Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

10. Guardando las formas

—Me voy, papá, que no quiero llegar tarde al calentamiento —dijo el joven mientras se ajustaba las rodilleras por enésima vez—. Por cierto, Marcos tiene gastroenteritis viral. Así que hoy solo tenemos un líbero y adivina quién es — añadió con un tono de alegre cantinela y al ritmo de una especie de animado baile.

Ipso facto, el padre levantó la vista del periódico.

—Vaya, pobrecito tu amigo Marcos, qué mal perderse el último partido —contestó mirándole por encima de las gafas. Dile que se recupere pronto.

Y, en cuanto el joven salió por la puerta, el padre llamó a la madre.

—Nena, que salgo ya para el partido de vóley, que Marcos tiene cagalera y el niño jugará todos los sets.

—iOh, qué bien! iAleluya! Pues nos vemos allí, cariño.

09. Escándalos

Aunque, avergonzada, eleve el volumen de la televisión o de la música, sospecha que es perfectamente audible.

Por guardar las apariencias,  pide cita en el salón de belleza para un cambio de look que afiance su autoestima y acalle las malas lenguas que puedan acusarla de dejadez. A través del espejo, las sonrisitas de la peluquera se le antojan condescendientes. Al pasar por el parque, cree sentir en la nuca las miradas de un corrillo de matronas satisfechas que, en vez de vigilar a sus vástagos chillones, murmuran, está segura, sobre el hueco que la acompaña. En los ojos del  portero, siempre hierático y servicial, adivina burla encubierta, y  la amabilidad de la vecina al cederle el paso le resulta repulsiva. Todos parecen complacidos al escuchar el eco de su desdicha.

Ya en casa, se esfuerza por gritar la decepción y la rabia que lleva dentro, pero solo alcanza a vomitar un hilillo de llanto vacío que se funde con la almohada.  La que no ha vuelto a lavar, la que sigue oliendo a su colonia. Derrotada, rebusca en la mesilla  el frasco de somníferos, incapaz de soportar, ni un día más, el estruendoso silencio que retumba en su dormitorio.

 

08. Insurrección

Nunca había deseado mal alguno a nadie. Crecí honrando las leyes de la tierra y he sobrevivido.  Libre me alcé entre las nubes y se me permitió, además de divisar el horizonte, danzar con el viento bajo las estrellas. Me enorgullece ser nido y sombra; oxígeno y belleza. Sin embargo, hace tiempo que diviso crueldades, ferocidades que maldigo y aborrezco. Me aflige el dolor que portan las manos inclementes. Me resquebraja el mortal balanceo de los amigos más fieles del hombre y no deseo ser partícipe de tal espanto. Por eso, en un arrebato de cólera, mis numerosas ramas se rebelaron y una de ellas, la más gruesa y reseca, se dejó caer con furia sobre el cazador que, inmisericorde, sacrificaba a sus viejos y leales camaradas. No pude con la mirada sobrecogida de los lebreles y sus gemidos rogatorios. Con su lenta agonía y su mal pagada nobleza. Y, lejos de lamentar haber mutilado el brazo que portaba la escopeta, la mano que ataba el lazo, lejos de conmoverme por la sangre de ese trampero sin entrañas, yo, desde la raíz hasta la copa, desde la corteza interna hasta la última de mis hojas, confieso que me alegro.

 

07. NUDA PROPIEDAD (Fernando García del Carrizo)

Lo que surgió como una oportunidad financiera, me ha transformado en el peor de los monstruos. Un piso enorme en la mejor zona de la ciudad y por un precio ridículo. La única condición era aceptar que su actual propietaria, una abuela acuciada por las deudas, viviera en esa casa hasta el final. La espera del momento en el que poder disfrutarla era llevadera mientras estuvimos juntos. Nuestra traumática separación despertó mi bestia interna que hasta entonces dormía anestesiada por las circunstancias favorables de la vida. Ahora, tras el acuerdo de divorcio en el que yo me quedo con esa vivienda, mis niveles de odio y rencor han ahogado cualquier sentimiento positivo. He comenzado a visitar con frecuencia a la anciana. Me revienta su salud de hierro. Tras descubrir su alergia a los frutos secos, he decidido invitarla a cenar por su cumpleaños.

06. BIZCOCHO

El bizcocho iba a salir muy rico.

Iba.

Casi no entrábamos en la miniatura de cocina pero la ilusión nos embargaba. Era nuestro primer bizcocho. Una primera vez supone todo un hito.

Pero…siempre hay un pero.

El huevo se me escurrió de entre los dedos. Se estrelló en mitad del azulejo.

Ante tal desgracia a mi pareja le dio por partirse de risa.

Pero…siempre hay un pero.

Entre los estertores de la hilaridad se le resbaló el paquete de harina. Al estamparse en mitad del mismo azulejo se produjo una monumental nube blanca.

Ante tal nueva desgracia con una risotada se me ocurrió derramarle la nata por la cabeza a lo que correspondió con un chorro de aceite de girasol en la mía.

Las sonrisas de ambos fueron testigos de sucesivos eventos. Desgracia tras desgracia el alboroto transformó nuestros dos seres en algo parecido a croquetas gigantes que optaron en plena bulla por arrojarse a la ducha desde la que, tras enjabonarse mutuamente, acabaron enredados entre las sábanas.

No hay mal que por bien no venga.

La cocina?. Ésa es otra historia.

05. AJUSTES (Ángel Saiz Mora)

Ella no se lo merecía. Su eficacia en el trabajo hizo que se convirtiese en un obstáculo para Menéndez. Tan mediocre como sus enormes posaderas, pero eficiente a la hora de eliminar a quien pudiera hacerle sombra, el maldito convenció a la dirección del despido de Mariela por causas organizativas.

Fui el único que, por humanidad, se atrevió a acercarse para dedicarle unas palabras de aliento. Ese detalle y mi buen hacer profesional me colocó el siguiente en los movimientos tácticos de Menéndez.

Mientras trataba de imaginar qué maquinación utilizaría esta vez, el arribista comenzó a tener serios problemas para permanecer sentado. A nadie le entristecía su dolencia incapacitante, al contrario, reconozco que a mí menos que nadie. Ante su baja laboral indefinida fui el elegido para sustituirle.

Encontré a Mariela a la salida de la oficina después de mi nombramiento. Estaba exultante, sonreía sin parar. Tras felicitarme por el nuevo puesto, me mostró un muñeco con un extraordinario parecido a Menéndez.

Mi primera decisión como director ejecutivo fue readmitir a Mariela, era de justicia. Solo me inquieta una imagen que no puedo quitarme de la cabeza: aquel abultado trasero de madera a escala atravesado por agujas.

04. PARA ALGUIEN INOLVIDABLE

…la maldición árabe que reza «ojalá te enamores»

Animales hambrientas. Aida Sandoval

 

Mientras recorre la planta de los grandes almacenes dedicada a los regalos románticos, oyendo a través del hilo musical la BSO de Titanic (And you’re here in my heart / And my heart will go on and on…), entre expositores atiborrados de velas aromáticas y perfumes con olor a corazón, relojes con las manecillas que simulan corazones, pendientes, pulseras y collares con dijes de corazones, tazas gemelas con un «te quiero» impreso en un corazón, bóxeres con estampados de corazones, conjuntos de lencería que imitan corazones, cojines y peluches con motivos o con forma de corazón (incluso las dos cosas a la vez), bombones rellenos con licor de corazón, ramos de rosas rojas o novelas de Megan Maxwell y poemarios de Antonio Gala, se fija en un mostrador donde se ofrecen unas llamativas cajas de color rojo corazón que contienen experiencias con encanto únicas y originales. «Para alguien inolvidable», reza la publicidad. Justo lo que está buscando. Descarta la de bucear entre tiburones y la del paseo en globo por el Himalaya antes de elegir la que promete un amor fugaz imposible de olvidar, y pide que se la envuelvan y envíen a su ex. Que se joda él también.

 

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NOTA FUERA DE CONCURSO: para una experiencia inmersiva en la lectura de este microrrelato se recomienda escuchar de fondo My Heart Will Go On, de Céline Dion, como es obvio (aunque es posible que tengan ya la musiquilla en su cabeza todo el día). Gracias por su atención.

03. METAMORFOSIS (Puri Rodríguez)

La envidia es amarilla y no come. Eso decía siempre mi mejor amigo mientras los dos
recorríamos los campos, abandonados tras la guerra, robando melones.
Yo tuve que emigrar, pero supe que él prosperó con el estraperlo y se convirtió en otro buitre, como los vencedores. Se unió a ellos y, gracias a sus prebendas, creó una gran firma empresarial que lo hizo rico.
Ya en la cima, miró hacia abajo y no le gustó lo que vió: Los vencidos, pobres y despojados de la tierra, aún reían celebrando la vida en medio de su miseria.
Decidió, entonces, que había que acabar con aquellas risas inadecuadas acallándolas bajo las cunetas.
Concluída la tarea, subió de nuevo a su cima y, con una gran sonrisa, contempló la larga hilera de tumbas anónimas.
Y, por fin, se sintió verdaderamente feliz.

02. MUY GENERAL REGOCIJO (Rafa Olivares)

Hacía ya mucho tiempo que la tenía en el frigorífico. En la leja inferior, a la izquierda. En paciente espera. Después de aquello no tuve ningún interés en sustituirla; su espacio lo fueron ocupando diferentes viandas siempre de forma efímera. En su momento pensé que estaba realizando un acto tan  íntimo y solitario como satisfactorio, pero esa noche de aquel 20 de noviembre, millones de botellas de cava vacías llenaron los contenedores de todo el país.

01. DE LA MUERTE Y LA VIDA

Le gustan las películas de guerra y de grandes batallas. Las de gánsters también. Y las de pistoleros. Tiene la particular costumbre de ir contando todos los que van muriendo. Un número aproximado, porque a veces los escenarios son demasiado extensos: la escena abre la toma y no hay forma de saber cuántas víctimas supone la explosión de un cañonazo o el hundimiento de una nave. Pero él aplica una cifra de redondeo y sigue con la cuenta. Le entretiene. Y hasta recuerda el ránking de las mayores matanzas que ha visto en la pantalla: 300, el origen de un imperio, supera, de largo, los dos mil muertos.

La mujer que hace sudokus a su lado le dice que no entiende cómo pueden gustarle tanto esos guiones aniquiladores, plagados de violencia y destrucción, cómo puede divertirle lo que, en el fondo, solo supone dolor y soledad en el mundo.

Entonces, sin mirarla, él le pregunta por los chicos, si la han llamado por su cumpleaños, o si han contestado finalmente al mensaje que les envió sobre el problema de cadera de la tía Marga. Y, como respuesta, solo se oye una ráfaga de metralleta desde el televisor.

88. Monocigóticas

He conseguido olvidarla un poquito ahora que tengo una mejor amiga. Aun así, su voz me asalta en el desayuno, en los trayectos al cole, mientras estudio, cuando bailo o hago gimnasia. Empieza con el tono lastimero y llorón con el que solía ablandarme; pronto se cansa y se vuelve exigente, chillona. Yo me pongo los cascos para no oírla. Subo el volumen a tope. Pero da igual. Ella insiste. No para hasta que admito lo mucho que la extraño y reconozco que con mi mejor amiga no tengo el poder de descifrar los pensamientos con la mirada. Entonces me lleno de ese vacío aterrador que casi me hunde cuando se fue. Y pienso en lo sola que está y lo a gusto que estaría yo en el hueco del ataúd desde el que siempre me llama. 

87. PATAGONIA

Dejamos de hablarnos tras morir mamá. Su enfermedad destrozó nuestra relación ya viciada. El cansancio, las decisiones, las cenizas…
Él dejó de hablarme y yo claudiqué. Poco después fue trasladado a la delegación en Neuquén, en la Patagonia argentina. Parecía querer alejarse todo lo posible.
Mis hijas me preguntaban: «¿El tito ya nunca va volverá a España?» Y yo no sabía qué responderles. Al crecer, ellas me informaban: «¿Sabes que ha estado aquí otra vez? Lo vimos en Instagram». Y yo callaba.
La semana pasada papá sufrió una recaída. Se complicó y finalmente murió. Tras llamarle cinco veces, al final, le dejé un mensaje.
“Cojo el primer avión”, respondió.
Llegó al tanatorio pálido y ojeroso. Me besó con frialdad.
—¿Por qué no me dijiste que estaba enfermo? —gruñó.

Y rompí a llorar. Él no dijo nada, pero pude sentir su tristeza.
Tras el entierro, lo llevé al aeropuerto y nos detuvimos en el control, frente a frente, en silencio. Yo buscaba entre mis dientes algunas frases preparadas. Su mirada había perdido dureza. Había menos rabia. Se miró las manos y titubeó. Entreabrió los labios y los cerró.
—Ponme un mensaje cuando aterrices —le pedí.
Y asintió con la cabeza.

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