Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

36. Amor adolescente

Cae la tarde sobre el parque. Miro a Laura, le sonrío y ella me devuelve la sonrisa, la beso. Cierro los ojos y mi mente vuela a la época del instituto, a la primera vez que la vi y quedé prendado de sus ojos soñadores y de su bello cuerpo adolescente.

Pero ella sólo estuvo dispuesta a darme su amistad.

Después la perdí de vista… pero nunca se alejó de mis sueños.  Tuve la suerte de no enterarme de su matrimonio, y cuando años más tarde supe que había enviudado, sentí que quizás aún podía tener chances con ella.

Entusiasmado, me decidí a dar la batalla y vine a alojarme en la residencia donde ella vive. Ahora pasamos mucho tiempo juntos, ella es feliz a mi lado, mientras yo rebusco en sus facciones finas y relativamente jóvenes a la chica que me robó el corazón. No me importa que en el camino ella haya perdido la esbeltez y la ensoñación ya no habite en sus ojos. La quiero, y por las noches nos amamos dulcemente.

Sólo me apena que Laura no tenga la menor idea de quién soy yo y me llame por el nombre de su difunto marido. 

35. MEJOR NUNCA QUE ANTES – EPI

Estoy cabreado con mi familia. Todos me aconsejaban aumentar los asistentes virtuales para mejorar mi confort. Hazlo pronto. Por ellos, estoy en el Hospital, emasculado.
Vivía feliz con Siri, Cortana, Irene, Aura, Bea y Helena. Con Alexa, cambió mi vida a peor.
Puse dispositivos Alexa por toda la casa, Alexa, enciende las luces, Alexa, apaga la cocina, Alexa, ponme la televisión, y yo feliz.
Al entrar en casa, preguntaba a Alexa que si me había echado de menos y ella me cantaba una canción.
Puse una Alexa en mi dormitorio. Me gusta tener música para esos momentos Íntimos.
Craso error. Mi mujer me dijo que tenía un micrófono y que nos iba a escuchar todo lo que hacíamos. Ahí se terminó el matrimoniar.
Pregunté a Alexa y me recomendó comprar un masturbador, felación. Así que lo compré.
Lo recogí en la calle y lo escondí en mi despacho. Un día que estaba solo lo abrí y daba un poquito de repelús, era solo una boca con los labios pintados.
Lo enchufé a la red, dije empieza, introduje mi miembro y al principio fue bien. Pero no sé qué pasó, sí se estropeó o yo no sabía parar.

34. Los sueños, sueños son.

Me he inventado una cita. En aquel restaurante que tanto te gusta. Ese que tiene las paredes decoradas con libros. Y velas, muchas velas, por todas partes. Tú llegarás cinco minutos antes y me recibirás con esa sonrisa que llena el corazón y que me hace sentir la mujer más afortunada del mundo. Tú pedirás lubina a la sal y yo canelones. Beberemos una copa de vino y después otra. Saldremos del restaurante a trompicones, muertos de risa y haciendo planes para los próximos cien años.

También me he inventado, que las flores que llevo, son par otra tumba.

33. Estos tontos no se enteran

El señor de la galaxia se sentó para observar a los seres de su pequeño planeta azul. 

Al principio sintió curiosidad, sobre todo por quienes se hacían llamar humanos. Eran ingeniosos y perseverantes. A lo largo de los siglos fueron ocupando toda la tierra, y se adaptaron a las mil maravillas. Pero empezaron a multiplicarse, a la vez que demostraban un afán desmedido de dominación sin respeto por el entorno.

Entonces sintió preocupación. Su planeta, ya no era tan bello ni tan limpio. Aquellos inconscientes se dedicaron a expulsar gases de efecto invernadero, provocando una subida de la temperatura. 

Ante esta situación decidió lanzarles advertencias en forma de sequías prolongadas, inundaciones catastróficas, huracanes cada vez más destructivos, e incluso incendios interminables. 

Pero advirtió que las estupidas criaturas

no interpretaban ninguna de sus señales. Reconociendo que podría ser demasiado tarde, no tuvo más remedio que pasar al plan B.

 

32. Armonía familiar (Juana María Igarreta)

Cuando Rosalía se quedó embarazada inesperadamente, la noticia en la familia fue un mazazo. Carmen criticó duramente la conducta de su hija menor, tildándola de casquivana y desvergonzada, llegando incluso a decir que se alegraba de que el abuelo estuviera muerto, porque así se libraba de sufrir semejante deshonra en su propia casa. Más vale que Ángeles, siempre generosa con su hermana,  así como Juan, el buenazo de su marido, se encargaron  de quitar hierro al asunto, mostrando todo su apoyo a la futura madre soltera.

Hoy la familia está reunida en casa de la abuela, últimamente delicada de salud. Rosalía contempla a su madre, ¡cómo le gustaría hallar en su mirada un poco de comprensión! ¿Y si le contara de una vez la verdad?

Ángeles disfruta viendo jugar a Ángela, su pequeña, con Rosita, su sobrina. No hay primas en el mundo más unidas.

Juan, observando la armonía familiar, piensa en que a veces la ignorancia, con toda la mala prensa que lleva, es el estado óptimo al que pueden aspirar algunas personas para ser felices. Incluidas sus dos hijas.

31. La carta que se enganchó en una nube

Cuando la tía Elisa nos dijo que por fin había llegado la carta de Eusebio no la creímos. Más que nada porque llegaba con dieciocho años de retraso y porque nuestra tía, de naturaleza romántica y distraída, siempre estaba en las nubes y a veces hasta en la luna, como se suele decir.

Echó la culpa del retraso a las tremendas tormentas y a los fuertes vientos que, según ella, la habían desviado de su destino. Pero lo peor, nos dijo, había sido que después de todo ese tiempo por ahí danzando las letras de la carta se habían descolocado todas. Por eso se pasaba las tardes ordenándolas, completaba palabras y con ellas construía frases. Se quejaba de que había pocas erres, que no encontraba ninguna eme y que también se habían perdido muchas aes.

Nunca supimos si aquella carta era de amor o de ruptura, la verdad, pero a nuestra querida tía Elisa recibirla después de tantos años le dio la vida.

30. LAURELES TARDÍOS (Mariángeles Abelli Bonardi)

A mi abuelo, Bartolo Bonardi

Siempre lo felicitaban por sus buenas notas, su buena letra, y su prolija vestimenta. Todas las noches, antes de ir, lustraba sus zapatos.

La crisis argentina del año treinta cambió las cosas. Con diez años y una canasta de verduras en cada brazo, comenzó a trabajar para aportar en las ganancias familiares.

A la escuela siempre la añoró. Con cuarenta y seis años, mientras su mujer se afanaba en la peluquería, volvió a poner en marcha el engranaje de sus sueños. El día en que mamá se recibió de maestra, él le dio su diploma de primaria, que había cursado a escondidas en la escuela nocturna para adultos.

Rescatado del olvido (Alfonso Carabias)

A su edad, la belleza queda en un segundo plano, como si fuera un elemento accesorio que ya no usa con asiduidad.

Ahora mismo le basta con manejarse entre sus obstinados achaques y el desconcierto propio que le transmite un mundo en el que le cuesta encajar, y donde los viejos anhelos como el suyo quedan enterrados entre la inmediatez de lo cotidiano.

Aun así, se toma unos instantes, y con ayuda de su nieta intenta disimular alguna de sus muchas arrugas.

Al salir de casa ve a su hija, que aguarda junto al coche. No pueden evitar abrazarse, y soltar alguna lágrima, como otras muchas veces, aunque desde que apareció aquel expediente todo es distinto.

Al principio no daba crédito. Pero luego las piezas del macabro puzle comenzaron a encajar; la fecha de la muerte, el lugar, y después incluso la cuneta exacta donde él y otros de la brigada mixta habían sido enterrados. La búsqueda, por fin, había terminado.

Durante el corto viaje al instituto anatómico forense piensa en como actuará al ver los restos, en que le dirá, y en como discurrirá el entierro que debió ser y que el olvido se empeñó en negarle.

28. COLECCIONISTA DE ONOMATOPEYAS (Rafa Olivares)

                       

                                                                                                                A

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                                                                                              ¡¡ P                           F !!

                                                                                                         L             F

                                                                                                                 A

                                                         

27. Mano de santo (Javier Igarreta)

Sentada ante el tocador, Amelia examinaba, como cada noche, aquella manchita de aspecto zoomorfo que según el abuelo añadía personalidad a su cara. La crema que mamá había traído de Polonia no acababa de hacer honor a su milagrosa fama, y Amelia comenzaba a perder la fe. El abuelo solía decir que mezclar las creencias con la química podría acarrear efectos imprevisibles. Pero Amelia quiso dar un voto de confianza al producto. Antes de acostarse se aplicó una cantidad generosa de pomada, y masajeó religiosamente su problema. Con la vista fija en el espejo, contemplaba el incipiente declive de la tersura de su rostro. Ni siquiera se percató cuando fue absorbida por su propio reflejo. Una vez reducida a pura imagen y transferida al núcleo especular, quedó inmersa en un difuso limbo de azogue. Merced a la acción solidaria de antiguas miradas, cautivas en el lado oculto de la luna, se vio liberada de su original mancha. Una imprescindible vuelta de tuerca le permitió salir del trance, poniendo las cosas en su sitio.

Cuando su madre la vio surgir del cristal reflectante, monda y lironda, no se lo podía creer. El abuelo no paraba de hacerse cruces.

26. La vida de después (Luisa Hurtado)

Se había ganado el respeto por dejarse la piel y controlar hasta el último detalle. Nunca puso reparo alguno en echar todas las horas que hicieran falta, en asumir que el trabajo era lo único importante, en prescindir de novias, compromisos, hijos, ocios, vacaciones o viajes. Sin embargo todo llega, hace unos meses le prejubilaron; él como siempre lo había visto venir y sabía que no obtendría un mejor trato.
Supuso entonces que sentiría un vacío, que la soledad y las horas le aplastasen, lo asumió como inevitable; pero lo que no vio venir es que, al resolver la herencia de su padre, descubriera que poseía un pequeño terreno y una casa en ese pueblo que no visitaba desde la niñez y que Vera, la única niña que acompañó al río en el verano, se hubiese quedado viuda, y le recordase, y le abordase, y le ayudase a mudarse, y estuvieran durmiendo juntos desde el primer día, piel con piel, ni tarde ni nunca, en el momento simplemente adecuado.

25. NI TARDE NI NUNCA: VIVIR

 

Soy consciente que muchos “más tarde” se van a convertir inexorablemente en “nunca”. Por ejemplo, voy a tener que conformarme con viajar a todos esos lugares a través de mi imaginación lectora que afortunadamente me permite además bucear en cualquier momento de la historia; no voy a tener el trabajo soñado, no me veo viviendo rodeada de lujos ni mostrando un cuerpo escultural en posados estudiadísimos…

Pero hoy un camarero me ha agradecido una sonrisa y le he vuelto a sonreír, he abrazado a mi hija y a su pequeña crisis con esta pregunta: ¿sabes que te quiero?, soy la persona más feliz cuando me responde “sí, mamá”, he salido a caminar al ritmo de Tom Jones y su Sex Bomb, a veces pienso que la gente me mira porque casi bailo, en el camino de vuelta he encontrado a una amiga deseosa de desahogar sus penas y yo he sido todo oídos.

Hoy todos estos detalles se han alineado para hacer de mi vida un lujo, la autoestima ha pegado un subidón; ni tarde ni nunca, los sentimientos y las emociones hay que expresarlos y compartirlos en el afán de vivir intensamente el aquí y el ahora.

 

 

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