boda de mis padres, y algún libro granate y oro. En la pared, el tic-tac del reloj, custodiando el paso de las horas y los días.

Hoy, cansado y plateado, en el sillón, con el fogón apagado y los accesorios y el soplillo arrinconados, miro el entarimado de la chimenea cubierto por una fina capa de polvo, la foto velada de mis abuelos y ambarina de mis padres y el retrato feliz de mi boda ya sin brillo. Mientras, el tic-tac del reloj, inalterable, resume las horas, días y años.

25 Breve teoría de sobremesa (Miguel Ibáñez)

Las manos ya parecen de vieja porque tienen manchitas marrones y yo se lo digo, pero se ríe sin ganas. Es broma, mamá. Sabe esconder las penas que lleva en el alma y en los ojos . Es una ausencia, una estrella fugaz que está en su mirada. Para ella es como la luz que enciendes un segundo por la noche cuando vuelves del baño y no quieres tropezar, ni tampoco despertar a nadie. Un fogonazo que ilumina las tardes en las que se sienta después de comer a ver la tele. Luego me iré a mis cosas y se quedará sola. La mesa la quito yo, descansa. No apagues. Cuando crispa las manos, da un saltito y sonríe, sueña con alguien. Siempre se queda dormida con la cabeza en la misma dirección, hacia la foto de papá del marco digital que yo le compré. Está muy sonriente, lleva el pelo negro y un traje gris. Tabarca, 1966. Agarra al tío Antonio del brazo, que mira muy serio hacia otro lado. Va vestido de soldado y es rubio. Como yo.

24. Nicho de mercado (fuera de concurso)

El día de mi séptimo cumpleaños mi tío Paco me regaló una Polaroid. En el barrio era conocido como «El BBC». Me colaba en todo evento familiar para capturar esos momentos que nadie veía, como la mirada de reojo de la novia al primo del novio. Con los años abrir la tienda fue lo más lógico. Tras el mostrador me pasaba el día visionando con atención, en la máquina de revelado, las vidas ajenas. La irrupción de la tecnología al alcance de todos provocó el cierre presencial del negocio para abrir online. Cualquiera se creía un fotógrafo de la hostia con un móvil de última generación. Así que me reinventé y me especialicé en la fotografía de sepelios. Los asistentes siempre están ocupados llorando con un pañuelo en la mano y aún se considera una frivolidad sacar el móvil en un acto de tal calibre, mucho menos aún considerado sería hacer una fotografía. No temo a la competencia. Tengo algo especial, sé captar la esencia y el alma de mis modelos. Y guardo siempre a buen recaudo las imágenes de la viuda abrazando en exceso al primo del difunto, mientras recibe sus más sentidas condolencias.

23. AUTORRETRATO DE EPI

Hoy he vuelto a ver la foto del perfil de mi móvil.
Luz dice que la cambie, que ya han pasado varios años, pero lo que yo hubiera querido es actualizarla.
Fue un día muy divertido, en la instantánea se agrupan docenas de mujeres guapas rodeándome y además conocí en persona a muchos entecianos de honor.
No es una despedida, pues sigo disfrutando de vuestros micros. Cada día me cuesta más escribir y comentar. Es una rendición, creo que mis escritos no tienen lugar en vuestros libros, pero aun así, siempre he esperado los resultados, sobre todo para tener un billete para Cantabria.
Por desgracia, lo físico influye en lo psíquico, por lo menos en mi caso.
Me quedo con la foto de La Casa De Fieras. Besos.

22. UNA HABITACIÓN CON VISTAS (Pilar Alejos)

Dijo que me dejaría acariciar a su perro si le acompañaba hasta su coche. Desde que desperté aquí, echo de menos a mis papás, los columpios, el tobogán y el cajón de arena del parque. Todo eso será lo primero que dibujaré. A la sombra pondré un banco verde, como ese en el que se sienta mamá a descansar mientras juego con mis amigos. Y no pueden faltar pájaros volando bajo el sol, ni un cielo muy azul con algunas nubes de formas graciosas, ni un montón de niños divirtiéndose.

Pero antes, sé que he de permanecer en silencio hasta que vuelva. No quiero que se enfade conmigo otra vez. Si me porto bien, ha prometido que me regalará una foto del parque. La traerá esta noche, junto con papel y lápices de colores. La pegaré en la pared, al lado de mis dibujos. Será como tener una ventana con vistas al exterior.

Más tarde, cuando él se duerma y afloje su abrazo, el dolor cesará. Al mirar la fotografía, desplegaré el álbum imaginario de mis recuerdos y se me inundarán los ojos de estrellas.

A través de la claraboya, es imposible escapar de la prisión de sus brazos.

21. ANÓNIMA

Entre las viejas fotos del álbum familiar hay una que no ubicamos en nuestra familia. Es una foto antigua en blanco y negro, cuarteada por los efectos del tiempo. Una mujer de edad indefinida, con un collar a juego con sus dientes, mira con la sonrisa en la mirada al dueño de la cámara que la convertirá en un mito en nuestra familia. A mí me parece tan guapa que querría ser ella y estar en una casa anónima, pasando de mano en mano, de intriga en intriga. Ser amante de algún antepasado ilustre de la casa, actriz de una compañía de teatro itinerante, descendiente de aristócratas y hasta fulana de lujo. Tener sobre mí la mirada celosa de las mujeres, la lujuria disimulada de los varones, la admiración de las jóvenes como yo misma, pero tengo que conformarme con mirarla y ser testigo del indulto que se ha ganado una vez más y que la confina en la última página del álbum familiar, hasta la próxima revista.

20.- El Alma

Dicen que cuándo le haces una foto a alguien capturas su alma.

Y eso fue lo que me pasó contigo.

Estabas apoyada en la barandilla del muelle, mirando como el sol se iba ocultando en el horizonte. Era un atardecer precioso. El ángulo era perfecto, y la luz idónea.

Así que te enfoqué con el objetivo y disparé.

Seguiste apoyada en la barandilla mientras yo me marchaba, ensimismada, mientras el sol terminaba por ocultarse. Yo me monté en el coche, dejé la cámara en el asiento del copiloto y me dirigí hacia mi casa… Tratando de hacer oídos sordos a los golpes que oía dentro de la cámara, dónde tu alma trataba de escapar, implorando, mientras golpeabas el objetivo…

Pronto te reunirías con las otras…

Mientras, una lágrima resbalaba por mi mejilla…

19. CLIC (Javier Puchades)

Escuché: «¡Di pa-ta-ta y ya está!» —pero junto con el clic también le oí decir: «¡Amén!» —y la verdad, no entendí el porqué del amén. Si con decir que me había hecho la fotografía bastaba. Aunque lo cierto es que la mañana estaba resultando algo extraña. Todo sucedía de otra manera. Todo estaba cubierto de un peculiar silencio. Ni ladraban los perros ni se escuchaban las gallinas. Y luego estaba lo de taparme los ojos con una venda. Otras veces, cuando jugábamos en el corral a ¿cómo te gustaría fotografiarte si te murieses hoy?, no lo habíamos hecho así. Siempre nos poníamos algún ramo de flores o algún velo sobre la cara y nada más. Como mucho, en una ocasión cogimos el vestido de amortajar de la abuela, que guardaba en el cajón de su cómoda. Pero lo de la venda en los ojos era la primera vez.

Después del amén vino aquel silbido que cortaba el aire. Aquel impacto. Aquella quemazón. Aquel dolor. Aquel fundido en negro. Entonces, comprendí que aquel clic no fue el de su cámara de fotos.

18 PAREDES EN BLANCO (Diego Cano-Lasso Pintos)

Nos entristeció que su cerebro borrara todos los significados que tanto cuestan entretejer a lo largo de la vida. Nos apenó que los recuerdos hubieran volado de su mente. En las paredes habíamos colgado fotografías familiares aunque ya nada le decían. Y ahí, en la habitación compartida de la residencia, le dejamos para siempre en el olvido pero rodeado de todos nosotros.

17 Una vida en imágenes

Acudió a un estudio fotográfico porque quería un álbum de instantáneas de su vida. ¿Brillo o mate?, le preguntaron. Y también si era más de campo o de ciudad, retraído o expansivo, de ciencias o de letras. Necesitaremos tomarte algunas muestras y en una semana tendrás los resultados, le informaron.

Ahora una impostada vida se desplegaba ante él. Se vio con sus padres, en la facultad, junto a unos amigos, con su pareja, en una reunión familiar, durante un viaje exótico, trajeado en una ceremonia festiva. Todo bastante convencional. Pero así lo deseaba.

Luego se pondría por enésima vez una de sus películas favoritas: La invasión de los ladrones de cuerpos.

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