Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

28. EMPACHOS

No hay tiempo que perder, aceleremos el paso, tenemos que llegar los primeros, pues dicen que están acabándose también las raciones de alegría. La gente empieza a estar desesperada, ya se hartaron de las de nostalgia, que con las de frustración han venido inflando más que nuestros estómagos los últimos años. Una amiga mía murió el otro día de felicidad de tanta alegría que había consumido. Ahora dicen que los cementerios empiezan a tener otra imagen bien distinta, suena música de ambiente muy alegre, y las risas que salen de las tumbas hacen que sea un lugar con mucho encanto para visitar.

27. Nadie te echa de menos (Rosy Val)

Igual es casualidad, pero últimamente ha empezado a venir gente a casa; nuestros padres, mis hermanos, los tuyos, y algunas tardes nuestros hijos invitan a merendar a sus amigos. También, a veces, se queda a dormir Cristina, la amiga de Ana. El otro día, por ejemplo, la vecina vino a pedir sal, ¡fíjate que no la recordaba tan agradable! Y el cartero, que no sabía nada, me preguntó si aún seguías enfadada. No pienses que estoy exagerando, pero Toby ya no muerde al que se acerca a nuestra casa, hasta creo que ladra menos. Ahora los chicos hacen los deberes, su cama, recogen la mesa y nunca se olvidan del almuerzo. Y yo, antes de irme a trabajar, plancho mis camisas. Tienes que saber que algunas noches me quedo dormido viendo la tele y me olvido de la copa de vino sin el posavasos sobre la mesa de madera. Que muchas veces cocinamos juntos y durante las cenas conversamos y reímos. ¡Ah!, y ya no se discute sobre quién pone el lavavajillas. Tranquila, que no nos hemos derrumbado, seguimos con nuestras vidas. Así que haznos un favor, ¡no te revuelvas más y descansa de una puñetera vez en paz!

26. Que aproveche (Susana Revuelta)

Entornó los ojos al dar el primer sorbo a la Coca-Cola y de la emoción comenzaron a resbalarle por las mejillas unos lagrimones. Cerró la boca y la enjuagó con el refresco, como si fuera un colutorio. ¡Añoraba tanto sentir el chispeo de las burbujas en la lengua y el paladar! Cuando se le fue el gas lo tragó y repitió la operación hasta terminarse el vaso. Pidió entonces si podían servirle más, mientras se ponía a dar cuenta del bistec. En ese momento las lágrimas de felicidad ya le caían a borbotones, ¡al cocinero había que felicitarlo! Lo había dejado por dentro crudo y por fuera churruscado, justo como se lo preparaba su abuela cuarenta años atrás, allá en la granja. Las patatitas le parecieron también deliciosas, todo le estaba sabiendo a gloria. No le importó, en absoluto, que la bebida estuviera calentorra, ni que las patatas fueran ultra-congeladas. Eso qué más daba, si llevaba cuarenta años en el corredor, sin catarlas. Tan abstraído estaba engullendo la tarta de manzana, que tampoco renegó por que no le fuese a dar tiempo a hacer la digestión de esos manjares antes de que le administrasen la inyección programada.

25. REME Y EL SOL (Paloma Casado)

La tía Reme llegaba cada año en el autobús de línea que unía nuestro pueblo con la capital. Antes, había pasado una noche y un día viajando en tren desde el extranjero. Nosotras íbamos a buscarla y esperábamos ansiosas hasta que la veíamos bajar sonriente, con sus gafas de mariposa y unos pantalones que aquí todavía no se llevaban.

Aunque ya había comenzado el verano, en casa apenas lo percibíamos hasta que Reme abría su maleta. Todo el color de nuestros futuros días nos esperaba dentro de ese cosmos en miniatura. Primero recibíamos nuestros regalos envueltos en papeles fru frú, para después sacar, acariciar y oler sus vestidos floreados, bañadores de escándalo y alguna chaquetita para el nordeste.

Mi hermana y yo nos peleábamos para dormir con ella hasta que mamá imponía los rigurosos turnos semanales. Nos encantaba escuchar sus historias del “más allá” en nuestras conversaciones nocturnas. Nos encantaba ir con ella a la playa y sentir sus manos protectoras cuando nos enseñaba a nadar.

Parecía que acababa de llegar cuando volvía a meter el verano en su maleta y  dejarnos desoladas. Ella debía de necesitarlo más en ese país frío e inhóspito donde trabajaba.

24. Evasión (Ezequiel Barranco)

La especialidad del joven indigente, que hacía malabares en el semáforo de debajo de mi casa para ganarse algún sustento, era la cascada con cinco mazas, pero cada vez que tiraba una por encima de tres metros, se convertía en paloma y desaparecía. Cuando se quedó sin ninguna, hizo los mismo con pelotas, pero se transformaron en gorriones al elevarse demasiado. Probó con bastones, que se hicieron jilgueros y finalmente con un diábolo, que se alejó con el vuelo majestuoso de una gaviota.

Harto de perder sus utensilios, se hizo acróbata. Entretenía a los que lo miraban con bailes, contorsiones, piruetas y saltos, pero su número más impactante era el triple gran salto, que hacía desde lo alto de un contenedor cercano. El último ejercicio que le vi, a principios de otoño, fue espectacular y superó su propio récord de altura. Hoy vuela feliz con otras cigüeñas, camino de tierras más templadas.

23. Un éxito

Su atracción sexual siempre ha campado en el desierto y no lo escondió al fluctuar nuestros momentos en paralelo.

Cuando me mira sonriente al probar mi tortilla de patatas, sin cebolla, siento un orgasmo que no sé si es oculto o aprendido.

No rehúye el contacto, amanecemos abrazados a menudo, me aprieta la mano en esos momentos de las pelis de terror o nos damos masajes con alcohol de romero en la espalda dolorosa.

El once de noviembre pasado, vino a decirme que quería probar, que si no era conmigo no sería con nadie. No pude negarme porque sé cuando está convencida de algo.

Lo fui todo, delicado y contundente. Lamí su boca y mordí su lengua, junté sus dos pezones en una succión, le puse mermelada de vino en el coño antes de comérselo con delirio y luego la penetré a cuatro patas mientras le contaba la historia de dos amantes que retozaban escondidos en un bosque otoñal.

Hubo un final en el que acabé sudoroso y exhausto.

Hubo un final silencioso, tras el cual ella me confesó que no le había gustado.

Redoble de tambores. Seguía siendo ella.

 

22. MI GUÍA DE LA ALEGRÍA

La pluma del joven estudiante se agitaba violentamente de un lado a otro, manchando el escritorio y sus alrededores con tinta.

 

“Cuando puedas aprender algo nuevo,

No olvides lo que te digo,

Ponte sin desasosiego,

A investigar desde Barcelona hasta Vigo

¡Oh, mi guía de la alegría!”

 

Los limpiadores le miraban, enfadados. Sabían lo que les esperaba. Él no estaba prestando atención.

 

“Cuando tu mente no consigas despejar,

Junto a la arboleda siempre suena el río,

Granitos de maíz harán el avío,

Alimentar a los patos te hará relajar.

¡Oh, mi guía de la alegría!”

 

Otros estudiantes compartían apuntes en una mesa próxima. A uno le salpicó un poco de tinta, y le soltó un alarido. Él solo escuchaba a su mente.

 

“Cuando quieran alejarte de tu camino,

Oídos sordos, perseverancia y aguante,

¡Eres el mejor, tío, eres brillante!,

¡Nada puede desviarte de tu destino!

¡Oh, mi guía de la alegría!”

 

Cogió su manuscrito, lo enrolló y lo guardó en su cofre favorito. Pluma en funda, se levantó y se fue de la biblioteca. Sonreía y daba saltitos, rompiendo el silencio.

 

Nunca se volvió a abrir ese cofre. Nadie pudo nunca leer su guía.

21. La pregunta del millón

Seguro que habréis oído el comentario “si viniera un extraterrestre a nuestro planeta concluiría que estamos locos”. Pues resulta que vino. Nadie se dio cuenta porque se metamorfoseó en uno de los nuestros. Yo lo descubrí. Había leído el caso de otros dos que aterrizaron en Barcelona para sumarse al jolgorio de la ciudad olímpica.

Iré al grano. Me soltó que vivíamos atenazados por contradicciones que nos convertían en entes vulnerables. Aunque perecederos, acumulábamos enseres inútiles para el último viaje; éramos seducidos por altisonantes campañas solidarias tanto como por las tretas de redomados embaucadores. Estos fueron sus argumentos. “Sois egoístas, emocionalmente inestables y carecéis de mirada panorámica”, sentenció. Aún añadió que nuestros anticuados recursos energéticos darían la estocada definitiva al maltrecho medio ambiente de marras.

Enmudeció por un instante y yo, animado por su clarividencia, le pregunté. “La felicidad está en las pequeñas cosas”, oí que respondía. Lo miré sorprendido: el bigote pintado en exceso y un repentino puro entre los labios. Me dio la espalda y con andares de pato se marchó tal y como había llegado.

20 Ensayo y error (Toti Vollmer)

Me casé con un médico y me hice cirujana de guerra. Me divorcié. Al poco tiempo conocí a un aviador, entonces me hice piloto de helicóptero. Enviudé. Mi tercer matrimonio, el más breve, fue con un guapísimo político de derechas. Ahí me descubrí lesbiana. Ahora, de vieja, ejerzo feliz la soltería.

19. OINK

Iba por su tercera eternidad y Zeus estaba más raro que nunca.

• Tú estás tonto, le espetó Afrodita viendo su cara alelada.

Zeus continuó observando diversos infinitos.

• Soy feliz, contestó al cabo de unos milenios.

• Ja, tú estás enamorado, sentenció Ares que disfrutaba de la escena.

Zeus, que siempre había hecho gala de enorme prepotencia y frialdad ante los asuntos del corazón, se sonrojó.

• ¿Se puede saber de quién, chico travieso? se chanceó Adonis.

Harto de bromas, el orgulloso príncipe de los cielos decidió que era hora de visitar a su ilusión, su tesoro, a su más bello secreto que le proporcionaba esa deliciosa locura que jamás había sentido.

En un rincón de una de las miles de millones de galaxias de uno de los miles de millones de universos, en un escondido y diminuto planeta, el rosado ser gruñó observando las extrañas nubes que se abrían dejando paso a una luz cegadora. El cerdo, extasiado, se sintió poseer y gozó del mayor de los divinos placeres mientras se retorcía ruidoso y jubiloso en el barro de la charca.

18. LOS COLORES DE LA FELICIDAD (Rosalía Guerrero Jordán)

La pequeña chapotea en un charco, ajena al aguacero: primero una pierna, luego la otra, después dos saltos. La gente pasa junto a ella, apresurada y con los paraguas abiertos, como si así pudieran esquivar la borrasca.

La niña les ve pasar sin entender por qué se esconden, si el agua es blandita y suave y no hace daño.

Ya hay un océano dentro de sus botas nuevas, plástico rojo salpicado de ositos blancos. Un resbalón la sienta de golpe, y su pantalón rosa se vuelve marrón. Mira asustada a su madre, que la observa sonriendo desde el refugio de su paraguas violeta.

—Vamos a casa ya. Papá ha preparado chocolate caliente y bizcocho para merendar.

Un brillo goloso se asoma a sus ojos verdes.  Con una zancada tan larga como sus piernas le permiten abandona su minúsculo parque acuático, y su manita atrapa con vehemencia la que su madre le tiende. De camino a casa comienza a escampar, y un trocito de cielo azul se asoma entre las nubes grises, como si el sol quisiera acariciar sus enmarañados cabellos dorados.

17. El momento adecuado (J.L. Chaparro)

La gente del barrio brinda con champán frente a la puerta de mi administración de loterías. Gritan, saltan, sonríen y lloran de felicidad. Algunos exhiben ante las cámaras de televisión una fotocopia ampliada del décimo con el número premiado. Los hay viejos, jóvenes, mujeres y hasta niños. Muchos vienen para abrazarse a mí, en señal de agradecimiento por haber vendido el premio gordo. Ahora dudo. Se les ve tan felices… Esperaré el momento adecuado para decirles que hace poco compré una impresora de alta calidad.

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