Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

21. AMORES QUE MATAN (Jesús Alfonso Redondo Lavín)

Todos los atardeceres, terminadas sus tareas diarias, el joven Mamboreto se dedicaba a acechar, camuflado entre las hiedras del tapial del convento, a las religiosas de la orden de las Santas Teresas.

A esas horas, en las que parece que despiertan todos los insectos, las religiosas se afanaban, guardando su voto de silencio, en evitar las plagas, cuidar y desinfectar el huerto y los jardines.

Las más viejas con sus tocas negras almidonadas como élitros abiertos a punto de emprender el vuelo limpiaban de pulgones las lechugas y repollos de la huerta. Pero no eran ellas las que le interesaban al joven espía.

Su mirada, más lasciva que amorosa, se dirigía al contoneo de los pliegues del delantal verde de una novicia que escardaba con esmero, en el jardín soleado, fuera de la sombra del muro, el suelo donde crecían los rododendros.

El mozalbete no supo aguantarse y se lanzó sobre la joven rodeándola hasta que logró montar sobre su espalda tratando de alcanzar la boca de la novicia. Esta reaccionó y asestó un tijeretazo en el cuello del atacante.

La superiora, que fue testigo del asalto, al ver el resultado comentó:

─Nuestra joven Mantis ya ha profesado sus votos.

20. No se admiten devoluciones

Y llegó a la aldea una anciana poseedora de elixires mágicos, así que las tres bellas hermanas juntaron sus ahorros y fueron en búsqueda de pócimas para propiciar el amor. A la primera se le dio un líquido ambarino que ingirió allí mismo, y tras hacerlo, terribles retortijones sacudieron su cuerpo haciéndole expulsar aquel brebaje. Rápidamente sus hermanas acudieron en su ayuda y calmaron su malestar con compresas frías y agua fresca. La segunda de las chicas tomó uno de textura más amable y, sin embargo, una vez lo hubo tragado, una tristeza infinita se apoderó de su alma y, desdichada y quejosa, se dejó consolar por las otras hasta que aquella negrura se fue. La tercera tomó su poción no sin cierto recelo, mas según caía el líquido por su garganta, feos cardenales marcaron su cuerpo llenándola de dolor. Sus queridas hermanas curaron esas heridas con ungüentos y con besos. Fueron entonces prestas a pedir explicaciones a la vieja por tan fraudulenta venta y ésta, sesuda, práctica y con dedo aleccionador les indicó que lo que ellas habían venido buscando era el amor verdadero. Y que eso hallaron. Y que eso mismo les trasfirió.

19 TRAVESÍAS DESIGUALES

La ciudad del amor no se encuentra en este mundo, susurraste con un hilo de voz la última vez que nos vimos a escondidas bajo los soportales del ágora. Tus ojos pálidos, vencidos de fiebre, me invitaban a seguirte.

Te enterraron envuelta en collares de perlas y fíbulas, brazaletes de oro y diademas de zafiro. Mi cuerpo, en cambio, fue incinerado en pira humilde junto a la espada de cedro con que me traspasé el pecho el día después.

Supongo que ya habrás cruzado allí.

Yo hace meses que aguardo en la otra orilla, donde el frío lacera la piel y nunca amanece, esperando a que algún piadoso viajero me entregue un dracma de oro para poder pagarle la travesía al barquero Caronte.

18. FLECHAZO (Rosalía Guerrero Jordán)

Para que se enamore de mí, solo tengo que esperar que llegue el momento. Con mi aspecto, con este rostro de rasgos desiguales y estas lorzas orillando mi cintura, es difícil que sienta el flechazo al conocerme. Sé que he de esforzarme más que las demás: ser paciente, mostrar mi lado más amable, hacerme necesaria poco a poco… Y usar todas las herramientas a mi alcance para evitar que se vaya antes de sentir la flecha de Cupido atravesándole el corazón. Igual que hice con los anteriores. Cuando eso ocurre me llaman, desesperados, tendiendo sus brazos llenos de cables hacia mí.

Yo sé que es amor verdadero, aunque el aguafiestas del doctor se empeñe en llamarlo infarto.

17 MÁS ALLÁ DE LAS CENIZAS

La más bella luz de aquella mañana de invierno brillaba en el fondo de los ojos de Ana y Raúl.

–»Te amaré más allá de las cenizas»–. Esa frase, susurrada por ambos, sellaba su unión eterna al besarse tras la boda.

Ana supo un día que él compartía su amor con el de otra mujer, pero calló y no le hizo ningún reproche.

Hace poco, los amigos nos enteramos de la repentina muerte de Raúl tras darse un atracón de setas silvestres que solía recolectar en el bosque cercano al pueblo. Le encantaban, y con su colega Ignacio, iba a cogerlas a menudo.

Al amanecer del día siguiente a su entierro, Ignacio recorrió los senderos que los dos frecuentaban y observó, extrañado, que aquellos tres bellos ejemplares venenosos que habían visto en su reciente búsqueda, habían desaparecido.

Solo Ana supo de su hallazgo durante el último tapeo de los tres en el bar de costumbre. Y solo ella, finalmente, había cumplido la promesa hecha el día de su boda.

16 Living Apart Together

ÉL: Guardo mil sensaciones de cada uno de nuestros encuentros. Noto un vacío en mi interior cuando te marchas. Te echo de menos. Desearía que estuvieras siempre a mi lado. Pero así lo decidimos. Y así debe ser.

ELLA: Cada uno en su espacio. ¿Recuerdas? Afrontar una nueva etapa, con madurez, conocernos mejor…

ÉL: A pesar de nuestro pacto, una angustia extraña me devora por dentro. Mi corazón está helado.

ELLA: Nuestro futuro no está escrito aún. Guarda tu calor para la próxima vez.

ÉL: He escuchado a algunos; dicen que estamos locos, que somos unos insensatos, qué pensarán nuestros hijos…

ELLA: Nuestros hijos están más cuerdos que todos esos que murmuran. Locos ignorantes. Eso es lo que son. Tal vez su amor se ha estancado. O no siquiera lo hayan conocido.

ÉL: Quizá yo estoy demasiado loco por ti para dejar de verte, siquiera unas horas…

ELLA: Piénsalo bien, amor, recuerda que la rutina secaría nuestras vidas. Ya nos ocurrió tiempo atrás.

ÉL: Prefiero olvidar aquello. Recordarte a ti. Tenerte siempre…

ELLA: Todos éramos tan jóvenes… Unos locos impacientes por devorar la vida. Ahora iremos más despacio. Y con espacio. Para flotar más arriba en cada reencuentro.

15. CUPIDO EN CRISIS

Se le ha visto de noche, por los suburbios, con los rizos despeinados y el carcaj vacío. Se comenta que se tambalea por las grises aceras buscando un punto de apoyo en las farolas. Se dice que está cabizbajo, que tan solo balbucea un nombre como un mantra y que al no vocalizar no se sabe qué dice, aunque hay quien parece haber entendido Psique o algo similar. Sea como fuere, un grupo de jóvenes han ido en su auxilio tomándole por los sobacos para que no se caiga, estirando con cuidado sus alas ajadas, colocándole la venda que le rodea la frente en lugar de cubrir sus ojos. Animándole a volver a trabajar. Se necesitan con urgencias sus servicios. Ya no hay parejas poniéndose ojitos y las floristerías tienen superávit de rosas.

13. Aeternus

Se conocieron el día en que él le prestó una moneda de euro. Fue en la cafetería del hospital donde trabaja como enfermero, en la unidad de cuidados paliativos, la que está situada en la última planta del edificio. En realidad, no es una cafetería, es una sala diáfana ubicada al final de los pasillos. Hay un banco de plástico y dos máquinas expendedoras, una de café y otra de aperitivos poco saludables. También hay un ventanal con la mejor panorámica de la ciudad.
−Parece que alguien nos encendió las nubes -dice ella mientras recuenta la calderilla que lleva en una bolsita.
−Eso parece −contesta él. Me encanta el atardecer, ¿a ti?
−Yo prefiero el amanecer −contesta ella−. ¿No tendrías cambio? No llevo suficiente suelto para un café.
−Toma un euro, ya me lo devolverás.
Él mueve el banco y lo coloca de forma que el ventanal simula una gran pantalla de cine. Se sientan y, sorbo tras sorbo, día tras día, ven como el sol desaparece en el horizonte.
Apenas ha pasado un mes cuando, a primera hora de la mañana, él aprieta un euro en su mano en el mismo instante en que ella le enciende el cielo.

12. UNA PAREJA

Se conocieron en el balneario donde trataban sus respectivas dolencias: la de Lara, una bronquitis cronificada por años de tabaco, la de Antón una rebelde tuberculosis. Ambos suspiraban de amor por el apuesto masajista que estimulaba sus cuerpos y sus corazones. Pero, qué correspondencia podían esperar una mujer sexagenaria y un veinteañero afeminado de ese Adonis. Reclinados en las tumbonas de la piscina hablaban de él -ese cuerpo musculado, esas manos poderosas- antes de contarse episodios de su propia vida. Descubrieron que, a pesar de la diferencia de edad, tenían gustos similares: las historias de terror, los días de tormenta, los pastelitos de arroz y Charlot. Como también compartían el sueño de vestirse alguna vez de época, decidieron casarse y celebrar una boda decadente. Una fiesta que recordarían todos los días que les quedaran por vivir. Su matrimonio sería atípico, pero estaría cimentado por una complicidad más constante que el deseo, menos frágil que el amor. Así comenzaron a diseñar sus trajes, a decidir el menú del banquete, a confeccionar la lista de invitados y a preguntarse, de cara a la futura convivencia, sus hábitos personales. Cielo, ¿de qué lado de la cama sueles dormir?

11. POLVO ESTELAR (Mariángeles Abelli Bonardi)

Afloja su cinturón de Orión y, poco a poco, le baja la luna… Después de eones y eones atrayéndose, están, por fin, en la misma elipse, constelados de deseo, gravitando hacia un encuentro que parece inevitable…
Con ambos en plena ignición, llega el acople perfecto: «Supernova» dicen, al mismo tiempo, en el Mar de la Tranquilidad, ahora ingrávidos…

 

10. Los amantes de Teruel

La primera carta dormía traspapelada entre facturas del banco y folletos de propaganda del super. Fue al buscar con qué anotar unas señas mientras hablaba por teléfono cuando reparó en ella. Con una caligrafía exquisita, un tal Diego le pedía que le contestara. Aquella misiva iba dirigida a una tal Isabel. Comprobando que la dirección del destinatario era la correcta, dedujo que se trataba de la antigua inquilina de aquel piso de alquiler. Con el trascurrir de los días, las cartas se fueron sucediendo con un Diego cada vez más desesperado. Ya no pedía, rogaba, suplicaba e incluso imploraba la atención de Isabel. Ella las leía con creciente curiosidad hasta que recibió aquella última carta. En ésta, anunciaba su intención de quitarse la vida si no obtenía respuesta de su amada. Sintiéndose responsable, se apresuró a escribirle con el propósito de quitarle esa absurda idea. Pidiéndole al principio, rogándole, suplicándole e incluso implorándole en los días siguientes hasta que en la última misiva le hizo saber que, de no obtener contestación, también ella abrazaría la idea del suicidio.

09. AbUrriMieNtO

Gracias al crecendo nocturno de los suspiros de amor de la vecina, mis noches alcanzaban la cumbre del desvelo sobre un «¡Sí!» desgarrador y prolongado. Por las mañanas, recién estrenado el día, me quedaba sumido en el profundo aburrimiento de los desocupados. Asomado a la ventana, veía salir a los vecinos mientras la ciudad se desperezaba. Tras la jornada laboral regresaban para tirarse los trastos a la cabeza y luego reconciliarse —carcajadas, palmadas de felicidad— sin hallar punto de silencio. La montaña rusa de su rutina conyugal no conocía más que escarpadas subidas y bajadas.
Al poco de averiárseme el televisor, empezaron a llegarles anónimos. Fue entonces cuando pusieron en marcha un verdadero parque de atracciones —por desgracia, el ocio de los jubilados es un tema hoy casi olvidado—: ella lo sometía a implacables interrogatorios, seguidos de entretenidas carreras. Mis desvelos aumentaron por entonces, pero también valían la pena las reconciliaciones, porque un hombre solo con una atención semanal que le compra, limpia y echa el correo, agradece ciertas emociones. Juro que yo no fui quien llamó al 112, aunque reconozco que el azul de las luces, le dio vidilla a aquella noche.

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