Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

56. Confusión transitoria (fuera de concurso)

Alguna razón habrá para que mamá y papá mirlo te miren desconcertados. Todo va tan rápido que te cuesta asimilarlo. Un día estás en un canastillo bajo la mirada feliz de tus padres, y al poco eres tú quien contempla embobado a su propio bebé. No tardarás mucho en velar a tus mayores en su lecho de muerte, ni tampoco tus hijos en hacer lo mismo contigo. Es la noria de la vida, arrastrándote con ella en su eterno girar. No esperabas volver a hallarte indefenso y bajo la protección paterna. Comenzar de nuevo el ciclo. Y mucho menos que esta vez, en lugar de llorar, tuvieras que piar.

55. La sonrisa

Se había especializado en razas extintas y al investigar la del planeta Tierra se sorprendió de la semejanza de los terrícolas —aunque de carcasa menos metalizada—, con los de su planeta. Según los datos de su PENTHEX-Z9, los terrícolas fueron portadores de un disco duro que les capacitaba para el entendimiento, la comprensión y la habilidad para resolver problemas. Pero avanzando en su investigación desterró cualquier vestigio de inteligencia. ¿Cómo calcular si no la necedad de sus acciones? Las emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero a la atmósfera destruyeron la capa de ozono propiciando su propio exterminio y el de todos los seres orgánicos. 

Mas sus sensores alcanzaron niveles máximos de temperatura al encontrarse con el primer plano de una terrícola y la mueca de esta. Al procesar la información descubrió que se necesitaban doce músculos para generarla. Lleva dos ciclos galácticos calculando cómo programarla.

54. Fuera de garantía

Volví al trabajo hace tres meses. Aquel día me desperté y descubrí a mí robot sustituto tumbado en el sofá con la clara intención de no moverse de él. No me quedó más remedio que ir yo a trabajar. Después de mucho tiempo recordé lo reconfortante que es la camaradería, la satisfacción por el trabajo bien hecho y el valor del esfuerzo. Pero cada vez que vuelvo a casa y veo que toda mi inversión está sin hacer nada algo en mi interior me corroe. No me consuela el hecho de que a algunos de mis compañeros les esté pasando lo mismo. No podemos hacer nada porque nuestra empresa, en la que nosotros mismos fabricamos esos robots, alega que están fuera de garantía. Sospecho que nos están engañando. Algunos hablan de arreglarlos por nuestra cuenta pero no nos atrevemos. Pero hoy por fin me he decidido a abrirlo y comprobar que puede estar fallando después de la bronca que hemos tenido porque la casa estaba hecha un estercolero. El muy descarado, mientras yo recogía sus mierdas, me ha mirado muy serio y me ha preguntado si soñaba con ovejas eléctricas. Por supuesto que sí, que se creería ese maldito vago.

53. OSCURIDAD

Tengo diez años y estoy en casa con mis padres un sábado por la tarde, aburrida, aunque todavía no lo sé. Aparece por sorpresa mi abuela Pilar, hablando sin parar; ella es así, una apisonadora.

De su boca sale una pulla dirigida a mí: “¿Qué hace esta niña en casa? ¿Es que no tienes amigas?”.

De pronto el sol se apantalla y una mancha oscura y viscosa me posee. ¡Era eso y no me había dado cuenta!: NO TENGO AMIGAS

Así de manejable soy. Ni una protesta, ni una risa despreocupada para recordarle que solo tengo diez años y que mis amigas también están en su casa. Ya lo ha conseguido: ME HUNDO EN LA MANCHA OSCURA

Han pasado más de cincuenta años, ya solo quedo yo para recordar aquel sábado en el que: LA INSEGURIDAD HABITÓ EN MÍ

Nadie supo el daño que mi abuela, con su frase despreocupada, me causó porque soy una artista del disimulo. Aunque mi perro Chitón, que me adoraba, algo debió notar; se le acercó, levantó la pata y orinó en sus impolutos pantalones blancos. Jamás había hecho algo así.

Fue el único con coraje aquel día.

52. Herederos (Juana Mª Igarreta)

Un gran retrato preside el salón principal del viejo caserón. Desde él, Tomás Luzuriaga da la bienvenida a todo aquel que atraviesa la puerta de la estancia. Un conato de sonrisa parece escaparse al hermetismo de su boca, coronada con un rotundo bigote azabache, al que el tiempo no dio oportunidad de encanecerse. Dicen que, de joven, en sus mejores años de científico, tuvo una vida apasionante en un lugar muy remoto, pero, a su vuelta, nadie fue capaz de sonsacarle detalle alguno del mismo.

Han llegado de madrugada, flanqueados por los primeros rayos de sol.  Están desfallecidos, con las fuerzas al límite. No han encontrado en todo el trayecto ni un triste lugar donde reponer energías. Ya se lo advirtió en su día la tatarabuela G21 a la bisabuela G22 y ésta a su vez a la abuela G23 “son seres muy atrasados, están a años luz de nosotros”. Más vale que la mamá G24, antes de emprender el viaje, se acordó de proveerse de clavijas universales para todos. Sí, pero ¿dónde conectarse? De las lámparas de la casa todavía cuelgan densos goterones de cera.

51. Captcha

No tenía que haber subestimado la inteligencia de los robots. Parecía una gran oferta: pareja ideal, una casa de ensueño, hijos guapos e inteligentes y hasta puesto de trabajo y jefe por catálogo. Todo con un sencillo clic desde el ordenador. Acepté sin leer la letra pequeña y, desde entonces, sigo solo en este cuchitril trabajando gratis para ellos. Intento darme de baja, pero el sistema siempre me pide que demuestre que no soy un humano.

50. TRADICIÓN 2.0 (Belén Sáenz – Fuera de concurso)

Los primeros compases del pasodoble que ejecuta la banda dan inicio al festejo, y ninguno de los curiosos que se empiezan a congregar parece notar que son autómatas recién llegados de Tokio. Mientras, el technical consultant de Virtual Capea Inc. repasa los últimos preparativos para la lidia: Activados los audios de mugido de los morlacos animatrónicos. Sincronizados los efectos de destello del estoque y salpicaduras de sangre. Programado el holograma del alguacilillo mostrando las orejas y el rabo cortados. Quizás hoy los vítores le permitan estrenar la app de apertura de la puerta grande. La tecnología nunca ha fallado hasta la fecha, pero no puede por menos que estar inquieto. No ha tenido más remedio que ceder ante la bravuconada del desconfiado alcalde de la villa. Si el espectáculo no agrada a los lugareños, se ha comprometido a ser el diestro único y protagonista según el sistema analógico tradicional que, en forma de ruedo portátil y seis toros, seis, criados en dehesa, aún se conserva en las dependencias municipales.

49. Diferencias

Pequeñas lágrimas de aceite resbalan por su rostro insensible e inexpresivo de vigilante de museo, pero es al verse reflejado en el cristal de la vitrina donde se exhibe una dolorosa que las descubre. Entonces advierte que son muy parecidas y que tienen el mismo tamaño que las de resina sobre el rostro de madera de la talla de imaginería, que según los datos, representan el dolor y el sufrimiento. Procesa entonces la información y averigua que es afortunado. Las suyas solo son para evitar que le chirríen los  párpados.

48. Madre

La nueva unidad “Madre” está programada para criar, educar y proteger cualquier espécimen de cria desde su nacimiento hasta la emancipación total.

Ha sido diseñada con la última tecnología en inteligencia artificial, además, al estar formada de puro código y algoritmos, vive libre de apegos innecesarios.

Su última actualización ofrece un software revolucionario capaz de controlar uno de los virus más implacables: la adolescencia.

Pese a todo, Madre hoy no puede evitar sentir una sensación insoportable parecida a la angustia cuando, al llegar la noche, cae en la cuenta de que una de sus crias, en concreto la humana, aún no ha regresado de la escuela.

47. El regreso

«¡Qué desgracia!», me dijo Adela, aunque me consta que se alegró de que mi Antonio decidiera dejar este mundo. Lo sé porque mi Tonio, que solía llegar a casa un pelín bebido (que no borracho), no siempre atinaba a dar la luz de la escalera y terminaba aporreando la puerta que no era, es decir, la de Adela.

El caso es que cada día que pasa lo echo más de menos. Pero hoy, al volver de la compra, me paré frente a un escaparate en el que un robot parecía estar mirándome con esos mismos ojos de pasmado que tenía mi difunto. Entonces me decidí a entrar.

—¿Qué venden? —pregunté.

—Robots de segunda mano —me contestó un chico con cara de hamburguesa.

—¿Y qué sabe hacer ese del escaparate?

—Nada. Es para el desguace. No coordina movimientos, tira todo a su paso para detenerse a los dos minutos… y ya.

«Como mi Tonio, igualito que él», pensé para mis adentros.

Por dos duros me lo acaban de traer a casa, y lo tengo amodorrado en «su» sillón. Ahora me siento acompañada, y a eso de la una de la mañana lo dejaré salir a esparcir un ratito al rellano.

 

46. Mitología familiar

El techo de la casa de mi abuela era un cielo plagado de nubes blancas por donde revoloteaban los pájaros silvestres. Sobre las cuatro paredes de aquel refugio trepaban buganvillas de colores que, con disimulo, velaban mis agitados sueños. A menudo, se escuchaban susurros y pasos tímidos de espíritus traviesos que, al ser descubiertos, se esfumaban detrás de las cortinas y, ante mi extrañeza, la abuela se apresuraba a explicar que eran parientes venidos del bosque para protegerme. Alguna vez, los sorprendí humedeciendo mi frente sofocada con gotas de agua bendita, mientras ella trataba de hacerme cosquillas con unas ramas de laurel. Y, aunque resultaba en vano, también plantaba romero alrededor del jardín para que su aroma espantara mi pesadumbre.

Mi abuela era una Anjana generosa, hermana de una Ninfa de las Fuentes, prima de un Trenti y tía de un Nubero. Y por un insólito encantamiento, madre de una Ojáncana perversa que, una noche,  le arrebató la energía. Desde entonces, ese monstruo de mirada feroz y aliento turbio me acorrala en su niebla y vocifera, burlona, que soy la viva estampa de mi abuelo, un Musgoso solitario y melancólico que vaga sin descanso por el Valle de las Sombras.

45. Secretos de familia

Las tardes, de seis a siete, el abuelo era inmortal. Se enteró, contaba, cuando un obús, a las seis y diez, estalló a su lado. «Solo me hizo esto», y bajaba su calcetín para mostrarnos una cicatriz reseca en su tobillo izquierdo. Seguía con lo del camión que le arrolló, «sobre las seis y media», decía, y señalaba orgulloso una minúscula marca en su frente que mirábamos boquiabiertos. Más, pedíamos, y él explicaba su otro accidente: atravesó el parabrisas, voló por la barranquera y cayó en un pajar. «Siete menos veinte: ¡soy inmortal!», afirmaba mientras sacudía imaginarias briznas de paja de su chaqueta y nosotros aplaudíamos.
Una tarde, decidimos comprobarlo. Cogimos el revólver de papá y disparamos a las tripas del abuelo: las siete menos cinco. Al principio se asustó, luego se carcajeó por nuestra ocurrencia. Justo al dar las siete, nos besó a todos, se levantó con dificultad del sofá y salió para contárselo a los amigos, dijo, pero algo le debió fallar dentro, y por mala suerte temporal, a las siete y dos, se desplomó en la calle.
Ahora que él ya no está, me pido ser inmortal, aunque, si puedo elegir, mejor de seis a ocho.

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