Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

41. La parada (Susana Revuelta)

Conocía esa luz. Había escapado otras veces de ella y sabía lo difícil que era no dejarse seducir por su destello hipnótico, cálido, neblinoso.

La primera vez, cuando aquellas fiebres, estuvo una semana deslumbrado, pero su madre sujetó firmemente su mano, día y noche, impidiendo que se lo arrebatara; durante la guerra, cuando una granada le arrancó un brazo y un torniquete hecho a tiempo rompió el hechizo del resplandor; y ya jubilado, y manco, cuando salvó a dos niños de la resaca que los arrastraba mar adentro. Flotaba ingrávido en la llama cegadora, medio ahogado, cuando una ola lo devolvió a la orilla.

—Voy al baño, no tardo. —Su hijo no respondió, ni quitó la vista del surtidor, mientras echaba gasolina. Al volante su nuera, Marisa, sonreía al retrovisor y se humedecía con la lengua los labios. Antes de entrar al lavabo, se giró al oír un chirrido de ruedas y vio la polvareda que levantaba el coche al alejarse.

Entonces sintió un desgarro en el costado izquierdo y notó una tristeza inmensa derramándosele por el pecho, como él por el suelo, y sin oponer resistencia se entregó a la luz que refulgía, esta vez, en todo su esplendor.

40. Paseo infinito (Rosy Val)

«A estas edades no es prudente separarlos de sus seres más queridos». Nos advirtió su médico. Pero el reglamento de la residencia, ajeno a las necesidades de su corazón, no permitía que Golfo viviera con ella. 

Yo ya no sabía qué hacer para consolarla, su añoranza como su mal iban en aumento y una nebulosa madrugada se apagó su luz.   

Él tendió sus huesos en el quicio de su puerta, tres semanas más tarde se fue en busca del faro que le veló durante catorce años.  

Que algunos se escandalizasen. Que otros me lo reprochasen, y la mayoría se llevase el dedo a la sien, no me importó, yo sabía que mamá lo aprobaría, y en la vasija donde ella guardaba sus chucherías mezclé para siempre sus almas convertidas en ceniza. 

Un radiante día de primavera, bajo la mirada cómplice de pinos y encinas, les eché a volar. Un halo travieso los arremolinó y entre jaras, aliagas y cantueso, retomaron juntos sus largos paseos.

39. EXAMEN FINAL

• Padre poderosísimo y omnipotentísimo.
• Hijo, ando un poco liado con tu abuelo Cronos que está como una cabra. Lo voy a mandar al infierno Tártaro. Además, el resto de Dioses del Olimpo no consiguen organizar los juegos deportivos que les ordené. Abrevia.
• Estoy atascado con el planeta que tengo que crear como trabajo fin de carrera. A este paso no sacaré el título de Dios.
• ¿Qué tienes?
Le enseña una negra bola aérea repleta de cráteres y explosiones.
• Esto es un desastre.
• ¿Y?
• He creado mil millones de universos. Los mejores son aquellos a los que he puesto luz.
• ¿Luz? ¿Qué es?
• Observa.
Zeus chasca los dedos y aparece otro globo mucho mayor, brillante y caluroso.
• Se llama Helios. Escóndelo hasta el último instante. A tu feo planeta llámalo Gea como tu bisabuela. Lo enseñas y grita teatralmente ¡Hágase la luz!. Los Dioses examinadores se quedarán estupefactos. También te preguntarán si pondrás seres en esa cosa redonda. Diles que sí pero que serán estúpidos. Les gustará.
Apolo, evidentemente, obtuvo el título y es desde entonces uno de los Grandes. Gracias a que en el examen decisivo supo pronunciar convincente ¡Hágase la luz!. Y Helios iluminó Gea.

38. Luces de sábado

Un tren se acerca a la estación. En el vagón oscuro viaja Nosferatu. Las sombras del pasado que retorna atrapan al trágico Mitchum. Sin embargo la joven y ambiciosa Eva Harrington no las percibe cuando medra entre bastidores. Su refinamiento dista de la cólera de Ethan Edwards, tan inabarcable como los territorios por donde cabalga condenado a que se le cierren todas las puertas. En cambio, una se abre en la soleada Florida para dos músicos travestidos que huyen a ritmo de hot. También huye Antoine Doinel hasta alcanzar la playa en la que rompe una ola que salpica a todos. Por el Swinging London paseamos impulsivos y joviales junto al fotógrafo que revela algo sórdido tras las apariencias. Nada de aparente tiene la suerte de Johnny, pura conciencia de los estragos bélicos, contada por un superviviente de otros aquelarres, Trumbo, Dalton Trumbo. Afortunadamente nos quedan los sueños, el lugar en que un perdedor gana y por un instante puede reinar, aunque rueden cabezas. Ya anochece y, seducidos por el clarinetista miope, contemplamos absortos el puente de Manhattan en contrapicado sobre cuyo pretil se encienden centenares de luces.

37. CLARIDAD MERIDIANA

Sobre por qué se produjo la inestabilidad en el universo hay opiniones encontradas. Unos dicen que todo empezó tras el eclipse, otros lo achacan a planes maliciosos del gobierno norteamericano y la mayoría piensan que todo esto se veía venir.

Ayer, sin ir más lejos, en la catedral una señora recibió un golpe fatal de Gracia Plena. Su rostro dibujaba un rictus de felicidad contagiosa. Hoy un hombre amaneció ahogado en Luz Pura. Me han contado que falleció mientras meditaba y que al abrirle para practicarle la autopsia el forense quedó cegado por un resplandor blanco.

En el Ayuntamiento a un concejal le consumió el cerebro un discurso lleno de palabras huecas. El vecino, que es médico, ha sufrido un colapso fatal tras intentar aplicar sutura en su alma y mi amigo de la infancia, en un pronto, devoró su memoria a dentelladas hasta desparecer.

Camino de casa los peces cantan gregoriano en el estanque, mientras mi teléfono llama insistentemente al abogado de oficio porque piensa que está encarcelado sin causa justificada.

Esta noche he querido refugiarme en la biblioteca del barrio pero Bertrand Russel y Aristóteles no dejan de escribir y recitar poemas espantosos que no me dejan dormir.

36. DESTELLOS

Abrí la puerta del coche para recorrer el tramo que separa mi casa del trabajo. El tráfico, tan habitual como habitual es el enfado que me produce. De repente una luz destellante me impidió ver la carretera. Una sensación de angustia recorrió mi cuerpo. La luz se apagó y descubrí la nada a mi alrededor. Todo estaba oscuro, no se veían casas ni los caminos que subían hasta la ciudad. Paré el motor del coche y descendí. Ví a lo lejos una luz y fuí trás ella. Cuando estaba a punto de llegar comprobé que era la ventana de un hospital. Me asomé y ví a una extraña mujer postrada en la cama. Sólo el pitido discontínuo de las pulsaciones rompía el silencio de aquella habitación. De repente una puerta negra se abrió bajo mis pies. Caí por un tunel sin luz. Las imágenes pasaban atrozmente por mi cabeza. Eran todos los recuerdos de mi vida. Sentí  un golpe fortísimo, y perdí la consciencia. Al recuperarme abrí los ojos y vi al lado a mi mujer.

Estaba tumbado en la cama del hospital que había visto desde aquella ventana iluminada. Había vuelto de un viaje que jamás recomendaré a nadie.

35. LUZ DE VIDA (Mercedes Marín del Valle)

Aquella hoja sintió cosquillas cuando el sol, invadiendo su intimidad, y con un toque mágico, partió una molécula de agua por la mitad. Comenzó entonces un proceso irreversible que la llenó de energía. Sus fotosistemas, excitados, propulsaron las partículas electrónicas que, en caída libre, pasaron por distintas estaciones, cambiando alocadamente la señalización closed/open. Después de aquella carrera imparable, de una yema axilar brotó un retoño florido. El sol, incrédulo y eufórico, fusionó sus átomos de hidrógeno creando solitarias partículas de Helio, mientras, sin saber cómo, lo iluminó todo.
Después, exhausto, pero ufano, envuelto en su túnica anaranjada se retiró del horizonte, no sin antes, despedirse de sus admiradores.
Las plantas, incansables, aún tenían que nutrirse y acicalarse para que, a su salida, el astro rey, jugara con ellas de nuevo La maquinaria no dependiente de la luz iba a destajo, y, con el azúcar sintetizado, inventaban toda clase de recetas: aceites para su lubricación y flexibilidad, ceras para impermeabilizarse y pigmentos con los que aparecer más coloridas. El sol no sabía por qué estaban siempre tan bonitas, exquisitas, jugosas y resplandecientes, pero ellas conocían bien el secreto de su belleza y de su supervivencia. Luz del sol. Luz de vida.

34. CONTANDO CON LUCES (A. BARCELÓ)

Luces anaranjadas que bailan haciendo círculos; luces blancas que pasan a toda velocidad como líneas discontinuas de una carretera puesta al revés; una potentísima luz que se derrama a chorros sobre mi cuerpo; ausencia de luz; una luz indescriptible que produce una paz infinita; la luz de un nuevo amanecer entrando por la ventana y la luz de tu mirada.

33. La piedra

Cuando la Catedral empezó a temblar, a estremecerse como si quisiera aliviar su fatiga o sacudir sus quejas, una comisión de expertos estudió a fondo el templo y su informe fue demoledor. Los muros, columnas, bóvedas, arcos y vidrieras se encontraban desgastados por tantas plegarias y latines como habían oído durante siglos. Las paredes, apuntaladas en multitud de ocasiones con humo y recelos, odio y hogueras, mentiras e intolerancia, no podrían aguantar en pie más tiempo. Además, por las grietas que entre los sillares dejaba la falta de vocaciones, se introducían la fe de circunstancias de muchos feligreses y los pecados que se susurraban en los confesionarios; y de la misma forma que el agua congelada logra romper la roca donde se ha infiltrado, esas muestras tan frías de fe, esos pecados endurecidos por la indiferencia de la vida moderna —ya se sabe que no hay peor cuña que la del propio árbol— también amenazaban con resquebrajar la piedra que sostenía la iglesia.

Las autoridades eclesiásticas, desdeñando la erosión, todavía tratan de apagar la sombra del derrumbe con el brillo cegador de innumerables velas, cada vez más luminosas, y de silenciar los crujidos con rezos interminables, cada vez más ensordecedores.

32. Atracción

Sentía que la luz mortecina del atardecer tamizada por el viejo visillo del salón la llamaba, y decidió ir a buscarla. Quiso levantarse, superar el encierro del antiguo sillón de orejeras, de sus piernas cansadas y torpes, de las voces insistentes con que su familia le mandaba sosiego. Intentó cruzar el pasillo y seguir la estela para llegar a su destino, pero se quedó sentada, incapaz, obediente, mientras su marido le daba paciente la papilla y sus pastillas.

31. Antes del alto el fuego (Josep Maria Arnau)

Levantó la vista. De madrugada, el último obús había impactado de lleno en el piso de arriba de la casa. La luz que penetraba por el gran boquete lastimó sus ojos cansados, pero no apartó la mirada.

De lo que había quedado del techo colgaba la mesa donde dibujaba la pequeña. Por un momento le pareció oírla antes de meterse en la cama: “Lo acabaré mañana, abuela”.

Se sentó ante los restos de las ventanas y vio como la gente del pueblo huía: se escurrían entre las ruinas, cargando fardos y maletas. ¿Dónde estás, madre?, ¿dónde estás?, habían gritado un buen rato sus hijos. Pero el escondite había funcionado. ¡Ella se quedaba!

Miró el dibujo que tenía entre las manos. Algunos edificios aún seguían en pie. Cuando llegara la noche volverían los fuegos artificiales. Su corazón intuía que empezarían dentro de poco. ¡Esta vez se la llevarían!

30. LUCES Y SOMBRAS

Crecer juntos en el mismo útero no te da derecho a la igualdad. Eso lo aprendí desde muy pequeña. Cuando éramos niños a él le leían cuentos de héroes que ganaban todas las batallas y a mí de princesas que solo anhelaban que un príncipe las rescatara del dragón. El día de Reyes, los robots que hablaban y se movían por toda la casa eran para él. Juntos a mis zapatos dejaban muñecas estáticas que no tenían nada que decir.

En la facultad de económicas mis notas eran mejores que las suyas, con diferencia. Pero tras licenciarnos, él ocupó el puesto de gerente en la empresa familiar y yo soy la secretaria de dirección. En su despacho disfruta de unas vistas espectaculares de la ciudad con la luz del sol entrando a raudales por el ventanal, mientras yo trabajo a su sombra, redactando los informes que él firma sin entender.

Papá me sienta a su lado en todas las reuniones del consejo de administración y dice que soy su mano derecha, pero nunca reconocerá que a mi hermano le ha regalado un futuro brillante y a mí solo un techo de cristal.

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